El cuento de este blog es pensar en voz alta sobre la libertad, sus derivaciones, sus obstáculos, sus perversiones...la vida como hecho virtual y las virtualidades vivibles.
sábado, 28 de septiembre de 2019
“A child weaned on poison considers harm a comfort.”
-Sharp Objects (2018) dir. Jean-Marc Vallée
Totalmente cierto. Me ha tocado vivirlo cuando no puedes ayudar a alguien a salir del ambiente familiar de violencia en el que creció. Le falla el sentido de supervivencia y bienestar, el instinto de huir del sufrimiento que nos debe de guiar como seres culturales, sujetos autónomos que somos los humanos. Uno de los mejores maestros de psicoanálisis en Mexico me tuvo que explicar como todos mis esfuerzos fueron inútiles porque contra lo que quisiéramos creer, la violencia une. En la familia violenta se destruye el núcleo instintivo que nos llevaría a huir del sufrimiento. Y la permanencia del sufrimiento se convierte para el violentado en “pertenencia”. Quien huye del sufrimiento tiene que tener la fuerza para sentirse “solo” y ajeno a ese sistema de sufrimiento y violencia que es su familia. Y con tal de no sentir la soledad encuentra comfort en ser lastimado y en lastimar. por eso, cuando hay que optar entre padres, siempre se escoge al castrante y violento y no al que ofrece amor, buen trato, respeto y al final libertad. De eso se habla cuando se habla a la mexicana de “familias muegano”.
lunes, 23 de septiembre de 2019
Coincides en el estacionamiento con la exuberante vecina.
Inician platica y van descubriendo que tienen cosas en común, cómo los gatos, los libros y los hijos,
que la diferencia de edad no es tan amplía como pensabas.
De pronto, cómo es que esto siempre ocurre, se va la luz, y se quedan a obscuras entre los coches.
Descubren un cielo de obscuras nubes de formas caprichosas y una luna brillante sobre la sombra de árboles y palmeras.
Se despiden con un abrazo que junta el calor de las pieles y enreda los contornos y las formas de lo masculino y femenino.
Y cuando el contacto resbala hacia un inevitable beso una niña grita desde el edificio: se fue la luz mamá!
Te retiras a tu puerta con el cuerpo palpitante trastornado por el calor de sus pechos.
Sabes que no podrás dormir esta noche y que no habrá electricidad para ver la televisión o leer.
La cálida noche es larga y obscura.
Sabes que no podrás dormir esta noche y que no habrá electricidad para ver la televisión o leer.
La cálida noche es larga y obscura.
miércoles, 3 de julio de 2019
Yo Tonya, techo de cristal?
No, techo de cemento. Lo que las feministas no quieren ver.
A lo largo de muchos años de
trabajo tanto desde la experiencia como empleado público como desde la
observación en la práctica de investigación y en la propia vida cotidiana, que
siempre impone una perspectiva muy específica, me ha tocado ver situaciones y
experiencias de vida de mujeres donde se materializa, casi siempre de manera
brutal las limitaciones extralegales para mejorar sus situaciones laborales,
jerárquicas, reconocimientos o participación social contrarias a la creencia en
una sociedad moderna democrática en donde supuestamente tanto los empleos, las
promociones y los reconocimientos deberían de obtenerse vía la competencia y la
demostración de capacidades sin importar la identidad étnica, de género o de esa
categoría cultural-económica que son las clases. Con base en esto y trabajando
en el medio académico y científico de las ciencias sociales donde sí se ha
logrado en lo numérico la equidad de género, se han generado posiciones y
grupos de poder e influencia con éxito formados por mujeres (no siempre
necesariamente feministas), y donde por muchos años he trabajado tanto con
feministas como con especialistas de diversos géneros en estudios de género,
durante años ha tratado que este tipo de especialistas se interesaran en cierto
tipo de historias de vida que muy claramente demostraban este tipo de situaciones
y siempre, sin explicaciones, he recibido negativas. No les interesa. No lo
había entendido. Como que había un punto al que no quieren llegar, en parte por
un defecto congénito de un tipo de práctica científica en la que no se estudia
aquello que no se apegue a una teoría existente específica, pero por otra
parte, tras ver la película producida por la actriz y protagonizada por la
actriz australiana Margot Robbie me quedó claro: contra la teoría de estudios
de género llamada “Techo de Cristal”, que explica como de manera soterrada y
silenciosa se ejerce una presión social e institucional para impedir que las
mujeres lleguen a puestos directivos tanto de empresas como instituciones por
ser mujeres, en historias de vida como la de Tonya Harding lo que hay es un “techo
de concreto”, que es la limitación conjunta no sólo de género, sino de clase.
Una situación donde confluye y se suman las limitaciones estructurales de culturas
de género específicas de las diferentes clases involucradas en cada proceso,
con el precio o cierre que imponen las relaciones interclasistas específicas
del caso. En la película queda clarísimo y se explica explícitamente el rechazo
a Tonya porque quiere participar, competir y ganar solamente por sus
capacidades técnicas pero manteniendo su identidad de clase e individual producto
de la dureza real de la vida competitiva de la clase trabajadora
estadounidense. Tiene que aprender a adaptarse a una imagen que encubre la
violencia real efectiva de la sociedad en que vive y adoptar una que simula una
situación idílica, ideal tanto sobre el proceso de competencia, los procesos
reales de su sociedad, y sobre el ser mujer. No se trata sólo de competir, sino
que si superó -por los esfuerzos y sacrificios- los costos de entrada a la
competencia (que normalmente, en la vida real están cerrados si no por
reglamentos explícitos, si por formas sutiles como precios de ingreso a los
espacios o exigencias de instrumentos necesarios con formas de distribución
controlados o precios artificialmente manipulados) tiene que sumarse al
esfuerzo de simulación que sostiene al propio sistema como imagen (sobre esto
les recomiendo revisar el libro de Guy Dubet La Sociedad del Espectáculo). De
ahí entendí porque las feministas y las especialistas en estudios de género
jamás reportan los casos reales que les recomendaba: porque son casos en donde la exclusión y represión no es sólo como un efecto de políticas o culturas
de género o étnicas, sino que exhiben descarnadamente que cuando se trata de
clase, el techo no es de cristal sino de concreto, y por las propias
estructuras de control del trabajo académico, científico, llámense evaluaciones
y comités editoriales, es de interés institucional encubrir el conflicto de
clase. A lo que en muchos casos de especialistas de género y feministas se
agrega una práctica en la que para “reforzar” su perspectiva y teorías (no es
capricho, se traduce en presupuestos) buscan no mezclar un problema de género
con lo que ocurre en la realidad: no existen casos puros, en toda situación
real se mezclan procesos de diversas naturalezas. Así, debemos agradecer que la
película I Tonya no se escribe ni desarrolla desde un teoricismo feminista, sino
con un interés en mostrar el caso real incluso recurriendo a ciertas técnicas
de hiperrealismo -se usan entrevistas verdaderas reactuadas por actores- dada
la conciencia que los personajes verdaderos tienen del carácter mediático de la
sociedad y de su condición de individuos aislados (losers, fracasados). Es
interesantísimo como la verdadera Tonya se encuentra en un momento en que sin
ningún objetivo más, sólo para meramente sobrevivir, pagar la renta y la
comida- entiende que tiene que hundirse más, jugar el papel que le asignan los
medios.
Temas que destaca la película:
1)
El juego de las afectividades, los chantajes
afectivos locales y mediáticos, una
sociedad que funciona bajo el chanteje de la necesidad de “ser querida”.
2)
Los acompañantes de Tonya se toman en serio la
competencia y aplican reglas y prácticas de su propio medio inmediato más la imagen
que tienen (mediática) del mundo, sus ilusiones/delirios (en inglés delusions),
para actuar: “he cambiado la historia”, y la prueba de ello es que sus acciones
aparecen en los medios: logran la principal afirmación ontológica de la
sociedad moderna.
3)
A Tonya, como mujer working class por un lado
la jalan la cultura local de su entorno inmediato (todos quieren que triunfe por
ellos, pero en realidad individualmente no quieren que sea mejor que ellos) con
los vicios y violencia de su definición dentro de las modernas familias
disfuncionales: hija propiedad de la madre; y como mujer: su relación con el
marido. La hunde siempre su dependencia emocional de ambos medios y el rechazo
del padre, que en realidad es defensa propia del padre de la violencia de la madre,
que se ve obligado a abandonar a la hija al abuso permanente de la madre. Y
luego, al intentar superar todo esto destacando mediante el patinaje, le piden
que de una imagen de “normalidad social” cuyo esfuerzo en realidad la vuelve a
hundir en el pantano del que quería salir.
4)
La madre es un personaje muy interesante porque
tiene totalmente claro el precio y el medio para superar su situación de precarios,
pero al mismo tiempo está reventada, destruida y tanto construye como destruye
a su hija “para hacerla fuerte”, sabiendo que es la única manera en que puede
competir y destacar (y "realizarse" ella misma a través de la hija).
5)
Llama la atención que siendo Margot Robbie una
guapísima actriz como lo ha demostrado en películas como el Lobo de Wall
Street, aquí aparece maquillada resaltando un rostro duro, cuando la verdadera
Tonya, según se puede ver en los videos que reproduce la propia película tiene
una cara y una voz mucho más dulce, que de hecho contrasta más con lo brutal de
su historia. ¿Por qué hicieron eso en la película, ya sea el director o la
productora-actriz? Porque curiosamente, cuando ocurrió el hecho real fue claro
que se buscó polarizar las imágenes de la Kerrington como princesa de cuento y
Tonya como camorrista, cuando en tanto en imagen no había tanta diferencia, y
además, ¿por qué en la película no profundizan en la relación de amistad que la
Harding dice que existió entre ellas, compartiendo cuartos de hotel y demás?
domingo, 14 de abril de 2019
Otro
Caso para Me Too.
Un profesor de matemáticas y
al mismo tiempo reverendo de veintitantos años, invitaba a las vecinas de sus
alojamientos universitarios, 3 niñas, hijas del rector, a tomar té en su
departamento. Las acompañaba en paseos dominicales en lancha por el río cercano
a la universidad y aprovechando que era un excelente retratista de artistas,
escritores y académicos, les tomó fotografías disfrazándolas de ninfas o de
pordioseras. Las niñas le pedían que les hiciera trucos y les contara historias
divertidas. A partir de una historia contada en un paseo en bote, escribiría
dos novelas con una de las niñas como protagonista. Los libros se convirtieron
en uno de los mayores éxitos de la historia. Muchos años después un príncipe se
enamoraría de esa niña, aunque se casaría con un rico empresario, y años después,
a los 84, una universidad de Estados Unidos le otorgaría a Alice Lydell un
doctorado honoris causa por ser la protagonista de ambos libros. Fue recibida con
una gran fiesta en el puerto de Nueva York y se le pidió que tocara la campana
de Wall Street.
Afortunadamente eso no ocurrió en tiempos del Me Too o no tendríamos Alicia en el País de las Maravillas. Las cosas no son blancas o negras como en el tablero de ajedrez. Justamente hay un amplio espacio de intensidades en el que se desarrollan las personas sensibles, que no pueden ser entendidas por las personas burdas que si oscilan directamente entre los extremos.
lunes, 4 de marzo de 2019
El Exilio en el Corazón del
Otro.
Rodolfo
Uribe Iniesta.
“En primer lugar parece que el objeto de la
vida es pasar hambre, emborracharse y embarcarse (para el caso da lo mismo)”
Malcolm
Lowry (PCP, p.98).
Lo primero que cabe señalar es la vigencia que tienen los autores que de
los que vamos a hablar en esta mesa en nuestro país. Llama la atención que sus
obras, especialmente las de Lowry y la de Greene tengan tanta aceptación frente
a otras novelas sobre México escritas por extranjeros; quizás sea sólo por su
gran calidad literaria, pero yo sospecho que hay algo más. Que lo que está
detrás es la seducción morbosa por la visión del otro que en pleno rechazo o
identificación –pero siempre honestamente angustiado- dice algo más sobre nosotros
de lo que comúnmente queremos aceptar.
En 1938 se dio la mayor confrontación entre
México e Inglaterra al decretarse la expropiación petrolera. Curiosamente ese
año, se encontraban en México dos de los más importantes escritores ingleses
del siglo XX: Graham Greene y Malcolm Lowry. Y diez años antes D.H. Lawrence
había publicado otra importante novela sobre México. En el caso de Greene,
quien además es periodista y acepta venir al menos en misión de la iglesia
católica para investigar los excesos anticlericales, se sospecha que su visita
tenía motivaciones políticas relacionadas con la cuestión petrolera, aunque
tanto en su crónica como en su novela apenas menciona el tema. Pero lo interesante
es que para los tres México vendría a significar una confrontación con sus más
íntimas creencias y conflictos. Greene, aunque trata de mantenerse en un nivel
político y existencial, no duda en iniciar Caminos sin Ley refiriendo
situaciones de infancia y juventud que lo llevarían a intentar suicidarse en
relación a las emociones que lo llevará a sentir el trópico mexicano. Sobre
todo en referencia a la comprensión del otro, del diferente, del contrario. Un
tema que de ahí en adelante regirá su obra. Lawrence avanza en la línea de
reconocimiento y comunión con las fuerzas telúricas particularmente sexuales que
más tarde expondrá luego revertidas en su natal bosque de Nothingham –exhumando
tradiciones druídicas- en las tres versiones de El Amante de Lady Chaterley; y
produce una densa novela que muestra el choque entre una inglesa histérica y un
cristianismo telúrico-fálico que termina seduciéndola con su propio terror y
haciéndola parte de un levantamiento, en un claro caso de sincronía de amor y
política como un ejemplo del status nacenti que luego teorizaría Francesco Alberoni.
Curiosamente, la histeria de esta heroína es muy similar a la real que describe
sentir Greene en su propia crónica. Lawrence luego manejará un nivel de
aceptación más pleno de la sexualidad en
obras posteriores como La Mujer que Vino a Caballo y Haciendo el Amor con
Música y finalmente la ya mencionada Lady Chatterley.
Lowry, que llegó a México vía Acapulco un
primero de noviembre, comienza a trabajar la primera de las cuatro versiones de
Bajo el Volcán en 1936 (ver como lo cuenta en OCTYA, p.173) –aunque finalmente
la ubica en 1938-, directa y profundamente definirá a La Mordida, o sea a
México, como un paraíso infernal. El lugar de todas las posibilidades y todas
las bellezas y al mismo tiempo de todas las infamias y todos los horrores.
En Greene lo que funciona es una inmanencia de
vacío que tiene que ver con la falacia ideológica que encuentra tanto en los
creyentes católicos como en los ateos, un vacío que se agudiza con el calor
tropical y que no es el mismo que encuentra en Africa a pesar de que al
principio quiere trasladar el Corazón de las Tinieblas a Tabasco. El Congo al
Grijalva. En Lawrence es una mística que se presenta como católica, pero que en
realidad es un sustrato terrible de un cristianismo nativo machista y violento
que tiene todas las coloraciones del cristerismo jaliciense. En Lowry es
directamente el paisaje y un tono fuerte de la vida y las pasiones que, a
diferencia de los otros, plantea explícitamente la duda de si es inyectado por
el propio autor o le es dado sólo por el entorno. Siempre hay el juego del
infierno propio o el delirium tremends proyectado sobre el paisaje, y la
afirmación por el propio paisaje de tal delirium o infierno con la
materialización de mensajes, alegorías y símbolos a veces aparentemente inocuos
o banales como el perro acompañante o abiertamente ominosos como la señora de
la gallina; pero siempre al mismo tiempo irónicos, ambivalentes y equívocos.
Lo que hay de común en estos autores es que
cada uno huye y critica su propia civilización inglesa como algo decadente
básicamente por una mala calidad de la vida íntima, un lugar donde se niegan
las emociones, se esconden. Donde no encuentran una vida plena. Paradójicamente
Greene, quizá el más “inglés” de los tres, en este sentido, dice que en el
trópico siempre algo está muriendo, pero declara venir a un país donde la
política aún significa vida o muerte, pasión. Y aunque no utiliza la corriente
de conciencia que exhibe al inconsciente generando el escándalo generacional
iniciado por Joyce, instrumento esencial para Lowry, ni explora los deseos
sexuales con la intensidad de Lawrence, finalmente su mayor interés está en la
incongruencia siempre trágica entre las exigencias de los roles y el personaje
concreto.
Aunque
al llegar aquí puedan aterrarse con lo que encuentran, o incluso, él que más
gusta del país, Lowry, planteé justamente vía sus personajes la imposibilidad
de permanecer o hacer algo de provecho en el paraíso – “Yet in the Earthly Paradise,
what had he done?” le pregunta a Jaques Laurelle; y haga soñar a sus
personajes con la paz (que él mismo finalmente buscó) de los paisajes de los
desiertos fríos del norte en Canadá como bálsamo, incluso justo cuando Firmin
se da cuenta de que será asesinado (UV,p 394). Lo importante en cada autor es
como se maneja el contacto o choque. En los dos primeros hay un evidente susto
y rechazo que se exalta en el caso de Greene, o se matiza y acepta como
seducción en el caso de Lawrence. Greene directamente referirá el terror de ser
absorbido, integrado en el paisaje. Se horroriza de encontrar que en Tabasco su
nombre y su apellido son apellidos comunes de personas que él califica como
mestizos y morenos cuya conducta tiene todas las agravantes que le encuentra al
mexicano tropical, y que son señales de que seres como él fueron absorbidos por
el medio. Describe como su peor pesadilla de las horribles tardes de siesta la
visión de unas señoritas Greene dando vueltas por Plaza de Armas mientras él
platica con un corrupto jefe de policía apellidado Graham. Lowry, por el
contrario, se identifica y sumerge profundamente en la identificación y
convivencia más profunda que puede con lo mexicano, y curiosamente, es el único
que es rechazado por el sector oficial, siendo expulsado en medio de la más
desesperante persecución burocrática de la policía mexicana. Claro que todas
estas experiencias, crónicas y obras están atravesadas por distintas formas y
niveles de identificación con las posiciones políticas dominantes en el
momento. Lawrence abiertamente busca una condición esotérica profunda para
justificar al movimiento cristero más allá de la disputa de la curia vaticana
contra el Estado Mexicano. Tanto Greene como Lowry hacen referencias directas a
la Guerra civil española, donde toman partidos contrarios, e incluso Greene usa
este viaje para apoyar a franquistas y sinarquistas; mientras Lowry simboliza
la esperanza con el interés del hermano menor del cónsul que participa en dicha
guerra y en todos sus escritos denuncia el avance del sinarquismo-almazanismo. Es
muy razonable pensar que Greene participó –aunque él no lo dice- en las
maquinaciones del sinarquista Salvador Abascal en Tabasco que concluirán con la
llamada matanza de “La Conchita” en 1939, cuando coincide clandestinamente con
él en Villahermosa; mientras Lowry abiertamente se identifica con los
agraristas, siendo un hecho central en su experiencia y en las dos novelas
mexicanas, la amistad con uno de ellos, quien será, como explicaría luego a
Jonathan Cape, el modelo al mismo tiempo para el Dr. García Vigil y Juan Cerillo
y el personaje de referencia de Obscuro como La Tumba donde Yace mi Amigo. Y
hay una conexión paradójica entre Greene y Lowry: Juan Fernando Márquez o
Atonalzin (Day, p.264), el agrarista amigo de Malcolm será asesinado en un
pleito de cantina en Tabasco y será enterrado en Villahermosa, como nos informa
el propio Lowry (PCP, p.20). Márquez muere en 1939 cuando la restauración
religiosa toma sus momentos más violentos con la eliminación física sin
contemplaciones de los líderes obreros, intelectuales y campesinos del
garridismo; así que no es imposible pensar que lo de pleito de cantina, sea,
como casi siempre, en la historia de México, un eufemismo que el propio Lowry
tomará literalmente declarando que Márquez muere por exceso de alcohol y cuya
mecánica describe tan minuciosa y profundamente en el último capítulo de la
versión definitiva de Bajo el Volcán.
En los tres autores el paisaje será mucho más
que mero escenario, coinciden en que a diferencia de otros lugares, para ellos
en México el paisaje es descrito o definido como la principal fuerza o potencia
que determina la vida de las personas. No hablan simplemente de un fatalismo,
sino de un sino definido por los impulsos determinados por los paisajes
específicos, el marasmo tropical de los pantanos y la selva con Greene y no se
diga ese continuum entre la Barranca y el Volcán de Cuernavaca, y la gruta-cantina
(“El Farolito”) –como describe a Oaxaca- que compacta Lowry en su Quauhnáhuac
literaria, rodeados por esa “Selva” simbólica tanto por el nombre topográfico
de la ciudad real como por las implicaciones dantescas que le da a la novela;
como la física en que pierde a Ivonne; y que al mismo tiempo es la belleza y el
orden del Jardín que contrasta con la desazón interior y el delirium tremends
del cónsul. Esta, sin dejar de ser una reconstrucción imaginaria, impresiona
todavía hoy por la extensión y precisión con que describe a la Cuernavaca real.
Pero en esta Quahnáhuac, que además define como un resumen de sus tiempos, lo
particular es que siempre está a la vista al mismo tiempo el Volcán (la
belleza, la majestuosidad y que además identifica a la Hawaiana Yvonne,
descrita como mujer profunda, vivida, compleja, igualmente sufriente pero
básica y finalmente hermosa, Jan –la primera esposa- la promiscua por sus
acciones pero cubierta de la bondad y paciencia de Marjorie –su segunda esposa-;
pero al mismo tiempo el volcán es sombra ominosa que en su primer cuento del
tema equipara a Moby Dick (ver Day, p.245)), que la Barranca: “Quaunáhuac was
like the times in this respect, wherever you turned the abyss was waiting for you round the corner” (UV,p.61); mientras
los personajes deambulan por una selva urbana que ya entonces describe –por
ejemplo en el trayecto del primer capítulo de Jaques Laruelle del Casino a
Acapatzingo- como un laberinto en decadencia poblado de fantasmas. De acuerdo
con la descripción de la novela, del cine Morelos hasta Humboldt, pasando por el zócalo y hasta
la barranca de Amanalco es un jardín; y al oriente, cruzando el puente, Acapatzingo,
su cárcel, la casa de Maximiliano (que al mismo tiempo son el Jardín Borda), la
zona roja y arriba al norte, la colonia llamada “selva”, y de alguna manera
hasta su Tomalín y Chapultepec-El Parián son Selva. De hecho en el imaginario tanto del
cónsul como de su hermano hasta la comida en Tomalín, aparentemente más allá de
este lugar no hay sino el mar y las culpas que ambos dejaron en Europa. Y no es
sino en la comida que aparece Tlaxcala en el delirium como otro lugar de escape
para reproducir un pasado semejante a lo que fue Granada, España y para
contraponerlo a la invitación de García Vigil a Guanajuato. Y se menciona
Veracruz para separar a Hugh de Yvonne. No deja de llamar la atención que
mientras Greene describe a Frontera como el Puerto atrapado entre carroñeros
(scavangers), zopilotes en el aire y tiburones en el río, Lowry, entre otras
cosas, califica a Quaunáhuac de ser dormitorio de zopilotes y ciudad de Moloch
(Ibid.).
Mientras Greene y Lawrence tienen un rechazo
crítico a la vida en su país, en realidad en ese momento están bastante bien
situados en su sociedad y contexto –aunque posteriormente tengan que realmente
exiliarse; mientras que Lowry realmente se siente expulsado desde antes por su
condición de inadaptado. Pesa la culpa tanto de lo hecho como lo no realizado
que en la novela reparte entre los dos hermanos, Geoffrey (el asunto del
Samaritano) y Hugh (su fracaso como compositor, más aún como alguien que
debería de destacar en esa sociedad), pero además, sobre el proyectado alter
ego de La Mordida, Martin Trumbaugh, pensará:
“La
tragedia de alguien que se salió de Inglaterra para poner unos cuantos miles de
millas de océano entre él y los matones estériles y los profesorcillos
homosapientes de literatura inglesa…y que son responsables de la misma
dictadura de opiniones que nunca se fundan en una experiencia o en un
sentimiento compartido o en la identidad con un escritor particular o en el
amor a la literatura o ni siquiera en un conocimiento intrínseco del arte de
escribir, y que tampoco se formula independientemente, sino que es por entero
una cuestión de camarillas que tienen además, el objeto de cortar en botón
cualquier florecimiento competitivo del genio contemporáneo original, que de
ninguna manera serían capaces de reconocer si lo vieran.”
A
diferencia de los otros dos, Lowry busca y de alguna manera encuentra, en su
México profundo, en su México del alcohol, refugio, al mismo tiempo que es
expulsado del país superficial, cotidiano, legal y real de La Mordida. En un
momento del delirium Firmin llega a decir: “I’m thinking of becoming a Mexican subject”
(UVp.343), es decir, todo lo contrario al Greene de Caminos Sin Ley. Y lo
enfatiza como una huída a la otredad al compararlo siempre con el deseo de
convertirse en William Blackstone que defecciona de los colonos ingleses y se
va a vivir con los indios (un Gonzalo Guerrero norteamericano). El refugio son
los otros, pero al mismo tiempo, en el caso del cónsul es una caída, un
indefectible viaje a la obscuridad. Cuando realmente se convierte en William
Blackstone es porque llegó al fondo del laberinto y está en el infierno terrenal y cuando ya es
preso de los demonios físicos que están a punto de asesinarlo. Y sin embargo
aquí apunta un detalle puritano en Lowry que lo hermana a Greene y Lawrence: el
punto más bajo de la caída, le centro del laberinto es la copulación con la
prostituta: ¿quiere María?
Y los
tres, por supuesto, también sintomatizan formas distintas frente al deseo, el
amor y la pasión. Desde la histeria de Greene que se aterroriza ante la
franqueza y apertura de las mujeres tropicales mexicanas, hasta la igualmente
histérica búsqueda, susto y sometimiento a la pasión de la heroína de Lawrence,
pasando por supuesto por un más natural, complejo y humano Lowry que de entrada
enmarca su obra con la alegoría y al mismo tiempo epitafio del cónsul, tomado
de Fray Luis de León: “No se puede vivir sin amor”. Aunque Lowry no objetiva el
deseo en los otros, sino que en este hay una igualdad entre extranjeros y
mexicanos. Si Greene y Lawrence encuentran el contraste con los nativos por su
apasionamiento, Lowry no es diferente a ellos, y en ese sentido, a diferencia
de sus connacionales, encuentra identificación. Sus personajes son directamente
apasionados, todos. La pasión es, por supuesto, el infierno que acusan,
aterroriza y seduce tanto a Greene como a Lawrence, mientras que Lowry –como lo
haría después Tenesse Williams- lo reconoce como lugar propio, incómodo y
peligroso, pero natural, atractivo, sino incluso habitual, pero además interno,
transportado. Lowry hace evidente que ve con los ojos del delirium tremends del
Cónsul, que no hay una realidad absolutamente independiente, neutra y común a
todas las culturas e individuos –el tema del libro que dice el Cónsul estar
escribiendo. Y lo equiparará con el sentido que para él tiene el alcoholismo
como dimensión existencial y que reconoce como costumbre del mexicano. Más aún reconoce, al igual que los
mexicanos el status ontológico de la inmersión en el alcohol: “But
without mezcal, he imagined, he had forgotten eternity, forgotten their world’s
voyage, that the earth was a ship, lashed by the Horn’s tail, doomed never to
make her Valparaiso”. (UVp.329) (Pero sin mezcal,
imaginó, había olvidado la eternidad, había olvidado su viaje al mundo, de que
la tierra era una nave fustigada por la cola del cabo de Hornos y condenada a
no llegar nunca a su Valparaíso).
Y así como antes Ambroce Bierce prefirió ser asesinado en México (¿hay
otra forma de morir en ese país –el literario digo-?) que vivir en Estados
Unidos; tras él los beatniks y Tenessee Williams recuperarían existencial y
literariamente a México como la dimensión de la pasión y el delirio en la
comunión del alcohol y las drogas. Y define al alcoholismo -al igual que
Bourroghs respecto a la heroína, es lo que hoy llamamos un adicto consciente-
como un estado existencial, el problema no es beber sino el malestar, nos dice:
“Incidentalmente
todo lo que se ha escrito sobre la bebida es absurdo. Hay que empezar otra vez
por el principio. Pensar en el conflicto interior, la tristeza abrumadora que
también nos puede llevar a participar en la trágica condición humana, en el
conocimiento propio, en la disciplina. El conflicto es de suma importancia. Gin
con jugo de naranja es la mejor cura para el alcoholismo, cuya causa verdadera
es la fealdad y la completa e incomprensible esterilidad de la existencia tal y
como nos la venden”(PCP,
p.33).
Y a pesar del clima
existencial del alcohol, el amor y la pasión, él mismo declarará que tanto Bajo
el Volcán como Obscuro como la Tumba donde Yace mi Amigo, tienen un tema común
que define como se ve implicado, envuelto, él mismo en la propia trama de la
novela que escribe:
“La
inenarrable e inconcebiblemente desolada sensación de no tener derecho a estar
donde se está; las oleadas de inagotable angustia perseguidas por el insaciable
albatros del yo.
Hay
un albatros realmente.” (PCP,
p.10).
Ese albatros si leemos
con atención es él único monstruo que no merece una alegoría en Bajo el Volcán,
no se materializa ni en el paisaje ni en el delirium tremends, aunque Díaz
Vigil, Quincey, el vecino – por Thomas De Quincey-, Jaques Laurrelle y todos
los cantineros incluida la viuda Gregorio acusan: el gran ego que le impide a
Firmin perdonar totalmente a Yvonne y que se preocupa más por el próximo trago
de alcohol que por el milagro de recuperar a su mujer, a pesar de reconocer él,
en el bar del Vista Hermosa: que son “absolutamente necesario”.
En esta idea, en la
imagen del albatros aparecen dos dimensiones profundas que impiden la
reconciliación con la realidad cotidiana y con la vida como le es dada y que
explican la necesidad intrínseca de la fuga permanente, la agonía permanente:
“Y
siempre otra vez a lo largo de su vida futura una agonía lo impulsa a viajar de
una tierra a otra”.(PCP, p.44)
Y concurrente con lo
anterior la no adaptación, identificación radical que menciona en sus planes
para lo que sería la tercera novela mexicana, La Mordida:
“Es
preciso decir en alguna parte que Martin había vivido tanto tiempo en este
planeta que casi había conseguido creerse un ser humano. Pero en su fuero
interno sentía que esto no era cierto o sólo parcialmente cierto. No podía
encontrar su visión del mundo en ningún libro. Nunca había conseguido descubrir
más que un aspecto superficial de sus sufrimientos y de sus aspiraciones y
aunque se había acostumbrado a fingir que pensaba como toda la gente, no era
éste el caso”. (PCP, p. 107)
Aclara que “lo
que en realidad estoy tratando de hacer con Martin es conocer exactamente su
posición de aislamiento” (PCP, p.104); aislamiento y huída al
describirlo como un peregrino que retrata perfectamente al propio Lowry, al
decir que el horror en La Mordida será el horror del Peregrino:
“El
hombre en primer término, por ejemplo, es el Protagonista, volviendo el rostro
para no ver su propia maldición como cree, y cojeando hacia lo desconocido;
abandonando su pobre casa, aunque está cometiendo un grave error, pues su pobre
casa es su salvación; como una imagen de su nicho en el otro mundo que ha sido
ofrecida de antemano. Su obligación era la de purificarla y reconstruirla,
antes de ponerse en marcha…Al carajo con todo esto…Yo creo que lo que pasa con
Martin es que Jerónimo Bosco es literalmente el único pintor que puede apreciarlo
todo…”
Es esto lo que lo
arrastra indefectible e inevitablemente a la obscuridad.
Y en el universo
resumido que es el proyecto de La Mordida, los agentes de migración adquieren
una relevancia metafísica:
“Sobre la libertad de todos los hombres pesa la sombra del inspector de
inmigración con su tarjetita…(y sus 5 hijos, su preocupación por su esposa, sus
ingresos insuficientes, su temor a ser despedido, su alergia…) haciendo
preguntas que uno no puede contestar…
De esta manera sutil los viajeros pierden su verdadera libertad dentro
de su propio mundo…” (PCP,
p.40-43).
Pero lo específico del
personaje del Cónsul, y quizás lo que lo convirtió ya en un arquetipo universal
es que, más allá de un alter ego de su trayecto existencial mexicano, como
serían luego Sigborn Wilderness y Martin Trumbaugh, es que al cónsul como
personaje lo planeó como:
“suponiendo que todo el
sufrimiento y el caos y los conflictos actuales tomasen repentinamente una
forma humana. ¡Y tuvieran una conciencia propia!...un hombre…ante quien la gran
traición del espíritu humano tomara la forma de una traición privada y
angustiante…y estaría conciente, pese a todo, de los sufrimientos que la
humanidad tendrá que atravesar pronto.”(Day, 294).
Y si Greene vive la
pesadilla de convertirse en un mexicano, Lowry vive la pesadilla de reproducir
su propia novela, de vivirla, hasta que
finalmente la última versión en mucho fue ya narración de sus experiencias.
Declara que “la agonía de Martin Trumbaug está relacionada con la agonía de repetir
experiencias” (PCP, p.44). De acuerdo con Day (p.260 y ss.) en 1937
escribe un primer cuento centrado en lo que será el incidente del indio muerto
en el viaje del camión a Tomalín donde aparecen “El Cónsul”, su hija Yvonne y
su yerno Hugh y después, según las narraciones de amigos, Lowry vivirá la vida
del Cónsul tal y como se narra en la versión final de la novela incluida la
fuga de su esposa Jan con un verdadero Cónsul vecino de la calle Humboldt a
Veracruz. Quizás por eso una de las voces en el Salón Ofelia le parecen decir
que “Casi
hasta la mala poesía es mejor que la vida”(UV,p.329); y en Por el Canal
de Panamá afirma de un nuevo proyecto literario: “la novela trata de un personaje
que de pronto se encuentra envuelto en la trama de la novela que él mismo ha
escrito, como me pasó a mí en México”(PCP,p.9). Y la reiteración
estaría cuando vuelve a México después de la primera expulsión de 1938, y el 10
de enero de 1946, en un departamento rentado casualmente en la misma avenida
Humboldt (llamada Nicaragua en al novela) en Cuernavaca, luego de una crisis de
alcoholismo se corta las venas de la muñeca izquierda. Luego del incidente
decide ir con su segunda esposa, Marjorie, a Oaxaca a buscar a Fernando sólo
para encontrar la noticia de su muerte, “muerte por alcohol” en pleito de cantina,
muy a la mexicana, como el Cónsul. Y para colmo, luego de esto, regresando a
Acapulco, nuevamente será confrontado y expulsado por las autoridades
migratorias mexicanas (Day, p.390 y ss.). Dirá que “otra manera de concebir a la
muerte es como la concibe un inspector de inmigración mexicano” (PCP,
p.121).
En resumen: tanto Greene como Lowry producirán
textos directos sobre su experiencia en México: crónicas, cartas, reflexiones y
en el caso de Greene lo publica como crónica. Mientras Lowry en lo que produce
para publicar transparenta su experiencia en Obscuro como la Tumba Donde Yace
mi Amigo y Por el Canal de Panamá. En ambos casos ambos producen una novela
destacada, y ambas novelas son una reconstrucción de la realidad mexicana desde
dos perspectivas radicalmente distintas, el rechazo total y la aceptación: para
uno no habría peor cosa que convertirse en Mexicano o morir en México y para el
otro, el dolor es haber sido expulsado dos veces del país. Sin embargo, ambos coinciden
en utilizar el paisaje mexicano para generar una realidad metafísica que
califican como el verdadero México, para darle coherencia y congruencia, en el
caso de Greene, o para perderse en los meandros de su infernal laberinto
descrito desde la cámara subjetiva ¿por qué John Houston no pensó en eso,
porque filmó todo desde afuera cuando la novela narra todo desde adentro? Del
delirium tremends del cónsul en el caso de Lowry. Para Greene es la otredad
absoluta, lo abominable, pero al mismo tiempo algo que lo puede absorber,
mientras que Lowry lo ve como una exteriorización de su propio paisaje
interior. En ambos casos pero con sentidos radicalmente diferentes es el lugar
de “perdición”. En ambos casos, siguiendo a Conrad todo el tiempo, se habla de
viaje a la obscuridad. Greene describe el viaje por el Grijalba de Frontera a
Villahermosa como una incursión en la obscuridad, mientras en Obscuro... Lowry
describe la llegada a Oaxaca como una caída. En ambos casos es un abismo y lo
que cambia es la actitud, Greene se espanta y retrocede, y toda la historia de
Bajo el Volcán es la de la Atracción del Abismo. Y a diferencia de Greene es
consicente de de la advertencia de William Blake de que cuando observas un
abismo, éste te observa.
Tanto en Greene como en Lowry, la mujer es
parte de este abismo, quizás igual que Conrad al final la había definido como
“el horror”, en una recursividad que al final del Viaje a las Tinieblas
devolvía la explicación de la locura de Kurtz del nacimiento del Congo a las
impecables habitaciones de una ciudad europea. Igualmente aquí se manifiesta el
miedo de Greene al deseo femenino y la fascinación de Lowry, el impotente ante
Jan, por las mujeres promiscuas como su angelical personaje imaginario Ivonne o
su terriblemente real Jan; terror que queda manifestado en el lugar y papel de
la María con la que finalmente copula el cónsul. La copulación retrae el
delirium a la peor de sus experiencias en el hotel Francia de Oaxaca:
“a
medida que los dedos del Cónsul recorrían el cuerpo de la muchacha, crujía la
electricidad bajo sus caricias, aunque la ilusión sentimental se desvanecía,
estaba hundiéndose en el mar, como si no hubiese estado ahí, habíase convertido
en un mar, en un horizonte desolado donde navegaba vertiginosamente un enorme
barco negro, con el casco oculto deslizándose hacia el ocaso; o bien su cuerpo
no era nada, sino una mera abstracción, una calamidad, un diabólico aparato
para producir sensaciones calamitosas y enfermizas; era el desastre, era el
horror de despertarse por la mañana en Oaxaca…”(UV, p.389)
E inevitablemente es la caída abisal:
“Y el
silencioso y tembloroso acercamiento final, respetable, sus pasos hundiéndose
en la calamidad ( y era esta calamidad ahora, con María, penetrada, la única
cosa viva en él ahora este ardiente e hirviente maldito órgano crucificado
–Dios, ¿es posible sufrir más que esto?, De éste sufrimiento algo tiene que
nacer, ¿y qué podría nacer sino su propia muerte?”)…
“(y
esta calamidad que estaba ahora penetrando, era la calamidad, la calamidad de
su propia vida, su misma esencia ahora penetrada, estaba penetrando, estaba
penetrada)
(UV,
p.390).
Aunque para ambos autores es la caída, ésta
significa algo muy distinto para cada uno. Para la histeria de Greene genera un
rechazo total que le obliga a huir; para Lowry es la posibilidad de encontrar
refugio justamente por su carácter de selva límbica en el sentido dantesco, un
laberinto que hay que penetrar. Para Lowry más que salvación simple se trata de
una terrible realización, de oportunidad de iluminación, tentación/perdición.
Es una selva jardín o un jardín que se llama Selva, paraíso en todos los
sentidos, incluyendo los más terribles, la indiferencia y la violencia; la
fragilidad de la felicidad y de la belleza que hace que un jardín fácilmente
vuelva a ser una selva, laberinto asiento
arquetípico de la obscuridad. Un jardín y un laberinto que cotidianamente, los
que vivimos aquí, sobre todo quienes hoy gobiernan, hijos de los sinarquistas
que denunciaba Lowry, procuramos destruir.
Y en fin, mientras
Greene simplemente maldice a México, la despedida de Lowry es más compleja, de
alguien más lastimado:
“Los
mexicanos son los seres más bellos sobre la tierra. País adorable. El gobierno
mexicano todavía parece controlado por satanás; eso es lo único malo. Todos los
mexicanos lo saben, lo temen, y a fin de cuentas, no hacen nada para remediarlo,
a pesar de las revoluciones; en el fondo el gobierno está más corrompido que en
la época de Díaz.” (PCPp.31)
“¡Adios,
territorio de La Mordida –adiós y que Cristo te envíe el mayor dolor! (Bueno,
retiro esto último: Cristo ya te ha enviado suficiente. ¡Mejor vive, maldito
México, y seas ejemplo para los hombres de la caridad cristiana que profesas y,
si no, que la abominación te destruya!).(PCPp.73).
Bibliografía.
Day, Douglas. 2001. (original 1973) Malcolm Lowry.
Una Biografía. Fondo de Cultura Económica. México.
Greene, Graham, 1981. The Power and the Glory. Penguin. London .
Greene, Graham. 1982. (original, 1939) The
Lawless Roads. Penguin. London .
Lawrence, D.H. 1981. (original, 1926) The
Plumed Serpent. Penguin. London.
Lowry, Malcolm. 1987 (original 1947) Under The
Volcano (UV). Ed. Penguin. London.
Lowry, Malcolm. 1977 (original 1961) Por el Canal
de Panamá (PCP). Traducción de Salvador Elizondo. Ed. Era. México.
Lowry, Malcolm.
1981. (original, 1968). Obscuro como la Tumba donde Yace mi Amigo (OCTYA). Ed.
Bruguera. México.
DE LA CRÓNICA A LA NOVELA: LA
INVENCIÓN DEL TRÓPICO COMO ESTADO DE ÁNIMO EN LA OBRA MEXICANA DE GRAHAM GREENE.
Rodolfo
Uribe Iniesta.
Programa
Estudios de lo Imaginario.
Centro
Regional de Investigaciones
Multidisciplinarias-UNAM.[1]
“la ficción es una de las
necesidades primordiales de la naturaleza humana, y alguien tenía que ponerse a
edificar de nuevo en aquel mundo vacío”.
Graham Greene, La Infancia Perdida y Otros Ensayos.
introducción.
El
autor inglés Graham Greene es uno de los más representativos del siglo de las
ideologías, es decir, del siglo XX. Las ideologías en el siglo que se aleja se
convirtieron en medida del hombre y guía de la sociedad. Fue por eso que
también en este siglo floreció el existencialismo como la voz del hombre
viviente a pesar y/o gracias a esos grandes
constructos abstractos que amenazan con aplastarlo o encumbrarlo (que es
otra forma de aislarlo y destruirlo). Es curioso como los finales de la
historia y las ideologías anunciados en su momento durante este siglo tanto por
el nazismo, el comunismo, como por el neoliberalismo de los años 90 se da por la
supresión de la diversidad de ideologías y no por la superación de las mismas
como guía total de la vida humana. En su momento y lugar, o ahora autodefinida
como global, una sola visión ocupa todo el campo de pensamiento haciendo
imposible otra concepción y a eso le llamamos el fin de las ideologías; y no a
la concreción de una vida intelectual, motivacional y política basada en
ideales de diferente nivel. Como expondrá Greene a lo largo de su obra, las
ideologías, cualesquiera que sean éstas, son lo contrario a la ética; el
llamado fin de las ideologías que vivimos, no es la de su derrota por la ética,
sino el simple triunfo de una de ellas, y al desaparecer la diversidad,
desaparece el conflicto como espacio que nos permitía ponerlas en juicio y
contrastarlas contra principios éticos que en paquete son descalificados al
considerarlos como “ideas premodernas”. Además, como es visible también en las
obras de Greene las ideologías no son capaces de abarcar la totalidad de la
vida de ningún individuo, por lo que su triunfo a nivel individual ha venido a
significar la extirpación o cuando menos autoenmascaramiento o inconsciencia de
importantes dimensiones de la vida humana.
Minusvalorado por escribir dentro de un género
calificado por la academia como mero entretenimiento: novelas de espías; el
tema principal a lo largo de 60 años de producción literaria de Greene fue el
de la inconmensurabilidad del individuo frente a los retos que le imponían los
compromisos ético-ideológicos, fueran estos políticos o religiosos. Es una
problemática que él llama de lealtades divididas: el dilema entre cumplir con la ética
religiosa y los compromisos afectivos e íntimos, o con los principios políticos
o profesionales. Se vive con la imposibilidad de cumplir con ambas dimensiones
que desgarran al individuo, y esta incapacidad es vista como una deslealtad.
Sin embargo
en varias de sus novelas va más allá del simple planteamiento de las
deslealtades como juego de opciones,
apuntando a dimensiones más trascendentales que se desarrollan en el
sufrimiento interior de la consciencia de sus personajes frente a sus situaciones. Esta consciencia, que es el
punto de perspectiva de su narrativa,
como define el filósofo polaco Jankelévich [2]
a toda consciencia, sólo puede ser “mala consciencia”. Es decir, claridad de
los límites y las imposibilidades
propias. Al mismo tiempo –en sentido contrario- toda su obra literaria es una
acusación contra aquellos seres que carecen de esta dimensión interior, y que, curiosamente, por motivos diferentes
en distintos momentos, pueden ser los mexicanos y los estadounidenses. Seres
que caracteriza por una especie de infantilismo monstruoso.
Las
situaciones en su obra serán aquellas
condiciones de cotidianeidad determinadas en los lugares claves de choque de
los grandes conflictos ideológicos del siglo: Europa y México en los 30, África
y Vietnam en los 50, Cuba y Sudáfrica en los 60, Haití, Centroamérica y
Argentina en los 70, etc. La mala consciencia consistirá básicamente en darse
cuenta de la imposibilidad del individuo para dar la talla que exigen los
ideales históricos, y al mismo tiempo, como consecuencia de ello, develar su
naturaleza inhumana. Este es el fondo que aparece siempre detrás de las
complejidades de los seres más comprometidos, que lo mismo son los espías de la
guerra fría que los misioneros religiosos en un leprosario africano, es decir,
todo aquel que se ocupa de materializar las ideas en el mundo. Estos, según
Greene, serán los seres que más desarrollarán-sufrirán la consciencia de la
inconsecuencia humana y la intrínseca debilidad del ser ante la vida,
presentada casi siempre como el abismo entre la fe y los discursos y relatos
llámense religión o Estado. Pero al mismo tiempo le queda claro a Greene que
esta consciencia sólo puede ser producto de la imposibilidad de actuar; cuando
la acción se da intensamente, como le sucede a los misioneros de los
leprosarios de Sierra Leona, éstos resultan culpables de no tenerla, no tienen
tiempo de desarrollarla al revés que el funcionario colonial cuya acción se ve
obstruída. Por eso, describe al mundo cotidiano como un Campo de Batalla, en el cual, como en toda guerra, la mayor parte del tiempo se ocupa en
prepararse y esperar entrar al combate. Y este cuando ocurre -si no se quedan
esperando al enemigo como los personajes de
Dino Buzzati (Esperando a los
Bárbaros)- es corto, intenso y fatal[3].
Greene nos va a resaltar también una dimensión más importante, contemporánea y
cotidiana de la guerra de ideologías: la de los servicios de inteligencia, donde
no basta con el sacrificio físico del soldado, sino que es necesario el
concurso y desarrollo de todas las capacidades intelectuales, la conformación
de la vida entera y la personalidad de acuerdo con los fines a perseguir y la
renuncia a todo reconocimiento social a su labor. Por eso para John Le Carré el
buen espía se logra sólo cuando está totalmente construido por el Estado dado
que ante todo es el hombre del Estado (ver El
Espejo de los Espías), y quizá por eso en la transición al momento político
actual los líderes de los servicios de inteligencia de las dos superpotencias
asumieron directamente el liderazgo estatal:
Yuri Andropov y George Bush. Sin embargo, esta cosmología propia de
Greene de choque de ideologías se va a ver ampliada cuando encuentra en México
elementos que le resultarán chocantes e incomprensibles.
La vida de
los personajes de Greene será siempre el debate entre la “misión” y la
existencia. Sus personajes podrán ser ante la fe, inconscientes (como los
protestantes), rebeldes (los mexicanos) o creyentes (católicos y comunistas),
pero nunca podrán estar a su altura. En el caso de el Poder y la Gloria estamos ante un ser comprometido por la simple
fuerza de las circunstancias, no por una decisión, ni siquiera por fe, sino por
una fuerza superior a la fe, que Greene vislumbra por primera vez en México.
Greene encontrará la más admirable fe en los indígenas mexicanos –Caminos sin Ley termina comparando la penitencia de los
indígenas mexicanos con la cómoda práctica religiosa de los obreros ingleses-,
pero los va a marginar como actores de su novela, no se destacan de ese
trasfondo de poder inasible y mayor que domina a sus personajes, son sólo parte
de éste.
Sólo podemos entender a Greene como un autor político, pero aunque va a intervenir
en múltiples conflictos, sea como miembro de los servicios especiales ingleses
en la segunda guerra mundial y luego como periodista interesado y más tarde
directamente como colaborador de Torrijos y los Sandinistas; su perspectiva
política está determinada por una posición ética de un particular cristianismo
dentro de su catolicismo, que por una
identificación con partidos o ideologías. Aún cuando en sus textos
autobiográficos y en las entrevistas no parece querer conceder demasiada
importancia a su experiencia mexicana -a pesar de declarar que si se identifica
con alguno de sus personajes es con el cura borracho- la crónica Caminos sin Ley y la novela el Poder y la Gloria, nos presentan ya los elementos y circunstancias de los
conflictos propios y las problemáticas dominantes que determinarán tanto su
obra literaria como su posición y actividad política, con sus cualidades y sus
defectos. Llama la atención que a pesar del cambio de actitud que a lo largo de
su vida tendrá frente al colonialismo y al imperialismo desde los años 30 a los
60, mantiene su disgusto contra México, y en los 70 califica a la revolución
mexicana como “falsa”, y usa como ejemplo el caso Durazo para justificar su
juicio negativo. En todo caso sigue al mismo tiempo reconociendo la
inferioridad de su propia fe y la de los europeos frente a la religiosidad
indígena.[4] El hecho es que aparentemente en México topó con algo que lo tocó
profundamente, algo que lo incomodó o disgustó profundamente, algo que asoció
con sus dilemas más íntimos como acepta en la introducción a Caminos sin Ley; y que como en todo
viaje iniciático que se respete, lo llevó de retorno a su circunstancia.
La lectura y estudio de la obra mexicana de Greene tiene
otra pertinencia diferente al papel que guarda dentro de su obra y vida.
Podemos verlo con el interés que podemos tener de la lectura que hace “el otro”
de nuestro país. A los mexicanos la lectura de el Poder y la Gloria difícilmente nos deja indiferentes. Produce
emociones encontradas. Por una parte se siente un inmediato rechazo violento a
cierto tipo de ideología profundamente conservadora, e incluso a una posición
agresiva contra “lo mexicano” tal como lo expone el texto –sentimientos que se
amplifican y se explican mejor cuando se lee la crónica Caminos sin Ley-; y por otra parte, en la novela, no en la crónica,
hay una sensación de que en esa visión violenta y negativa uno siente mejor y
de manera más profunda –incluso con la misma seducción- lo que es la
experiencia de vida en ese paisaje tropical específico que es Tabasco. La obra
mexicana de Greene plantea la cuestión de cómo la literatura logra penetrar la
realidad y al mismo tiempo mantener los valores negativos del prejuicio, que
sin embargo, con el tiempo y la vida y fuerza propia de la novela, se ven
diluidos. Además, el contar con la crónica de la experiencia real sobre la
experiencia que le dará a Greene el material básico, permite no sólo
reconstruir la trama del proceso creativo, sino también darse cuenta como la
obra estrictamente de ficción, la novela –confrontada con la obra descriptiva,
la crónica- constituye una más profunda y
adecuada manera de aprender, recuperar, explicar y comunicar la
realidad, al generar un tipo ideal más puro de la situación. La crónica nos
expone la experiencia de la angustia y sus fuentes y la novela es la manera de
conjurar y expiar esa angustia organizándola en un conflicto con parámetros
perfectamente identificables y asibles, una utopía sin ilusiones. La novela se
vuelve, mediante la reinvención de ese universo, una forma indirecta de
comprensión y apropiación de la realidad vivida. Comparando los dos textos
podemos decir que pasamos de un caos de incómodos detalles a un orden de
potencias en conflicto. Greene es consciente de que realiza esta operación, de que
usa la novela como manera de superar su angustia existencial, nos dice en su
texto autobiográfico A Sort of Life:
“la motivación para registrar estos extractos del pasado son los mismos que me
hicieron novelista: un deseo de reducir el caos de la experiencia a una suerte
de orden, y un hambrienta curiosidad”.
Los actores inconscientes e incongruentes
descritos en la crónica, seres incapaces de sostener los papeles dramáticos de
su tragedia cotidiana, se convierten en personajes atravesados por potencias mayores
ante las cuales viven sus papeles con una agonía llena de perplejidad. Y al
mismo tiempo, ante su inescapable situación viven con una fatalidad que Greene
relaciona con lo que el define como trópico:
la monotonía de los ríos, la sensación del tiempo detenido bajo el
imperio del calor en las largas noches donde se mezclan lo real y lo irreal, lo
exterior y lo interior (“en este calor
enceguecedor y este aire bullicioso de mosquitos no hay vía de escape para
nadie”); generando un ambiente donde “las
condiciones generales de la vida (la
indefinición, la impunidad, la incongruencia, la deshonestidad y la
indiferencia) provocan la permanente
sospecha”; “sentir cualquier emoción, aunque sea el miedo es un alivio”; y se
vive un abandono tal que “un poco de
dolor adicional difícilmente se notaría”.
Sus habitantes, según Greene, parecen “ser llevados como niños en un coche a través de grandes espacios sin
conocimiento de su destino”. Estos son los elementos con los que construye
un clima homogéneo que le da tono y fuerza a la novela.
Por
muy panfletaria que pueda ser la obra mexicana de Greene, para los mexicanos no
deja de ser una lectura perturbadora. Para todo aquel ateo mestizo mexicano
–tres palabras que en Caminos sin Ley Greene
marca como lo más negativo de la especie humana- nacido bajo el régimen y la
cultura de la Revolución mexicana, es decir, bajo los principios de la
laicización progresiva, la lectura de el
Poder y la Gloria, supone un golpe
ideológico porque no es fácil entender una cierta ideología de martirilogio
metahistórico que viene dado ya por la prefijación de unos valores ideológicos
que sólo se explican mediante lo que Foucault[5]
llamó “la contrahistoria” y que brillantemente expone Balzac en su biografía
novelada de Catalina de Médici; y la Leyenda Negra Española cultivada en la
literatura inglesa desde tiempos isabelinos. Parece ser la exaltación de todo
aquello de lo que los mexicanos quisiéramos superar.
Pero,
por otra parte, sin embargo, no puede uno menos que empatizar con y admirar el
tema que desde esta novela va a trabajar Greene en su obra. Y además es
imposible abstraerse de la eficacia de la narrativa efectista de Greene que a
partir de los elementos claves de la construcción del discurso/ámbito del
“exotismo-tropicalismo” (en el mismo sentido que Said habla de Orientalismo)
nos lleva a la aventura frente al otro. Aquí nuevamente para un mexicano se
plantea un problema, porque ese otro y esa otredad es la “nostredad”. Pero es
una “nostredad” que pocas veces se problematiza. A quien es tabasqueño por
necesidad, o sea nacimiento, y sobre todo a quien lo es por masoquismo, es
decir por placer y gusto, no deja de fascinarle como esta novela en sus duras
descripciones, más que en la crónica, nos da la sensación de decir más sobre un
paisaje humano-natural específico y entrañable que toda la amplia y buena
literatura propia, es decir, por provocar, que se encuentra más a Tabasco en
Greene que en Sánchez Mármol, Zentella, Iduarte, González Calzada, De la Flor,
Mora, Gorostiza, Pellicer o Becerra. Se lo explica uno mejor, lo entiende uno
mejor. En parte esto se debe porque curiosamente los intelectuales locales no
quisieron describir mucho a su estado, sobre todo los literatos; y cuando lo
hacen casi siempre fue en momentos de derrota y exilio impulsados por
resentimientos partidistas de las pugnas locales. Sin embargo asombra como
existen algunas analogías que vale la pena mencionar: el hecho, por
ejemplo, de que Sánchez Mármol al
escribir su única novela sobre Tabasco, Antón
Pérez, escoge como protagonista a un traidor con una personalidad y
acciones no muy desemejantes a las del judas de Greene; es decir, que utiliza
todo su talento para tratar de entender no a un personaje positivo, sino a uno
negativo.
Pero
hay aquí también una problemática que relevar, ponerle atención a que la
posible doble recepción aceptación-rechazo que puede tener nuestra lectura
viene dada también por una problemática que está en el meollo del conflicto que
Greene viene a reportar en 1938 y que por supuesto sigue vigente. Por llamarlo
de alguna manera, el de la criollidad y los posibles mestizajes. Es decir, es
fácil adoptar partido total por Greene sintiéndose por encima de los elementos
negativos que resalta, como estarían según sus descripciones los pilotos de
aviones y las familias criollas como los Kirkpatrick tabasqueños; o rechazarlo
totalmente sintiéndose ofendido por señalarnos tantos puntos negros.
En esta exposición lo importante es como un autor
totalmente prejuiciado negativamente de una manera tan evidente va a poder
describir con tanta eficacia y profundidad un paisaje natural y humano; y al
mismo tiempo va a poder trascender al grado de confesarse tan cercano, tan
igual, que va termina sintiendo el vértigo de la posible absorción en el
paisaje –su particular “horror” Conradiano en ese momento- por la maravillosa
coincidencia de que su nombre y su apellido fueran bastante comunes en Tabasco.
Al decir su nombre al jefe de policía este exclama: “Ha llegado usted a su casa, porque en Villahermosa quien no se llama
Greene, se llama Graham”. En el peor momento de su pesadilla diurna se ve
reflejado en los Greenes absorbidos por el trópico, y se hunde en el vértigo de
la identificación. Ese otro acusado por la obra, resultaba ser demasiado
próximo, no es el aborigen polinesio, el negro africano, ni el indio americano.
Su otro acusado son los propios criollos a pesar de que la obra estigmatiza
consistentemente al halfcaste, el mestizo, a quien en la ficción finalmente
asigna el papel de judas y a quien ideológicamente siempre le aplica los
prejuicios racistas en la crónica:
“Nadie, al
ver al Dr. Fitzpatrick, a este hombre bajo, de barba grisácea y mal afeitada,
movimientos rápidos y latinos, y anteojos de acero, lo hubiera tomado por un británico. Había sido absorbido
casi tan completamente como los Greene y los Graham, y había en esto algo más
bien espantoso y premonitor...para un Greene todavía no absorbido. El tiempo
pasa tan lentamente; unos cuantos días eran como un mes en mi país. La señorita
Greene daba vueltas a la plaza en el paseo del anochecer; y uno se sentía
perseguido por ciertas fantasías, como si el destino intentara apresar en sus
tentáculos de pulpo a otro Greene...”
El
como el arte y la honestidad pueden lograr esta magia que lleva del prejuicio
al juicio profundo -aquel que interioriza el problema y donde el juez entra
también en juicio- nos es transparentes en Greene gracias a que convierte la crónica política que le pagan por
escribir, en un diario de angustias y problemáticas existenciales propias que
resolverá escribiendo la novela. Caminos
sin Ley nos lleva por el transcurso del proceso de los dilemas del
individuo-persona proyectados sobre el paisaje, y gracias a la honestidad del
autor, se aclara tanto el paisaje como el individuo al ponerse en juego a sí
mismo. Y así, de comenzar siendo un neurótico inglés al estilo de su amigo
íntimo Evelyn Waugh, que también visita a México por aquella época, un ser
totalmente opuesto al otro contemporáneo y coetáneo D.H. Lawrence que viene a buscar
la metafísica, termina más bien –al menos literariamente y luego de un
surmenage tropical en su cuarto del hotel y la plaza de armas de Villahermosa frente a la aparición de la
inamarccesible belleza de las tabasqueñas señoritas Greene-; casi como en el
viaje interior final del cónsul Firmin en Quaunáhuac. Sin tener que hundirse en
el lado obscuro y las cantinas, como si le toca a su antípoda político, Malcolm
Lowry. Es muy curioso como a fines de los 30
estos 3 ingleses encuentran sus conflictos interiores, sus cosmologías y
sus creencias esotéricas tan diferentes totalmente convertidas en paisaje y
vida consciente, sus mundos interiores se vieron transferidos y resueltos en la
exotería mexicana (Waugh, otro converso católico al igual que Greene, se anula
totalmente como narrador para escribir un panfleto político compacto que
compendia con más dureza el mismo paquete ideológico sobre México en Robo al Amparo de la Ley).
Es plausible entonces que no se equivocara
Greene del todo con la cosmología que propone al inicio de Caminos sin Orden:
hay lugares del mundo donde la paz no es posible y las fuerzas del orden y del
desorden combaten permanentemente, y uno de ellos es México, o lo era en la
década de los 30 del siglo pasado. De ese mundo interior proyectado sobre el
paisaje destaca la inmanencia que se le resiste a Greene, como el máximo temor
interior encarnado en un clima que define como un estado mental que lo agobió
en su viaje, y que convirtió en el tono característico que más allá del dilema
de la trama hizo de el Poder y la Gloria,
una novela excepcional.
El
tiempo nos oculta la importancia que tuvo en su momento la novela, baste decir
que precede a El Evangelio según
Jesucristo de Saramago en la humanización de la pasión de Cristo, motivo
por el cual fue prohibida por el
vaticano; y ahora podemos señalar que también precedió a la revelación de un
texto de un manuscrito del Mar Negro que en la traducción que nos presenta
Eliane Abéccassis nos dice que Judas no sólo era necesario, sino que complotó
con el propio Cristo en un plan de los esenios para hacer que se manifestara
físicamente Dios sobre la tierra.[6]
el trópico como inmanencia.
“Los infiernos (…) son zonas
pantanosas, zonas en las que hay ciudades que parecen destruidas por incendios;
pero ahí los réprobos se sienten felices. Se sienten felices a su modo, es
decir, están llenos de odio y no hay un monarca de ese reino; continuamente
están conspirando unos contra otros. Es un mundo de baja política, de
conspiración. Eso es el infierno.”
Jorge Luis Borges cit
post Imre Kertész (Yo, el Otro. Acantilado, Barcelona, 2002, p.55)
Greene acude a México para presenciar una lucha
diáfana entre dos poderes e ideologías, la religión contra el Estado. Declarará
luego que no va a la guerra civil española porque justamente no logra ver esa
claridad. Sin embargo, justamente, tampoco la encontrará en México. Al
contrario, su hallazgo fue una resistencia difusa en el paisaje que es más
poderosa que las voluntades de los actores, e incluso no encontrará voluntades
claramente definidas, no encontrará actores políticos ni religiosos
consecuentes, y ésta confusión sólo la podrá conjurar escribiendo una novela
donde reordena los elementos caóticos que describe en la crónica. En la novela
quiere presentar la lucha entre dos órdenes distintos: la religión y el poder
político, calificando éste último como una falta de orden (por eso Caminos sin Ley debería traducirse Caminos sin Orden). Sin embargo, aunque
lo olvide en sus entrevistas de los años 70, en realidad termina presentando
una fuerza mayor que es una especie de inercia dispersa pero omnipresente que
encarna en personajes opacos, inconscientes y sin vida interior que en realidad
determinan la trama. Esta fuerza se identifica claramente como el paisaje, y
sobre todo con el clima. Estos personajes no llegan a destacarse de la trama de
fondo que, sin embargo, es la determinante. E incluso llega a definirse en un
momento dado como el mero calor, tomando la idea de una afirmación de un
dentista con el que viajó en el Grijalva de Frontera a Villahermosa: “La gente aquí no se preocupa de la
religión, hace demasiado calor”.
Greene
explica que su conversión se dio por la fuerza de la idea del infierno, pero su
infierno no es el dantesco de las torturas y los fuegos sino el del vacío y la
inanidad moral que ya venía denunciando en sus primeras novelas sobre el
submundo gangsteril inglés; sin embargo, no dejará de afirmar “que para saber que tan caliente podría ser
el mundo tuvo que esperar a llegar a Villahermosa”. Y Caminos sin Ley se organiza justamente como un descenso a los
infiernos que es al mismo tiempo trayectoria física Conradiana al corazón
geográfico: “El calor aumentaba no sólo a
medida que el día avanzaba, sino a medida que el barco se introducía hacia el
interior de Tabasco” donde “uno
sentía que se acercaba al centro de algo, aunque sólo fuera el centro de la
obscuridad y el abandono”. Leído así, su pesado trayecto sobre mula a
través de Chiapas resulta ser el purgatorio, y el regreso al mundo es llegar a
Puebla, ciudad que por su abundancia de iglesias y fieles, califica como la
única decente de México.
El
panfletarismo de Caminos sin Ley es
tan profundo que también es un panfletarismo literario. Sin asomo de vergüenza
plagia profusamente a Conrad para darle un tono africano al trópico mexicano,
roba el sentido de asco y las definiciones políticas de su amigo Evelyn Waugh
de Robo al Amparo de la Ley, y copia
tono y estilo del primer espía inglés en México, Thomas Gage, aventurero del
siglo XVII que aportó sólidas bases para iniciar la “Leyenda Negra Española”,
para construir frases efectistas que no duda en espetar a cada ciudad o
personaje mexicano, respetando sólo, curiosamente, a aquellos con los que por
su origen extranjero o su buen dominio del inglés podían ser plenamente
comprendidos por Greene. Al final de su vida Greene seguirá teniendo problemas
para justificar como sus apreciaciones estuvieron siempre distorsionadas por el
afecto de sus anfitriones, y así podía apoyar causas contrarias en diferentes el
país.
Al
mismo tiempo tenemos que advertir que el morbo que parece llevar a Greene a
buscar lo peor de las ciudades y sociedades mexicanas, no es parte del
panfletarismo, es algo presente e intrínseco a su obra, justamente lo peor de
la sociedad inglesa, su lado violento y burdo es el tema de obras juveniles
como Una pistola en Renta, Campo de
Batalla, y sobre todo en su novela anterior Brighton Rock. Giovanni Papini diría: “Greene como algunos otros escritores católicos parecen atraídos y
fascinados por todo lo más vicioso y odioso que existe en las criaturas de ésta
época”[7].
Escrito
con un eficaz estilo periodístico-cinematográfico (Greene era ya crítico de
cine en el Spectator) el panfleto es un discurso tan planificado para lograr
impacto que nos presenta un narrador más delicado y neurasténico que el de Journey without Maps, donde describe su
viaje a Liberia. Tenemos aquí un inglés definitivamente doméstico, incluso
haciendo guiños sobre el provincialismo chovinista al comentar las novelas
melodramáticas de Trollope con las que acompaña su viaje; al mismo tiempo que
le sirve para mencionar al obispo responsable de su conversión al catolicismo
que tiene el mismo apellido. Es decir, no es un simple diario, sino un discurso
construido con una plena conciencia efectista buscando la identificación con un
lector mojigato y pacato; pero al mismo tiempo es un discurso en varios planos,
donde también está la profunda crisis del propio Greene –clínicamente
clasificado como neurasténico y maniaco depresivo-, y en una irónica torsión,
una crítica de la comodidad del propio creyente doméstico inglés a quien
quiere, al mismo tiempo, impresionar con la persecución religiosa y avergonzar
tiempo con la persistencia de los creyentes mexicanos.
Greene
construye el poder y la gloria a partir de la evidente similitud entre la
pasión de Jesucristo y la situación del cura que se encuentra en un momento
dado como único representante de la religión en el estado, “sus cartas” –explica en la crónica- “registraban un feo sentido de impotencia –el
vivir en constante peligro y sin embargo ser capaz de hacer tan poco,
difícilmente valía el horror” . Para que la tragedia sea real inventa que
lo fusilan como a los mártires cristeros cuando en realidad simplemente escapó.
Reproduce fielmente los descalificativos que los creyentes tabasqueños usan
contra él por ser alcohólico, y de ahí inventa que el padre tiene conflicto de
consciencia por saberse lejano de la altura de su misión impuesta por la
casualidad de haberse quedado sólo en la entidad. Luego los intentos de fuga
serán ilustrados por la propia experiencia, personajes y paisajes del viaje de
Greene en mula de Salto de Agua a Palenque, Yajalón y San Cristobal. Aunque
describe perfectamente a Frontera y Villahermosa, en la novela son el Puerto y
la Capital y jamás se menciona la palabra Tabasco, aunque sí Chiapas. Para
acentuar la ficción de su escenario pone a Chiapas al norte y el mar al Sur, es
decir, pone a Tabasco de cabeza.
El
mismo Greene dice que quiso hacer una novela simbólica al estilo del siglo
XVIII con personajes que representan ideales y cuya actitud no cambia a lo
largo de la trama: el cura y el teniente (ver El Otro y su Doble, p.170). Pero en realidad hizo algo más
complejo. Armó un escenario donde conviven personajes simbólicos[8] con
otros que son más bien alegóricos y que funcionan como agentes de la
inmanencia; y agregó un pequeño grupo
extra que son personas reales que conoció Greene en Yajalón: el maestro rural y
los finqueros alemanes.
Los
personajes simbólicos representan fuerzas o ideas y tienen de alguna manera “un
jefe” al que rendir cuentas, que no se manifiestan explícitamente ni asumen
responsabilidades (de esta manera Dios y el Gobernador quedan al mismo nivel) y
son personajes capaces de tener iniciativa y cambiar las situaciones,
representan tanto ideas como vicios y grupos sociales. Son: el teniente, el
cura borracho, el cura casado, el mestizo ratero que funciona como judas, el
gringo dueño de una plantación, el dentista americano de Frontera, la beata encarcelada,
la familia católica de Villahermosa y el jefe de policía. Los personajes
alegóricos no tienen un sentido detrás de su acción y sólo obstaculizan
irracionalmente el actuar de los otros personajes con actitudes irritantes o a
veces sin sentido que no muestran tampoco asomos de subjetividad propia y lo
mismo pueden ser personas que animales. Son los tiburones de Frontera, los
zopilotes del puerto y la capital, la esposa del sacerdote José, la amante del
sacerdote borracho, el mendigo que sabe donde conseguir trago, la madre del
niño asesinado, el niño de la mujer que agoniza en el Puerto, la hija del sacerdote, la hija del gringo y
la perra abandonada en la plantación. En la trama estos últimos personajes
terminan determinando los acontecimientos desde su posición marginal. De hecho
Greene los resalta cuando introduce una escena que tiene poco sentido para el
suspenso de la trama, pero que resalta el sentido alegórico. Se trata cuando el
cura pelea por un hueso con la perra abandonada en la plantación americana.
Ilustra la humillación final del cura, pero es muy explícita en señalar como en
el forcejeo la perra en realidad resiste sin oponer resistencia, sin
consciencia ni fuerzas ni voluntad de oponer resistencia. Es un resumen de
todas las situaciones en las que la huída se ve obstruída sin represión ni
barreras, sino por la incapacidad de huir al reclamo de estos seres.
Llama
la atención que la mayoría de estos personajes son mujeres que bloquean a los
hombres el cumplir con sus obligaciones: la castidad del cura borracho y el dar
confesión al otro; y que los humillan y hunden en la vergüenza. Y por el otro
lado son niñas en quienes Greene abiertamente fija la manifestación de
pulsiones sexuales que inquietan y cuestionan a los personajes. Es curioso como
las niñas no aparecen como encarnación de la ingenuidad sino todo lo contrario.
Hay
una relación muy clara entre esta caracterización de los personajes y la
impresión de Greene de personas reales en la crónica. En Caminos sin Ley Greene divide a la gente en tres tipos: aquellos
que luchan y con los que puede discutir, que tienen interioridad pero no
integridad (a diferencia de los de la novela); aquellos que no tienen
interioridad y que son incomprensibles en sus acciones irracionales; y aquellos
que tienen interioridad, sentido y consciencia, que curiosamente son los que
hablan inglés o funcionan como sus anfitriones (por eso salva a un maestro
rural). Además en la crónica, nunca deja de anotar Greene como lo perturba la
sensualidad de las jóvenes mexicanas, incluídas –por supuesto- las tabasqueñas
señoritas Greene. Y finalmente, lo más importante, Greene nunca se da cuenta de
que la desconfianza de la gente hacia él (“the city feels like a criminal
plotting”), la falta de solidaridad hacia él, el desinterés del resto de la
gente, se deben a que es un extranjero, y sobre todo a que es un inglés en
pleno momento de expropiación de las empresas petroleras inglesas (Waughn
declarará que toda plática con mexicanos pasaba forzosamente por la pregunta
sobre las posibles acciones del gobierno inglés). Greene generaliza ésta
actitud a todos los mexicanos, es el estado mental con que resume a
México, y convierte esto en el “Tabasco”
de su novela.
Leída
así la novela, entonces, por sobre el combate de ideologías en el que tiene
centrada su atención el siglo XX, tenemos el triunfo de algo peor que el
enemigo ideológico: la obscura inmanencia. Greene, al definir el desorden nunca
logra separar entre la inmanencia y la ideología atea estatal; pero en la
novela hace evidente cómo ésta se opone también al teniente. La novela es el
triunfo de la inmanencia frente a la cual Greene declara en la Plaza de Armas
verse absorbido como los otros Grahams y Greenes tabasqueños. Y es en el
reconocimiento de esta inmanencia que silenciosamente se le resiste a los
poderes humanos, religiosos y políticos, en donde Greene logra descubrir el
secreto de Tabasco que no encuentran los pensadores tabasqueños obnubilados por
sus pasiones políticas o sus optimismos y desencantos civilistas.
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al Amparo de la Ley. CNCA. México.
[1] correo electrónico: rui@servidor.unam.mx
[2] Jankélevitch, Vladimir. La Mala
Consciencia. Fondo de Cultura Económica. 1983.
[3] Kafka y Buzzati demostrarán la otra parte
de la vida en el tiempo de las ideologías: las de quienes viven lejos de la
frontera en el corazón administrativo o en las fronteras pacíficas de este
sistema organizado bajo la necesidad del mantenimiento de orden de guerra
permanente que describirá George Orwell.
[4] Ver El Otro y su Doble, emecé, 1983.
[5] Foucault, Michel. La Genealogía del
Racismo. Ed. Caronte, 1993.
[6] Ver los apéndices que acompañan a la novela histórica Qumrán de Eliane
Abecassis, ediciones de bolsillo, 1999.
[7] Citado por Marie-Francoise Allain en El
Otro y su Doble.
[8] Aunque normalmente se usan como sinónimos simbolizar y alegoría y así se
definen en varios diccionarios, para diferenciar el papel de tales personajes
los uso como dos formas diferentes de representación. El símbolo siempre es más
identificable con la idea de representación elaborada que es forma de acceso a
poderes o fuerzas no presentes; y la alegoría, sobre todo por su uso por los
ilustradores dieciochescos e intelectuales iluministas, nos evoca mera
ilustración sobre hechos naturales sin profundidad. La clasificación la
establezco por el grado de elaboración del personaje por parte de Greene, que
depende siempre del grado de vida interna que les adjudica.
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