El Museo de la Venta, el positivismo, los expertos y el paradigma de la simplificación.
Llama mucho la atención el
hecho de que los promotores del nuevo proyecto de Museo Nacional Olmeca en el
Parque Tomás Garrido y Museo de la Venta de Carlos Pellicer, incluidos
arquéologos, biólogos y exfuncionarios del patrimonio cultural tabasqueño que son
o llevan años afincados en Tabasco, al defender el proyecto en función de la
conservación de las “piezas” del museo. Es decir, se privilegia ante todo la
conservación de los enormes altares, estatuas, mosaicos y demás piezas que el
poeta Carlos Pellicer colocó en un parque creado exprofeso para evitar que la
industria petrolera las destruyera en su localización original en la Villa la Venta,
Huimanguillo. Es un parque museo único en el país creado e ideado como un
poema, reconstruyendo a propósito un ambiente de selva (por lo tanto caótico),
y restituyendo algo de la fauna original. Es decir, se trata de una unidad
conceptual poética que permite una experiencia poética del trópico húmedo a los
visitantes. En términos modernos es una experiencia inmersiva. Que no sólo
necesita ser conservada en su integridad y con sus “accidentes” (así llamó
Pellicer a los lagartos) y avatares inevitables en su proceso temporal y su
desarrollo: llámese mantenimiento. Pero además, como lo saben los estudiosos de
la cultura y la estética y los promotores y funcionarios encargados del
patrimonio cultural natural y monumental, no puede ser rodeado o integrado a un
edificio o estructura que afecte la imagen, el entorno del ambiente original o
deseado del diseño. Esto se discutió bastante respecto al edificio H de la
Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM respecto al Espacio Escultórico de
Ciudad Universitaria, sobre la construcción de unos rascacielos junto al
conjunto de la explanada central de la misma Ciudad Universitaria y en el caso
del impacto de la torre Mitikah sobre Coyoacán en la CDMX. La construcción del
edificio mostrado por el despacho TEN sobre el Centro de Convivencia, aunque no
invadiera un metro del Parque la Venta, rompería con la idea, la ilusión, el
efecto y por supuesto el diseño y la poesía imaginada por el poeta Pellicer.
Para Diego Prieto y los biólogos y arqueólogos, se trata
sólo de piezas sueltas que pueden reacomodarse en cualquier espacio de
cualquier manera como objetos separables y muertos sin considerar que la propia
reelaboración y narrativa del orden establecido por Pellicer e incluso los
reacomodos que se han dado en el paso de los años mantienen la unidad y no
rompen con el ensamblaje de naturaleza, cultura antigua y narrativa poética de
su sentido original. Por otra parte tampoco consideran que el lugar por una
parte es el único legado material que dejó el mayor personaje indiscutido del
estado, como poeta, político, museólogo e incluso antecedente moral de los
nuevos gobiernos. Estos arqueólogos y biólogos no están considerando ni la
integridad que implica este museo tan original y particular, sino la
significación emotiva, sentimental que significa para todos los tabasqueños,
pero sobre todo que independientemente del turismo -lo único en que piensan
también estos especialistas- que se trata del único lugar de esparcimiento
gratuito en su mayor parte (el llamado ahora “el Tomás”) y a precio accesible
en todo caso (el Centro de Convivencia y la Venta), para la población popular
de la ciudad y el estado. Para todos los padres de todas las clases sociales, y
en especial las populares, el conjunto ha sido el único lugar relativamente
fresco y al aire libre donde se podía llevar recurrentemente a los niños en una
ciudad petrolera que no los tiene en cuenta en sus espacios públicos. Destruir
o limitar el acceso a estos espacios no sorprende porque sigue la política de
forzar a las personas a asistir a los Centros Comerciales como únicos oasis
protegidos por aires acondicionados, y además estratificados por clases sociales.
Es decir, el proyecto sería, de realizarse, la mayor acción de gentrificación en
la entidad: la expulsión de niños y clases populares de un muy simbólico,
significativo e importante espacio público.
Frente a la mirada materialista y segmentada, que además
sólo considera al turismo y a sus propios intereses académicos y científicos y
no a la población en general y menos a la popular, a los pobres, al pueblo, los
estudios culturales, la ecología (que no la biología) y todas las
interdisciplinas que consideran el paradigma de la complejidad y su
epistemología, consideran justamente a los hechos y objetos como sistemas,
ensamblajes, conjuntos cuya mayor importancia son las relaciones que se
establecen entre los diferentes procesos de los diferentes elementos, y éstas
relaciones que pueden ser físicas y materiales, en tanto se trata de hechos culturales
o humanos, son básicamente sociales y necesitan reconsiderar los procesos de
intercambio, significación, identidad y resignificaciones.
El Parque Tomás Garrido (incluido su Centro de Convivencia
Infantil) y el Parque Museo la Venta son un conjunto indisoluble desde la
relación de apropiación simbólica y afectiva que a lo largo de 50 años ha
realizado la población de Villahermosa mediante su uso y su referencia. Ver la
cuestión como un mero rescate de piezas es la forma más simplificada e
ignorante de verla. Es ejercer lo que Pierre Bourdieu llamó violencia
simbólica: una violencia más de la modernización sobre Tabasco. Uno de estos
especialistas se burló de mí diciéndome: “Ay sí, destruir el parque es destruir
tu infancia”. Seguro me lo dijo porque alguien más se lo dijo, pero no le pude
responder, porque no tiene hijos, que es mucho más importante no por nuestra
infancia, sino por la de nuestros hijos. Como dice la canción de Maná: ¿Dónde
jugaran los niños?
Excelente texto, que pena que. Los que han saludos con sus videos no estén a la altura para una discusión de este nivel
ResponderEliminarAsí es muy bien dicho
ResponderEliminarRodolfo sigo pensando que tampoco estás viendo el panorama completo. Igual que se debe proteger la idea y obra de Pellicer, se debe proteger las esculturas. Varias son piedra gneiss que prácticamente se escama y pierde. Y los trazos son finísimas incisiones que cada vez son más borrosas. En lugar de generar confrontaciones sería más productivo combinar propuestas y obtener proyectos exitosos. Saludos de Judith Gallegos
ResponderEliminarDe acuerdo. Graciela Beauregard Solís.
EliminarExcelente texto un abrazo
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