miércoles, 27 de mayo de 2020

Imaginar la muerte del Pochó.


En esta época en que volvemos a ser dominados por una epidemia, pero ahora bajo nuestra asepsia moderna, no nos queda sino imaginar la muerte. No la propia, que es ontologicamente inimaginable. La muerte ajena que en otras circunstancias podría sencillamente imponérsenos bajo la fórmula del cuerpo presente. Pero dada la situación, más la natural discreción de toda  muerte privada, no nos queda sino imaginar. Pero en esta caso es lo inimaginable. Porque más allá de su presencia afable y anécdotas de café y taller que ya son de un siglo pasado, se trata de un personaje que por sus personificaciones tendría que haber sido inmortal. Jugaba tanto con sus propias narraciones y cuentos, que aceptaba que lo tratáramos de duende, aluxe, troll o, finalmente, en tanto que decía ser su inventor: el mismísimo pochó. Pero un pochó no puede morir, así que lo mismo saldrá a bailar en las calles de Tenosique el próximo febrero, o, se antojaría por su aspecto bonachón y sus ideas creativas, sumándole quizás  un sarakof a su eterno portafolio, un médico o ingeniero luchando por civilizar su pueblo de lodo y casas de madera, cuando hace medio siglo todavía, y sobre todo antes, salía de un pasado de míticas enfermedades tropicales como corresponde a una puerta de entrada a la selva, que entonces estrenaba un portentoso puente anaranjado  sobre el Usumacinta, en la boca del cerro.

martes, 5 de mayo de 2020


Miedo, Histeria e impacto diferencial en la pandemia actual.

Rodolfo Uribe Iniesta. rui@unam.mx.



                                       Severine: “¿Qué sabes sobre el miedo?

James Bond: “Se todo lo que hay que saber sobre el miedo”.    

Película Skyfall.




Conceptos clave: miedo, histeria, disciplinamiento cultural, desigualdad social, manipulación mediática.




Aunque es una idea originada por el psicoanálisis, es ya sentido común saber que lo que no se menciona es lo que se impone, lo que está enmarcando y dándole sentido a las acciones. No podemos creerle a un individuo por lo que dice de sí mismo, advertía Marx iniciando el discurso que se calificaría como de los teóricos de la sospecha junto con Nietzsche y Freud, generando una perspectiva epistémica “externa” que pone más atención a las dimensiones estructurantes y de las acciones.

Un reportaje de la Deutsche Welle señala que una característica de la actual pandemia es la generación como nunca de las ahora llamadas fake news y la violencia de las deliberaciones que se dan a través de las redes sociales. Pero no profundiza en cuales son las condiciones que permiten que dichas falsedades puedan tener credibilidad y sean objeto de tanta difusión. Llama la atención que tales informaciones y reacciones que normalmente se supone ocurrirían entre población ignorante, no escolarizada y no integrada, en general, a la sociedad moderna (que no es sino decir por sus características determinantes actuales, sociedad mediática), en realidad está ocurriendo en un amplio sector de ésta última. En nuestro país hemos visto como intelectuales reconocidos y líderes mediáticos de opinión han tenido expresiones y reacciones exageradas que incumplen con el mandato tácito de un comunicador, un intelectual o un científico: sobreponer el interés y perspectiva colectiva sobre la perspectiva y experiencia individual. Expresiones como que el estado tenía que asegurarnos la existencia física de un respirador a cada ciudadano no pueden explicarse de parte de alguien que tiene estudios universitarios y conocimientos mínimos de nivel licenciatura (es obvio que no todos los posibles contagiados lo harán al mismo tiempo);  y sin embargo, se las escuchamos a los más reconocidos participantes de los medios de comunicación. Pero de lo que no escuchamos a ninguno de estos personajes, es del miedo o la histeria, que son elementos comunes, naturales y fundamentales de este tipo de situaciones, y que como enseña la historia se manifiestan de manera diferencial de acuerdo a la recepción y experiencia de los sectores sociales. 

El Miedo: La asimetría Inicial. Hay un elemento básico que le da una explicación racional y razonable al miedo: para comenzar, a diferencia de los animales y las plantas, los virus ni siquiera se pueden calificar como seres vivos y menos adjudicarles planeación, intencionalidad o sentido. Aunque desde la canciller Ángela Merkel en adelante los líderes políticos mundiales usan la metáfora bélica para confrontar la epidemia, es evidente que es imposible comprenderla, observarla y combatirla con la definición básica de enemigo.

Aquí lo que cuenta es que son ante todo visibles y comprensibles desde una visión sistémica de conjuntos masivos de millones de elementos invasivos que lo mismo parasitan unidades complejas autónomas -cuerpos individuales-, que en la suma y expansión terminan o destruyendo, colonizando o modificando una o varias especies animales como totalidad. La perspectiva de individuos o suma de individuos (la perspectiva cultural dominante actual como explica Alain Badiou) no sirve aquí ni siquiera para entender como detener la expansión del virus, lo que finalmente se traducirá en la seguridad de los individuos pero sólo tras haber pasado por la reacción colectiva.

Por el otro lado, la peste siempre ha implicado históricamente la amenaza generalizada, abstracta y al mismo tiempo cercana de muerte. Lo que produce, de manera razonable y natural, miedo. Pero el sentir, y particularmente sentir miedo, y a sobre todo a la muerte, es ontológicamente individual: el miedo a la muerte es siempre el miedo a mi muerte personal e intransferible, e incluso incompartible. El sentimiento de miedo puede contagiarse fácilmente por medio de la comunicación y sobre todo masivamente. Es casi la principal característica de las masas según los estudios de los teóricos del siglo XIX. Sin embargo, en particular el miedo a morir es quizás el sentimiento más íntimo posible.  

Es un fenómeno a nivel de la conciencia propia de cada uno. Albert Camus es quien nos da luz en el tema, tanto en el Hombre Rebelde como en su novela de La Peste. Por eso la historia de las plagas se caracteriza -como lo señala Jean Delhumeau en su historia del miedo en Occidente- por las más crudas reacciones de egoísmo que llegan a separar hasta los padres de sus hijos. Y aquí la diferencia la establece el cómo, las características específicas del individuo humano. Sheldon Watts en su libro Epidemias y Poder, demuestra la enorme diferencia de la recepción y gestión de las plagas en Oriente y Occidente, en función de las autoconcepciones de identidad colectiva o individual. Rita Segato, ha acertado al señalar que parte de la crisis que la Covid 19 está generando, se debe a la contemporánea concepción narcisista individualista, que entre otras cosas, además nos presupone -contra las propias ideas tradicionales populares latinoamericanas- ser ascepticos, intocables y perfectos. En los estamentos aspiracionistas urbanos, dependientes de la economía privada o de la aristocracia del presupuesto público- además, este individualismo supone sujetos absolutos de derechos de atención sin sacrificios o esfuerzos compensatorios como establecerían las ideas de “economía moral” (concepto de E. P. Thompson) de las sociedades tradicionales o incluso la ideología contractualista de la primera modernidad. Campea una noción particular de democracia que define al estado como servicio personal de los individuos de estos sectores. Es lo que se esconde detrás del enunciado simplificador de que los políticos son nuestros empleados. Y que lleva a actitudes ingenuas como el creer que un funcionario cumple su deber dedicando 8 horas diarias a informar, descuidando todas las labores de gestión que debe implicar en realidad cualquier puesto político administrativo. Situación ambigua, que además se presta tanto a la posibilidad de manipulación por parte del funcionario, que el mismo público que sólo lo juzga en función de lo que dice (y no por sus resultados) termina preso de una desconfianza y confusión mayor, como lo demostró el fenómeno en México de lo que se llamó Foxilandia, la actual situación de “las mañaneras”, y el impacto de las conferencias de prensa de Trump en Estados Unidos.

            La mencionada diferencialidad de reacciones se ha manifestado de maneras muy interesantes en la actual pandemia, considerando además, de que se trata de una plaga “débil”, tal vez para estar a la moda con la posmodernidad. Es una plaga que no mata a todos y no de inmediato. Esta vez, en primera instancia, la discrimación de una población objetivo no la imponen como antes las reacciones sociales de contención, sino las características de la enfermedad que tiene impactos más graves sobre personas mayores con comorbilidades. La debilidad, entonces, también está en que el factor diferencial de letalidad no es el propio virus sino  condiciones que de alguna manera se han naturalizado como resultado de la formas de vida de la sociedad moderna (diabetes, hipertensión, inmunodepresión), incluso dentro del esquema de “avance civilizatorio” de lo que se llamó la transición inmunológica (preponderancia de enfermedades metabólicas sobre las infecciosas). Es, entonces, de manera casi increíble, el virus perfecto para desnudar la diversidad y complejidad de efectos negativos sobre el cuerpo individual humano de nuestra particular forma de vida. Además, ha venido a desnudar el desmantelamiento de los servicios públicos colectivos de salud a favor de los sistemas privados individualizados de atención. Desnuda también, como se ve en Nueva York donde la mayoría de muertos son afroamericanos y mexicanos, las diferencialidades en acceso a servicios de salud. Y finalmente la crisis del modelo que Sheldon Watts dice adjudicado a Robert Koch de una medicina centralizada en la tecnología y la hospitalización, por no hablar de la farmacodependencia y la financiarización detrás del modelo de gestión mediante seguros.

            Habíamos olvidado que las epidemias son el más eficaz y duro dispositivo disciplinador de la especie, que son ellas quienes están detrás de las grandes diferencias culturales como nos explica, por ejemplo, para los sistemas alimenticios, Fernand Braudel. El papel de la gran peste en el consumo de carnes y cereales en Europa frente al mayor vegetarianismo de China. Y están detrás de muchos de lo que Norbert Elías llamó procesos civilizatorios, que se traducen en los que llamamos comúnmente costumbres y tradiciones: que pueblos o grupos saludan de mano, quienes abrazan, porque se usaban guantes, velos, gorgueras, etc. E incluso que sociedades consideramos más afectivas o más “desapegadas”.  Las diferencias de experiencias, reacciones y adaptaciones se convirtieron en patrones culturales que ahora aparecen como la base desde la cual las distintas sociedades o grupos confrontan la nueva crisis. Y, por ejemplo, estas diferencialidades se manifiestan donde uno menos podría esperar. En las discusiones de la Unión Europea sobre el financiamiento de los gastos de la epidemia: Portugal, España, Francia e Italia se confrontaron contra Bélgica, Holanda, Alemania y Finlandia sobre subsidiar solidariamente los costos de la atención o que cada país asuma sus costos. La discusión se convirtió inmediatamente en la de las distintas actitudes respecto al papel, importancia y afectividad de cada sociedad sobre la población en riesgo: los viejos.

            En nuestro propio país las diferencialidades de reacción, están evidenciando el problema constitutivo del origen colonial que no hemos podido resolver a pesar de haber sido un objetivo de los gobiernos revolucionarios, y que, por el contrario, se reafirmó con las políticas de los últimos cuarenta años: la desigualdad que escinde a la sociedad. En términos económicos, el actual presidente habla de un 70% de la sociedad como marginada de la economía formal moderna, que para el caso actual se traduce en vivir al día con los ingresos y sin apoyos formales de la economía privada o institucional; pero que también significa una escisión cultural entre la sociedad escolarizada-mediatizada y el resto. Y esto se traduce en una reacción individualista histerizada sobredemandante del sector mediatizado y aspiracionista -el que por otra parte tiene los medios para aislarse y cuidarse-, y otro sector que reasume sus condicionantes tradicionalistas tanto de escepticismo frente a los discursos y actos institucionales y mediáticos, llegando a creer que es una falacia la epidemia; y que lo mismo lleva al recurso a la comunalidad en el mejor de los casos, que a la tradicional ideología mexicana del azar y la fatalidad, o a las reacciones más inmediatas y básicas de agresión y violencia como se ha visto paradójicamente contra personal de salud y hospitales y autoridades en general.

            Estas diferenciadas reacciones de los segmentos de la sociedad con relación a su manera de procesar el miedo y dejarse conducir por la histeria, finalmente, generan un campo mediático en donde se dan las condiciones para librar no sólo la “batalla” contra el virus (coordinar e informar las necesarias acciones colectivas y acciones individuales para contener o sobrellevar los inevitables contagios y mantener una baja tasa de atención médica y mortalidad), sino también la posibilidad de darle sentidos políticamente utilitarios a la propia epidemia, apoyando u obstaculizando la resistencia a la misma.



Referencias biblio y hemerograficas:

Braudel, Fernand. 1984. Civilización Material, Economía y Capitalismo. Siglos XV a XVIII. Tomo I. Las Estructuras de lo Cotidiano. Madrid. Ed. Alianza.

Camus, Albert. 2002. El Hombre Rebelde. Madrid. Ed. Alianza Lozada.

Delhumeau, Jean. 2005. El Miedo en Occidente. Madrid. Ed. Taurus.

Ramonet, Ignacio. 2000. La pandemia y el sistema mundo actual. La Jornada Semanal. Sábado 25 de abril.

Segato, Rita. 2020. Entrevista de Astrid Pikielny: “Es un Equívoco Pensar que la Distancia Física no es una Distancia Social”. La Nación. 2 de mayo.

Watts, Sheldon. 2000. Epidemias y Poder. Barcelona. Ed. Andrés Bello.



Frases relevantes:

p.2 El miedo: la asimetría inicial.

p.2. El miedo a la muerte es siempre el miedo a mi muerte personal e intransferible, e incluso incompartible.

p.5 Estas diferenciadas reacciones de los segmentos de la sociedad con relación a su manera de procesar el miedo y dejarse conducir por la histeria.