martes, 23 de febrero de 2016

De la Vida en el Posmachismo 1

Uno está inmerso en su propio proceso y olvida las cosas que superó o que estuvieron ahí. Pero al mismo tiempo es como si hubiera transcurrido un largo período de exilio o silencio en donde las cosas cambiaron para uno o para otro. ¿En Dónde estaba? ¿Qué hice?. Y esa sensación de movimiento no la da una percepción propia de haber resuelto nada o de estar mejor o simplemente nada. La da la impresión de los otros, respecto a cosas que uno no considera ya, cosas en las que uno no piensa. Y de pronto le resulta a uno una novedad "como hombre", tendría que decir, pero la verdad, esa misma expresión ya no tiene o le encuentro sentido porque implica una esfuerzo por "ser" y "parecer" (ninguna casualidad que coincida con la idea del mundo como voluntad o representación), ese enorme esfuerzo yoísta por construcción de un ego que es un posicionamiento en un espacio social específico. Y no se da uno cuenta del cambio sino es en comparación con los otros. Así, si le digo a un amigo que me volví Budista, le importa saber si eso no me hizo más "susceptible", que inmediatamente significa vulnerable, indefenso, etc. Todo lo que uno temió en el proceso de hacerse hombre o más bien macho. Ser y parecer para ser "respetado" y hasta "temido", sólo para no ser agredido, violentado, humillado. Lo que ya de por sí, ese deseo y voluntad acusan el haber sido formado en un ambiente hostil, donde justamente eso es lo que pasaba, y de ahí viene toda esa lógica destructiva de pegar primero, de aparentar, de dominar, de no involucrarse, en fin, de no sentir. Igual puede uno andar quejándose del sicoanalista que tras un largo período de años, lo vuelve a uno a hacer sentir cosas que ya no acostumbraba, finalmente a "sentir", y no saber que hacer con eso, sobre todo si, como normalmente acontece, han pasado muchos años y en el espejo se ve uno degradado y desagradable, sin las armas bióticas que significan posicionamientos sociales favorables inmediatos. Una edad donde la única manera de posicionarse en una sociedad sin misericordia, competitiva e inhumana, además de violenta como es la neoliberal, y peor en el contexto de un país subdesarrollado. Una sociedad que lo obliga a estar ahí parado sobre bienes materiales y habilidades rentables, amenazar y mejor todavía cumplir amenazas en función de jerarquías, puestos o posiciones para obtener no sólo lo merecido o deseable, sino lo necesario. ¿Cómo no estar ahí? Cuando uno logra la sensación de que eso es lo mejor, y cómo si no puede desligarse (el viejo dilema de todo proceso iniciático) de aquello que considera todavía razonablemente interconectado. Los tiempos y momentos de los otros necesarios, como compaginar la libertad absoluta (interna, individual) sin el egoísmo indiferente de los "liberados" sean religiosos o políticos, insensibles a los dolores ajenos como a los costos del obtener a como de lugar lo deseado y mantenerlo, que además tantísimas veces se traduce en espacios materiales maravillosos sostenidos u obtenidos mediante explotación, exacción, desplazamiento o violencia. Un personaje honesto tendría que preguntarse si en esa situación, en su iglesia, en su Ashram, es producto de un dhama limpio; y la historia y la experiencia demuestra que en realidad, esos espacios, normalmente son transitorios; que el verdadero caminante descubre que son transitorios y el falso se emberrincha, se enoja porque no se conserva. Al pensar que liberarse es "conseguir algo", supongo que seguimos bajo la misma lógica del utilitarismo occidental, el modernismo: obtener, lograr, esforzarse, hacer...
En la lógica señalada arriba, de la construcción de la persona como hombre y como macho, del esfuerzo por ser y parecer "algo" o por "alguna razón", para "conseguir algo", "para ser reconocido por los demás", etc. también esta abierta o inconscientemente "el ser querido", "deseado", etc. con que se nos "ordena" en lo microsocial para no ser lo que más odia/teme/admira, etc. etc. la gente, la sociedad, el solitario, al aislado, etc. que, además, normalmente entra en un proceso de autodestrucción (los Hikiko Mori japoneses por ejemplo), o en un egocentrismo autocentrado tipo síndrome de Asperger o autista, o se "ilumina" y funda una nueva religión, ja, ja, ja. Ya lo preguntaba Nietszche: ¿por qué Moisés, Zaratustra, Cristo, o cómo se le quiera llamar, tiene que regresar a dar su mensaje? Por que no se puede quedar tranquilo con él, hasta el Buda sintió la necesidad de predicar y compartir. Quizás simplemente porque no somos humanos si no compartirmos. ¿Acaso hay millones de liberados silenciosos que pasaron, convivieron, se apartaron y murieron sin que nadie se enterara? En las mitologías underground del siglo XX estuvieron los alquimistas y esos tipos de maestros que nunca murieron, o ya más pop los brujos de Castañeda. Que sin embargo, sólo comparten un mismo mensaje, desde un Johannes Wolfang Goethe para acá, recuperando el mito de Fausto: "cuídate a ti mismo" (Foucault escribió miles de cuartillas nomás con la frasesita: "el cuidado de sí", pero el cotidiano, el formativo del contrario, del mundano, frente a este otro cuidado, del antimundano, del hombre que al negar a la sociedad (lo específicamente humano), busca afirmar de la manera más radical lo humano, pero como hecho individual, en una paradójica búsqueda en la que finalmente se trata de individualizarse al extremo absoluto (en un sentido contrario a la individualización social material de la posmodernidad que describen Beck y otros, el individuo aislado, confrontado, consumidor, competitivo, encerrado en su antropósfera artificial, el astronauta de 2001 odisea del espacio, etc.) para perderse, disolverse, como el Bangha budista o el Siyan ka'an del exoterismo maya en las estrellas...El ser para no-ser oriental que disturba y angustia a los occidentales...modernos, etc.