Soñé que viajaba a Oaxaca a
buscar trabajo, y en una de las laderas de las grandes barrancas había una
antigua excavación arqueológica del INAH. Ahí iba a pedir trabajo y me decían
que uno de los compañeros actuales de trabajo me había ocultado que sí estaban
ofreciendo trabajo a pesar de los recortes y de que habían casi abandonado la
excavación. Me dijeron que entrara al fondo y buscara un tema de trabajo. Baje por
los viejos andamios de madera que ya se estaban pudriendo y en muchos lugares
estaban rotos. Por fin al llegar al fondo, encontré el Centro de Documentación
sólo para descubrir que los informes y los libros se habían como coagulado o
congelado y convertido en grandes paquetes de una pasta amarilla como plástico,
que ya no se podían separar las hojas, y que una persona con una sierra los
estaba cortando en pedazos para tirarlos a la basura.
El cuento de este blog es pensar en voz alta sobre la libertad, sus derivaciones, sus obstáculos, sus perversiones...la vida como hecho virtual y las virtualidades vivibles.
domingo, 17 de junio de 2018
jueves, 7 de junio de 2018
Democracia
a la Mexicana, la cultura política.
La
temporada de las elecciones saca a la luz las características de la cultura
política de una sociedad. Cultura política quiere decir la forma de vivir la
política en y desde la sociedad más allá de las prácticas y formas de pensar y
actuar de quienes viven en y de las instituciones políticas. Y esta cultura
política puede ser autoritaria o democrática. E incluso hay formas de entender
la democracia, que pueden ser más democráticas o más autoritarias. Y eso, por
ejemplo, no coincide con las viejas definiciones de izquierda o derecha.
Izquierda tiene que ver con la idea de menos desigualdad social y la no
explotación de las clases trabajadoras por parte de las clases no trabajadoras,
pero eso se puede buscar desde una manera más o menos democrática o más o menos
autoritaria. Hasta hace pocos años se establecía la diferencia entre la
democracia “sustantiva”: una mayor repartición de los bienes entre la sociedad
sin importar las formas de conseguirlo. Y la llamada “democracia formal”, en la
que lo importante es establecer formas de que todos los grupos sociales se
manifiesten y consensen intereses o se impongan los de mayoría, y a veces
también, que se respeten los de las minorías. Estrictamente hablando, ésta
última sería la única verdadera democracia. La posibilidad de vivir una vida
social con “garantías”, por eso su gran relación con las ideas de “estado de
derecho” y lo que las constituciones mexicanas del 57 y del 17 llamaron
“garantías individuales”, y hoy llamamos “derechos humanos”, de la primera (de
la vida y libertad del individuo), segunda (del trabajo y la asociación) y
tercera generación (de la identidad colectiva).
La mayor parte de las veces la
discusión sobre cuál es la mejor, la adecuada a cierta situación, o la
“verdadera” democracia, está distorsionada porque se nos olvida que todo lo que
ocurre en sociedad son procesos, es decir, no son situaciones estáticas que son
y ya; sino que siempre se están moviendo y derivando, y por eso siempre el
juicio debe de ser sobre las tendencias y las posibilidades y facilidades de
transformación que supone cada situación. Más aún en política, la historia
claramente muestra que todo estará cambiando constantemente y que todo puede
ser reversible (hay revoluciones desde abajo, desde la sociedad y los movimientos
sociales; y revoluciones desde arriba, desde las empresas, la gran propiedad y
el estado, como el neoliberalismo).
Aunque hoy, como límite y guía, señalaríamos,
para superar lo que no nos da ni la idea de izquierda ni de neoliberalismo,
esta la crisis ambiental que sí puede ser terminal. Es decir, si tenemos hoy un
límite, un principio fijo que puede guiar nuestras decisiones, es la crisis
ambiental de la que el cambio climático es sólo su principal expresión. Y aún
así, hay formas más o menos democráticas de confrontarla. Es decir, por
ejemplo, en Estados Unidos ganó la presidencia por voto popular por estados de
una federación (no universal directo), un grupo que niega tal crisis y el
cambio climático y está tomando decisiones -por decreto, autoritarias- que
aceleran tal situación. Se puede enfrentar con una toma de poder y medidas
autoritarias conservacionistas; pero también se puede confrontar trabajando el
cambio de opinión y la concientización y el convencimiento de las masas que
votaron por el partido de la ignorancia. Por eso la educación, lo mismo la
formal escolar, que la informal de los medios de comunicación y todo aquello
que constituye la cultura cotidiana, el cine, la radio, la tv, las revistas,
las redes sociales, es importantísimo. Es ahí, donde se construye lo que
Antonio Gramsci llamaba la Hegemonía, que es la opinión o idea política
mayoritaria que viene de una cultura de vida cotidiana.
En México, hoy, tras 80 años de hegemonía de
la idea de la democracia “sustantiva” (que el estado reparta aunque los
ciudadanos no decidan), viviendo bajo lo que Viviane Brachet adecuadamente
llama “Pacto de Dominación” (aceptamos que se mantengan en el gobierno y
simulen elecciones, a cambio de que nos mantengan ciertos niveles salariales,
de empleo, de servicios públicos, de seguridad pública, de garantías de la
propiedad y de precios de garantía para ciertos productos); junto con el viraje
preparado entre 1982 y el 88; y los cambios constitucionales operados desde el
88, se rompe este pacto social; y aunque el gobierno en turno llegó al poder
bajo el más clamoroso fraude electoral se ofreció que se establecerían las
condiciones de una democracia formal. Y aunque la única elección presidencial
que no se cuestiona como fraude, la del 2000, tampoco fue legal por el manejo
de recursos del extranjero y el que Fox no cumpliera con los requisitos de
nacionalidad impuestos por la constitución; se habló de “transición
democrática” y se discutió mucho un diseño de nuevas elecciones y se promovió la
difusión de los principios democráticos.
Los resultados, a la larga, de las elecciones
del 2006 y 2012, o incluso las reacciones sociales frente a los gasolinazos (a
diferencia de lo que pasó la semana pasada en Brasil donde todos los camioneros
pararon la circulación de todas las carreteras con el apoyo popular y el
gobierno tuvo que recular), nos demuestran que el “Pacto de Dominación”
mexicano, sigue funcionando, se habla de que López Obrador perdió esas
elecciones cuando todos sabemos que fueron amplios y cínicos fraudes. Actuamos
ahí con lo que los psicólogos llaman “distorsión cognitiva”, porque no nos
atrevemos a confrontarnos con quien nos violenta. Nos gana el miedo y ellos lo
saben.
Bajo ese primer síntoma de nuestra cultura
política dominante podemos pasar a las actitudes que caracterizan las
discusiones en torno al actual proceso electoral, tanto respecto a hechos
concretos (democracia sustantiva), como a actitudes respecto a las formas de
decisión (democracia formal).
Veamos dos casos hasta cierto punto extremos,
el de los activistas de los derechos de la diversidad sexual y el de los
empresarios.
Los activistas de la diversidad (que flojera
escribir a y os o @s o dar una clase de gramática para explicar que la
gramática no es excluyente, la sociedad sí) están enojados porque López Obrador
no propone como compromiso de gobierno imponer dos medidas muy características
de este movimiento: el matrimonio universal (yo en lo personal creo y estoy a
favor de la sociedad de convivencia y no del matrimonio, me parece más avanzado
y liberal) y el derecho a abortar libremente (que en realidad sólo debe ser
consecuencia de la libertad de cada persona de decidir sobre su propio cuerpo y
la obligación del estado de brindarle las condiciones para hacerlo). A ambas
cuestiones López Obrador respondió que lo pondría a consideración de la
sociedad. Es decir, está diciendo que no son cosas que el estado deba imponer
sino que se tienen que ganar en el seno de la propia sociedad. La cosa se
enrarece cuando AMLO se asoció con un partido protestante, el PES, que
abiertamente está en contra de estos derechos por su identificación con la
metafísica religiosa. Pero es evidente que la alianza la decide AMLO en función
de una demografía estadística política que le dice que el sector social
representado por este partido es tan fuerte y grande que le puede aportar votos
significativos para ganar la presidencia. En este sentido, lo que queda claro
es que los militantes de la diversidad no han hecho lo suficiente, ni de manera
efectiva, para hacer entender a la gran mayoría de la sociedad lo adecuado de
sus propuestas y no ven que AMLO les abre la posibilidad de un referéndum en
ese sentido y que por lo tanto deberían reforzar a corto plazo sus esfuerzos no
frente a un gobierno, cualquiera que este sea, sino frente a la propia
sociedad. Es decir, que hasta ahora lo mejor de sus esfuerzos se ha concentrado
en el ámbito de las acciones de la política para imponer desde arriba su
posición; pero que ahora se verán obligados a hacer avanzar sus ideas dentro de
la misma sociedad. Habría que voltear al ejemplo de Irlanda hace una semana
donde se consiguió la libertad de abortar mediante un referéndum que dejó sin
argumentos a las iglesias y demás conservadores.
En el caso de los empresarios que han organizado
varias reuniones con los candidatos a la presidencia, se evidencia una
característica más generalizada en la sociedad mexicana. Es notorio como los
que cuestionan a los candidatos no les preguntan las preguntas centrales para
conocer las posiciones y propuestas políticas: ¿Cómo diagnostica la situación
actual?, ¿Qué jerarquiza como las cuestiones centrales?, ¿Qué objetivos
establece?, ¿Cómo los va a alcanzar, con qué medios?. Este tipo de
cuestionamientos implica que queremos entender al otro, saber realmente que
piensa él independientemente de nuestros propias opiniones e ideas, significa
en términos del filósofo Emmanuel Levinas, acoger al otro, incluirlo en nuestra
discursividad, buscar entenderlo. No, lo que hacían era, dar por sentado que
los objetivos de un gobierno son los mismos que ellos ya tienen decididos, y
sólo le preguntaban al candidato cómo iban a obtener los resultados que ellos
ya decidieron. Así, por ejemplo, a AMLO le preguntan ¿Cómo va a mejorar la
evaluación de los maestros que es la manera de mejorar la educación?, es decir,
no se abren a preguntar que piensa el candidato sobre la educación, sobre la
coyuntura de la educación actual, cuál debería ser la problemática central y
objetivos de la misma, etc. Ellos ya lo tienen resuelto y quieren alguien que
sólo opere sus voluntades y decisiones sin deliberación ni diálogo con
absolutamente nadie, incluidos los millones de maestros y alumnos del país. Y
así para todo.
Otro ejemplo fuerte de esta cerrazón
conceptual y política es, por ejemplo, que cuando deliberamos de energía, sólo
se habla del petróleo y sus derivados, cuando es urgente pensar ya en la
diversificación de las fuentes de energías públicas y privadas que usamos.
Pero no es una actitud que se limite a los
empresarios empoderados por las privatizaciones, la exención de impuestos, los
contratos sin licitación, los sobreprecios pagados por el gobierno y las
condiciones de monopolio tanto como proveedores del gobierno como del mercado
nacional, los ganadores del neoliberalismo mexicano, llamado por The Economist,
“capitalismo de compadres”. En la vida cotidiana, en las pláticas de café y
calle, volvemos a encontrar que cada persona o grupo de alguna manera hace lo
mismo, no estamos dispuestos a “acoger” a “entender”, a “hacernos cargo”, del
otro, que sería la esencia de una política de democracia “profunda” (no
importan si representativa o participativa, etc.), y la única manera de hacer
un gobierno que asuma la totalidad (el conjunto de diversidades) social y la
posibilidad de pensar y operar para el bien común. Que hoy día, algunos
identificamos bajo la presión y la urgencia que nos impone la crisis ambiental:
la falta de agua, la deforestación, el calentamiento global…etc…
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