lunes, 17 de febrero de 2020


El Miedo a la Libertad en la práctica científica




No puedo dejar de compartir unas reflexiones que me han surgido a partir de lo que ha pasado en un programa de investigación, pero que es extensible a todo el CRIM UNAM. Hace muchos años Erich Fromm, un psicoanalista que trabajó en Cuernavaca, publicó un libro que llamó el miedo a la libertad que me hace pensar en lo que pasa en nuestro trabajo. En el programa de estudios regionales dos compañeros propusieron que sometiéramos nuestros trabajos a criterios formales para hacerlos “más científicos”, que redactáramos y publicáramos bajo un formato que conocemos que exigen las revistas de las ciencias que trabajan bajo la lógica experimental y de las matemáticas, en la idea de que eso iba hacer “más serios”, “más profundos”, y sobre todo “más científicos” nuestros trabajos. Como si la cientificidad de un trabajo estuviera en el formato de presentación del mismo y no en la argumentación de la formulación de la pertinencia del tema y de las prácticas y procedimientos a realizar, además de la pertinencia misma de los objetivos de la investigación. Con 35 años de investigación aplicada a cuestas, 10 años trabajando directamente en proyectos aplicados en campo para instituciones públicas estatales, federales e internacionales (PNUD, Banco Mundial, UNESCO) y 5 en la iniciativa privada haciendo consultorías para el mismo tipo de instituciones y para empresas privadas, al principio no le di importancia a que los compañeros quisieran adoptar el formato que quisieran. Pero el problema es que querían hacerlo obligatorio para todos los miembros del programa lo cual me parece un verdadero despropósito: basta ver mis libros y ensayos aplicados al desarrollo local y regional de Tabasco y el sureste -que han servido para hacer planes de gobierno y diseñar política pública desde las instituciones mencionadas y sobre por cuando menos dos administraciones estatales de Tabasco y algunas comunidades locales-. Mi criterio de objetividad y pertinencia, ha sido precisamente éste: su traducibilidad en políticas públicas y prácticas sociales (un libro publicado en 2003 y un ensayo que se publicaría en 2009 fueron discutidos personalmente con el gobernador y el secretario de gobierno para elaborar los criterios de acción para la reconstrucción tras la inundación de 2007). Incluso una de las razones por las cuales tardé mucho en acabar mi tesis doctoral fue porque ya había sido “usada” para resolver negociaciones entre la comisión federal de electricidad, Pemex y los campesinos Yokotanob de dos municipios de Tabasco (Nacajuca y Macuspana) y en 2011 mis trabajos fueron utilizados para resolver una negociación entre la CNDH, CONAGUA, el gobierno de Tabasco, la cámara de diputados federal y una agrupación de 60 pueblos indígenas respecto a las obras y acciones de prevención de inundaciones (el antecedente es que para evitar que se inundara Villahermosa, se inundaron “preventivamente” los pueblos indígenas en 2008, 2009, 2010 y 2011). Después de la negociación -aún cuando no se han realizado todas las obras acordadas- no se han vuelto a inundar ni Villahermosa ni los pueblos. Hasta podría mencionar un dossier inédito que elaboré con técnicas de historia oral y local que sirvió para rescatar a 130 perros que el gobierno de Graco le secuestro a una ciudadana de Tepoztlán. Es mi personal convicción que la actividad científica ha de servir para salvar vidas y defender las condiciones de vida y la propia vida en sí misma dadas las contradicciones del Antropoceno en que estamos viviendo, o si no, no sirve para nada.

Es decir, que cuando los compañeros me dicen que la prueba de que los trabajos son científicos es ordenar la información en capítulos que dicen metodología, materiales, experimento, disertación, conclusiones, no tengo idea de que me hablan porque como regionalista trabajo con paisajes (o sea historia), medio ambiente, culturas, procesos materiales (economía), ciudades, pueblos, grupos sociales, instituciones y finalmente personas. Es decir también, que como estudioso de ciencias sociales y humanidades trabajo con personas tanto como con conceptos: con seres que piensan, hablan y producen su propia realidad mediante procesos intelectuales que siempre son imaginarios y discursivos, y en su nivel y forma pueden ser contradictorios y conflictivos. Y que es a través de esta dimensión -la subjetiva- que interactúan en los complejos procesos que estudian la cultura y la política.

Por lo tanto no basta con observar sino también debo escuchar y en última instancia dialogar con seres exactamente iguales a mí para no actuar en una mera relación de fuerza o como lo define Bourdieu de “violencia simbólica”. Como regionalista, además la “complejidad” se me impone: respondo a una necesidad o problema social y como resolverlo, incluyendo como comunicar o poner en práctica las soluciones y por lo tanto no parto de una teoría de la economía, de la sociología, de la geografía, de la ecología, de la historia, de los estudios culturales, de la ingeniería, de la ingeniería agronómica, de las ciencias de la comunicación, de la ciencia política o de ninguna disciplina en particular; y sin embargo, me veo obligado a estudiar y aplicar conocimientos y técnicas de todas estas para encontrar propuestas de alternativas para los problemas en el territorio definido y con los grupos sociales involucrados. Y tengo el nivel agregado de complejidad del diálogo ya mencionado y además el nivel de que hemos superado en el siglo XX la era de creer que la realidad es lo que vemos: sabemos que es lo que nos hacen ver nuestros instrumentos tanto técnicos como conceptuales, por lo que ninguna investigación está completa sino hacemos la reflexión o la crítica de los mismos. Si me apuran, yo diría que más bien “la cientificidad” de cualquier trabajo está justamente en su capacidad de hacer esto último.

          Que me digan 35 años después de esta experiencia que la “cientificidad” o la “pertinencia” o la “utilidad” de mis trabajos dependen de su forma de publicación o de redacción del informe de la investigación realizada me deja boquiabierto. ¿Hacemos ciencia para aportar propuestas de solución y acción frente a necesidades colectivas o sociales, o sólo para publicar en determinadas revistas?

Pero entiendo que me están hablando de otros “mundos” y “otras prácticas”. Muy bien, me parece bien que a distintos problemas o dimensiones se la hagan distintos planteamientos y se le apliquen distintos procedimientos y se presenten de diversas formas escritas, digitales o visuales, según la mejor opción del caso. Más aún que ahora las tecnologías nos invitan a la creatividad para alcanzar distintas formas, profundidades y alcances de comunicación. Y la cuestión de la comunicación y comunicabilidad es cardinal.

Eso es lo que yo entiendo como multidisciplina y tengo la suerte de estar en un centro multidisciplinario que entonces, desde su propio nombre está abierto a la creatividad y la búsqueda bajo el rigor lógico de que se haga una propuesta metodológica específica para cada proyecto o investigación y haya un apego al mismo, pero que obviamente, no puede ser el mismo para todos los proyectos, todos los casos, todas las investigaciones y todos los investigadores. Me pregunto más aún: ¿cómo se puede hacer investigación aplicada si se nos exige cumplir con 40 horas semanales de cubículo? ¿Cómo además cumplir con la docencia? ¿Cómo se va a verificar esto sin caer en un régimen que obligará a que los funcionarios -nunca suficiente personal para sus múltiples tareas- descuiden labores esenciales para vigilarnos?

          Pero volviendo al programa aunque extensivo al centro. Hay algo que no me explico. Justamente por lo expuesto arriba y por mi experiencia como secretario académico entendí que no se podía imponer un formato único para todas las investigaciones y todos los investigadores y que por eso el centro ha funcionado como márgenes de flexibilidad y criterios cualitativos que a 35 años de fundación del Centro no pueden cuestionar su eficacia (con los normales altibajos de una larga historia). Pero al mismo tiempo, en el caso de mi programa admito que me pregunté: ¿Cómo es que estos compañeros adquirieron la idea de que podían imponer su forma de trabajo a los otros que trabajan temas tan diversos y distintos? ¿Con base en qué? ¿Cuál podría ser la legitimidad para proponer eso? ¿Cuál podría ser la justificación? Yo no me imagino como o para qué imponerle un formato a quien investiga temas tan diferentes a los míos. Como lector de Foucault entiendo que existe el control pero nunca he entendido la voluntad de controlar.

          De buena fe uno de ellos me explicó que porque esos son los criterios que imponen las revistas “científicas” y que nosotros vivimos de publicar en ellas y que sólo así podemos justificar nuestra productividad (¿y por ende nuestra vida es productividad?, me pregunté). Bueno, varios de los compañeros del programa jamás hemos publicado en esas revistas científicas. En 23 años en el CRIM jamás he publicado en una de esas revistas y mis propuestas se han llevado a la práctica por una diversidad de actores sociales.

          Pero este criterio es preocupante porque significa renunciar a la autonomía en una Universidad que en su nombre lleva el concepto. Es decir, que renunciamos a nuestra propia capacidad de decidir en nuestras propias instancias y entre nosotros sobre las condiciones y formas, y en última instancia contenidos, características y sentido de nuestro trabajo y le cedemos la potestad a quienes decidan las políticas de tales revistas. Es decir, que de manera colectiva nos declaramos incompetentes para tomar las decisiones radicales sobre nuestros trabajos. Y yo me pregunto si luego de renunciar a decidir, deliberar, reflexionar sobre estas dimensiones de nuestro trabajo seguimos siendo científicos o pasamos a ser sólo aplicadores. Y no tengo nada contra los segundos porque así me gané la vida mucho tiempo, pero al ingresar a la UNAM me dí cuenta de que aquí gozamos de la autonomía que nos permite deliberar y decidir sobre estos temas, y además, tal y como debe de hacerse, en una permanente deliberación. Y que esta situación genera al mismo tiempo una mayor responsabilidad que la que tienen quien sólo sigue formatos establecidos. Además de que justamente la capacidad de entender, actuar, reflexionar sobre las formas, los contenidos y los objetivos de una actividad de conocimiento, es lo que separa a los técnicos de los científicos.

          Es posible que por mi experiencia laboral anterior éste tema me resulte más evidente que a compañeros que sólo han tenido vida laboral académica y que por eso no pueda yo entender esa voluntad a renunciar a la libertad, que en términos universitarios llamamos autonomía: podemos decidir, que y cómo investigar y cómo presentarlo, siempre en permanente deliberación, pero en las instancias de nuestras propias dependencias y no sólo obedecer directrices decididas por gente desconocida en otro momento y en otro lugar. Y al mismo tiempo, dada la exposición que estamos teniendo a la perspectiva de género con problemáticas que tienen ahora en vilo a nuestra universidad en conjunto, no se me esconde que el cambio que proponen los compañeros se puede explicar fácilmente a la luz de ésta: pasar de una práctica flexible y fluida autorregulada (femenina), a una rígida y estática regulada por una instancia externa superior (patriarcal). En el primer tipo de ambiente tenemos que nadar permanentemente, esforzarnos siempre. Si las cosas no salen es nuestra responsabilidad absoluta. En el segundo basta acomodarnos en un lugar para quedarnos parados, sentados o acostados. Si las cosas no salen es responsabilidad de los directivos, jefes, árbitros externos o papás. Además de que nos reclinamos sobre el formato recibido en lugar de tener que esforzarnos en generar el específico para el problema o tema estudiado en las condiciones del problema y la relación que el investigador puede establecer con él. Y en el mismo sentido, no tengo nada en contra de que se realicen proyectos para obtener financiamiento: cuando menos por cinco o más años fue mi manera de sobrevivir antes de ingresar a la UNAM. El problema es que cuando enfocamos toda nuestra actividad a proyectos por financiamiento perdemos autonomía institucional o personal a distintos niveles según el tipo y fuente del mismo, pero en la mayoría de los casos, quien decide al último es el llamado “usuario” o quien redacta los famosos términos de referencia y dejamos de preguntarnos y buscar y ver cosas por meramente cumplir con los objetivos señalados, lo que claramente constriñe las posibilidades de originalidad, descubrimiento o replanteamiento (era claramente el caso de los financiamientos por fondos mixtos de conacyt en el sexenio anterior, en el caso de turismo la aprobación tenía que venir de un hotel y restaurante y el presidente municipal, por ejemplo). En el mejor de los casos hay que forcejear para que lo que se financie sean nuestros medios y objetivos y no los del financiador.

          Y en el mismo sentido, ahora que se propone lograr la multidisciplina generando plazas desde la conjunción de dos programas de investigación, la experiencia inmediatamente nos ha demostrado que no puede ser algo que resulte o se resuelva en el corto plazo y menos en una sola reunión. En el caso de la reunión del programa de Estudios Regionales con el de Socioambientales la convocatoria a la plaza resultó ser en realidad una convocatoria como las de siempre de Estudios Regionales, que resulta ser un retrato hablado de lo que ha sido el trabajo de la mayoría de los miembros de este programa que justamente tienen como espacialidad: las ciudades -y sólo las ciudades- de la zona central del México, y la única diferencia es que se plantea una nueva pregunta que involucraría al medio ambiente. Pero sin embargo, a la hora de señalar las especialidades de origen de los concursantes, consecuentemente con la exposición de la temática, se piden textualmente “urbanistas”, lo cual es adecuado, pero no cumple con una idea de multidisciplina y menos de integración con el programa medioambiental. De hecho, con la manera en que está redactada la temática a tratar, conociendo personas que se están dedicando al tema de cómo se están adaptando las ciudades al cambio climático pensé inmediatamente en arquitectos. Y luego recordé que justamente el coordinador del programa de estudios regionales es un arquitecto. O sea que no basta una reunión ni es viable como objetivo a corto plazo por decisión administrativa la codefinición de nuevas plazas entre dos o más programas de investigación cuya integración o suma, además no fue decidida ni en función de la temática o problemática de trabajo ni por propuesta de los miembros de los mismos programas. El objetivo puede ser pertinente sin duda alguna, pero sólo tiene sentido si se da como resultado de un proceso de mediano plazo de interacción entre los programas.

          Y en este caso, por ejemplo, luego de que el director del Programa Universitario de Estudios de la Ciudad visitara el CRIM y expusiera de que se trata el Programa a los miembros del Programa de Estudios Regionales quedó claro que aquí hay una oportunidad justamente para lograr este objetivo. Ahora que sabemos de que se trata el Programa, cómo está organizado y las temáticas y acciones en las que nos invita a participar, resalta que es necesario que dicha invitación no corresponda solamente al programa de estudios regionales por el interés que tiene el programa en estudios culturales (patrimonio y convivencia) y ambientales, cuando menos. Es decir, que habría que incorporar a todo el CRIM a este tipo de exposiciones de los programas universitarios, que justamente ya están trabajando multidisciplinariamente y en donde cabe la oportunidad de presentar actividades o proyectos que conjuguen de manera práctica la interacción entre los programas. En este caso, máxime que la definición de este programa no es exclusiva sobre la ciudad de México como creíamos algunos, sino que es genérica sobre todas las ciudades, por lo que caben estudios aplicados sobre la ciudad de Cuernavaca, por ejemplo.





          Sin otro particular y pidiendo por adelantado una disculpa por no entender la prisa por abandonar la libertad y la necesidad de controlar a los otros, les extiendo cordiales saludos.