miércoles, 3 de julio de 2019

 
Yo Tonya, techo de cristal? No, techo de cemento. Lo que las feministas no quieren ver.

A lo largo de muchos años de trabajo tanto desde la experiencia como empleado público como desde la observación en la práctica de investigación y en la propia vida cotidiana, que siempre impone una perspectiva muy específica, me ha tocado ver situaciones y experiencias de vida de mujeres donde se materializa, casi siempre de manera brutal las limitaciones extralegales para mejorar sus situaciones laborales, jerárquicas, reconocimientos o participación social contrarias a la creencia en una sociedad moderna democrática en donde supuestamente tanto los empleos, las promociones y los reconocimientos deberían de obtenerse vía la competencia y la demostración de capacidades sin importar la identidad étnica, de género o de esa categoría cultural-económica que son las clases. Con base en esto y trabajando en el medio académico y científico de las ciencias sociales donde sí se ha logrado en lo numérico la equidad de género, se han generado posiciones y grupos de poder e influencia con éxito formados por mujeres (no siempre necesariamente feministas), y donde por muchos años he trabajado tanto con feministas como con especialistas de diversos géneros en estudios de género, durante años ha tratado que este tipo de especialistas se interesaran en cierto tipo de historias de vida que muy claramente demostraban este tipo de situaciones y siempre, sin explicaciones, he recibido negativas. No les interesa. No lo había entendido. Como que había un punto al que no quieren llegar, en parte por un defecto congénito de un tipo de práctica científica en la que no se estudia aquello que no se apegue a una teoría existente específica, pero por otra parte, tras ver la película producida por la actriz y protagonizada por la actriz australiana Margot Robbie me quedó claro: contra la teoría de estudios de género llamada “Techo de Cristal”, que explica como de manera soterrada y silenciosa se ejerce una presión social e institucional para impedir que las mujeres lleguen a puestos directivos tanto de empresas como instituciones por ser mujeres, en historias de vida como la de Tonya Harding lo que hay es un “techo de concreto”, que es la limitación conjunta no sólo de género, sino de clase. Una situación donde confluye y se suman las limitaciones estructurales de culturas de género específicas de las diferentes clases involucradas en cada proceso, con el precio o cierre que imponen las relaciones interclasistas específicas del caso. En la película queda clarísimo y se explica explícitamente el rechazo a Tonya porque quiere participar, competir y ganar solamente por sus capacidades técnicas pero manteniendo su identidad de clase e individual producto de la dureza real de la vida competitiva de la clase trabajadora estadounidense. Tiene que aprender a adaptarse a una imagen que encubre la violencia real efectiva de la sociedad en que vive y adoptar una que simula una situación idílica, ideal tanto sobre el proceso de competencia, los procesos reales de su sociedad, y sobre el ser mujer. No se trata sólo de competir, sino que si superó -por los esfuerzos y sacrificios- los costos de entrada a la competencia (que normalmente, en la vida real están cerrados si no por reglamentos explícitos, si por formas sutiles como precios de ingreso a los espacios o exigencias de instrumentos necesarios con formas de distribución controlados o precios artificialmente manipulados) tiene que sumarse al esfuerzo de simulación que sostiene al propio sistema como imagen (sobre esto les recomiendo revisar el libro de Guy Dubet La Sociedad del Espectáculo). De ahí entendí porque las feministas y las especialistas en estudios de género jamás reportan los casos reales que les recomendaba: porque son casos en donde la exclusión y represión no es sólo como un efecto de políticas o culturas de género o étnicas, sino que exhiben descarnadamente que cuando se trata de clase, el techo no es de cristal sino de concreto, y por las propias estructuras de control del trabajo académico, científico, llámense evaluaciones y comités editoriales, es de interés institucional encubrir el conflicto de clase. A lo que en muchos casos de especialistas de género y feministas se agrega una práctica en la que para “reforzar” su perspectiva y teorías (no es capricho, se traduce en presupuestos) buscan no mezclar un problema de género con lo que ocurre en la realidad: no existen casos puros, en toda situación real se mezclan procesos de diversas naturalezas. Así, debemos agradecer que la película I Tonya no se escribe ni desarrolla desde un teoricismo feminista, sino con un interés en mostrar el caso real incluso recurriendo a ciertas técnicas de hiperrealismo -se usan entrevistas verdaderas reactuadas por actores- dada la conciencia que los personajes verdaderos tienen del carácter mediático de la sociedad y de su condición de individuos aislados (losers, fracasados). Es interesantísimo como la verdadera Tonya se encuentra en un momento en que sin ningún objetivo más, sólo para meramente sobrevivir, pagar la renta y la comida- entiende que tiene que hundirse más, jugar el papel que le asignan los medios.

Temas que destaca la película:

1)    El juego de las afectividades, los chantajes afectivos locales y mediáticos,  una sociedad que funciona bajo el chanteje de la necesidad de “ser querida”.

2)    Los acompañantes de Tonya se toman en serio la competencia y aplican reglas y prácticas de su propio medio inmediato más la imagen que tienen (mediática) del mundo, sus ilusiones/delirios (en inglés delusions), para actuar: “he cambiado la historia”, y la prueba de ello es que sus acciones aparecen en los medios: logran la principal afirmación ontológica de la sociedad moderna.

3)    A Tonya, como mujer working class por un lado la jalan la cultura local de su entorno inmediato (todos quieren que triunfe por ellos, pero en realidad individualmente no quieren que sea mejor que ellos) con los vicios y violencia de su definición dentro de las modernas familias disfuncionales: hija propiedad de la madre; y como mujer: su relación con el marido. La hunde siempre su dependencia emocional de ambos medios y el rechazo del padre, que en realidad es defensa propia del padre de la violencia de la madre, que se ve obligado a abandonar a la hija al abuso permanente de la madre. Y luego, al intentar superar todo esto destacando mediante el patinaje, le piden que de una imagen de “normalidad social” cuyo esfuerzo en realidad la vuelve a hundir en el pantano del que quería salir.

4)    La madre es un personaje muy interesante porque tiene totalmente claro el precio y el medio para superar su situación de precarios, pero al mismo tiempo está reventada, destruida y tanto construye como destruye a su hija “para hacerla fuerte”, sabiendo que es la única manera en que puede competir y destacar (y "realizarse" ella misma a través de la hija).

5)    Llama la atención que siendo Margot Robbie una guapísima actriz como lo ha demostrado en películas como el Lobo de Wall Street, aquí aparece maquillada resaltando un rostro duro, cuando la verdadera Tonya, según se puede ver en los videos que reproduce la propia película tiene una cara y una voz mucho más dulce, que de hecho contrasta más con lo brutal de su historia. ¿Por qué hicieron eso en la película, ya sea el director o la productora-actriz? Porque curiosamente, cuando ocurrió el hecho real fue claro que se buscó polarizar las imágenes de la Kerrington como princesa de cuento y Tonya como camorrista, cuando en tanto en imagen no había tanta diferencia, y además, ¿por qué en la película no profundizan en la relación de amistad que la Harding dice que existió entre ellas, compartiendo cuartos de hotel y demás?