viernes, 27 de agosto de 2021

Aquellos que, como decía Rafael Galván, tocaban el tambor antes del alba, que han dedicado toda su vida de manera cotidiana a la lucha como ayuda al prójimo y al más necesitado, a defender a quien sufre abusos, con banderas o sin ellas, en el campo o desde una oficina, sobreviven modestamente, y varios han muerto durante la epidemia. Los que administraban la represión y los fraudes…bien posicionados en los órganos de gobierno de la transición. Mantengamos y cultivemos la memoria, que no se olvide a quienes han vivido y actuado por principios arriesgando patrimonios y vidas, quienes construyeron las bases sobre las que otros se han montado. La pregunta “teórica” es si tendrá sustentabilidad una acción verticalista que no construyó bases? Pensar hoy la respuesta da vértigo. Trascenderá la obra de quien se ha rodeado de colaboradores que no comparten sus ideales ni principios? Confiados se acomodan y esperan los que creen en el “eterno retorno”.

Guillermo Morelos

Carlos Hernandez

Raúl Pacheco

Pedro

Darwin


sábado, 7 de agosto de 2021

Paraíso, julio 2021.

Emoción contradictoria: mi mirada profesional reacciona inmediatamente: parece que he retrocedido 30 años. Cuando el petróleo toma las ciudades o los pueblos, los vuelve a todos iguales. Reina ese bullicio entusiasmado y el buen humor de hombres ocupados y físicamente agotados en paisajes artificiales transitorios. El buen ánimo de que tanto movimiento significa dinero circulando. Todo mundo tiene algo que hacer, algo que ofrecer y el changarro de lámina que vende mariscos junto al caro hotel trasnacional que ofrece cuartos que son cabinas insonorizadas, pero sobre todo climatizadas con grandes pantallas que permiten huir de la intensa realidad exterior al menos por un turno, se llena igual todas las tardes. Mi primer informe fue reconocido por las autoridades porque les gustó la conclusión: todo mundo tiene algo que ofrecer.

El trabajo es mayormente físico bajo un sol que se siente más intenso porque antes que nada se ha construido una enorme explanada arrasando con todo lo que ahí había. La industria exige que todo se comience desde la nada. Me digo que no hay nada que hacer aquí, que Rodolfo Quintero desde la vieja Venezuela y Myrna Santiago describiendo el auge de Tampico ya lo han dicho todo. 

Al final el empresario petrolero es siempre un hombre de mediana edad abducido por una fantasía falocentrica animista en plenas calles de Tampico, como lo contó William Faulkner. Nada pasa más pronto de la imaginación a la realidad y de ahí a la pesadilla que una ciudad o pueblo petrolero. Al principio me contrataron para reportar un fenómeno puntual, excepcional, pero ahora se que se trata de una ilusión que recomienza como un desorden y asimismo acaba. Que como dicen los sociólogos, se vuelve constituyente, estructural (y con eso sienten que ya resolvieron todo o hicieron algo útil).

Salvo los de una prostituta no hay sueños mas ingenuos que los de un obrero o un ingeniero petrolero. Me dan ganas de pararme a media calle y gritar en medio del barullo, como proponían los surrealistas: “Deténganse! Esto ya lo vivimos! No lo recuerdan? “. Y sé que no pasaría nada porque el hombre que se vuelve loco y grita incoherencias ya está presupuestado dentro del elenco de las posibilidades. ¿Cuantos no he conocido antes, ocultando su esquizofrenia tras el alcoholismo o visceversa?. No pasaría de que me encierren un rato a la sombra como otras veces (aunque paradójicamente de noche no se podía dormir por la intensidad de la llama del enorme quemador de gas que coronaba las instalaciones con su luz y se enorme mechero de humo), aunque ahora quizás, me confundirían por la ropa y las canas con el gringo de Faulkner que creyó haberse convertido en un sátiro que perseguía ninfas en una acadia imposible en Tamaulipas. Y como otras tantas veces compartirían la desilusión de las mujeres que en los cuartos de hotel apenas me quitaba los pantalones los esculcaban solo para descubrir mi credencial de la Secretaria de Educación (“¿Entonces no eres más que un pinche pobresor? ¿Al menos te alcanzará para pagar el cuarto?”).


Mi mirada emocional tambien retrocede, pero 50 años. Y en ese mismo lugar, el sucio canal junto a la calle donde circulan desordenadamente pipas, motocicletas y pesados trailers frente a los hoteles y el enorme edificio administrativo, veo un estrecho canal entre densos manglares que impedían ver nada a lo lejos hasta que se llegaba al estrecho estero junto al mar,  en la playa donde había restaurantes y cabañas de madera para que se refugiaran las familias de las ciudades y ranchos cercanos para escapar del sol antes de meterse a nadar en la Laguna o el mar, y luego pasar una noche entre las fogatas y una intensa oscuridad acompañada por el ritmo del mar. Cada temporada del año se caracterizaba por una invasión de animales: los cangrejos morados, las enormes cucarachas voladoras, las langostas, diversas especies de tortugas, iguanas, sapos y sin contar con la llegada estacional de muchos tipos de grullas, garzas y otras aves…había siempre una migración de alguna especie del mar a tierra adentro o al revés, y eran tan masivas que tapizaban las ramas de los árboles y los caminos, había que sellar las casas aun al costo de ahogarse de calor. Los pescadores podían decirle a uno los ritmos con que todo eso se movía en el mar, el estero, la boca, la Laguna y los pantanos.

Al final solo puedo recordar el poema de Bertold Brecht al tanque de petróleo y el bienestar que proporciona su sombra, recordando que de esa misma actividad proviene el dinero con que me pagan. No queda sino bajarse la insolación con cerveza en cualquiera de los tendajones de lámina junto al agua turbia del canal y los jacintos llenos de basura. Es posible -pienso- que me vuelvan a pedir que haga un informe sobre temas que desde afuera la gente normal no les ve importancia, pero que los directivos de la industria consideraban claves para la productividad,  como: ¿por que  todos los petroleros son alcoholicos y por qué son infieles las mujeres de los ingenieros?

De la nada recuerdo como, en su tiempo, el viejo Carlos resolvió el enigma de la incapacidad de ahorro de los obreros: encontró  que en realidad el sueldo de la mayor parte de ellos  se quedaba en estos supuestamente humildes tendajones controlados por los empresarios locales y líderes sindicales que desde la presidencia municipal monopolizan las cantinas y los cuartos en renta. Negocios que por sus ingresos desplazaron al trasiego de ganado. Todos los sueldos quedaban en las apuestas con los compañeros de trago o las faldas de las meseras. Cuando propuso que para lograr que el dinero llegara a los hogares se le pagara a las mujeres de los obreros nos sacaron a la calle con grandes carcajadas y aventaron nuestro informe al pavimento. Eso si, nos depositaron completo y en tiempo. Que era lo que importaba.

Autorretrato.



 Lo encuentro en los lugares y momentos menos previsibles.

Su mirada me descubre, me revela.

Lo que no se es si se trata del que fue o el que será , pero incluso 

dudo que observar y hablar 

confirmen un estado presente.

Es el momento de confusión y comunión, “se pierde la sombra”.

Nos reconocemos umbral o abismo.

Sin trayectoria, plan o sentido.