martes, 12 de junio de 2012

Una Vista de mi Interior.









André Breton, Guadalajara, Belleza, 1938...

Antes de dejar la ciudad he querido volver a ver el Palacio Chamizo por temor a olvidarlo en algún aspecto, de perder la llave que, a distancia, debía permitirle abrirse para mí. ¡Que emoción de especie insólita, tnato más intensa cuanto que se exaltaba por instantes con la certeza de no volver a encontrarse nunca más, me esperaba del otro lado de la puerta del salón! Bajadas las celosías en aquella hora matinal sobre los gruesos cortinajes rojos, la habitación, de pesados maderajes, estaba oscura e inmensamente vacía, aunque todavía quedara en ella un piano. Y allí estaba, sola, una admirable criatura de dieciséis o diecisiete años, idealmente despeinada, que había venido a barir y que, luego de haber dejado su escoba, sonreía con una sonrisa de autora del mundo en la que no cabía la menor sombra de confusión. Aquella joven se movía con suprema soltura: por sus gestos, tan turbadores como armoniosos, se iba descubriendo lentamente que iba desnuda bajo su blanco traje de noche hecho jirones. La fascinación que en aquel momento ejerció sobre mí fue tal que olvidé interesarme por su condición. ¿Quién podría ser, la hija o la hermana tal vez de uno de los seres que había habitado aquellos lugares en el momento de su esplendor, o pertenecía acaso a la raza de los de la invasión? Poco importa. Mientras estuvo allí, yo no me cuidé para nada de su origen, me bastó plenamente agradecer su existencia. Así es la belleza.

jueves, 7 de junio de 2012




"Mientras estuvo allí, yo no me cuidé para nada de su origen, me bastó plenamente agradecer su existencia. Así es la belleza".

                                                     André Breton, en Guadalajara, 1938.