El Exilio en el Corazón del
Otro.
Rodolfo
Uribe Iniesta.
“En primer lugar parece que el objeto de la
vida es pasar hambre, emborracharse y embarcarse (para el caso da lo mismo)”
Malcolm
Lowry (PCP, p.98).
Lo primero que cabe señalar es la vigencia que tienen los autores que de
los que vamos a hablar en esta mesa en nuestro país. Llama la atención que sus
obras, especialmente las de Lowry y la de Greene tengan tanta aceptación frente
a otras novelas sobre México escritas por extranjeros; quizás sea sólo por su
gran calidad literaria, pero yo sospecho que hay algo más. Que lo que está
detrás es la seducción morbosa por la visión del otro que en pleno rechazo o
identificación –pero siempre honestamente angustiado- dice algo más sobre nosotros
de lo que comúnmente queremos aceptar.
En 1938 se dio la mayor confrontación entre
México e Inglaterra al decretarse la expropiación petrolera. Curiosamente ese
año, se encontraban en México dos de los más importantes escritores ingleses
del siglo XX: Graham Greene y Malcolm Lowry. Y diez años antes D.H. Lawrence
había publicado otra importante novela sobre México. En el caso de Greene,
quien además es periodista y acepta venir al menos en misión de la iglesia
católica para investigar los excesos anticlericales, se sospecha que su visita
tenía motivaciones políticas relacionadas con la cuestión petrolera, aunque
tanto en su crónica como en su novela apenas menciona el tema. Pero lo interesante
es que para los tres México vendría a significar una confrontación con sus más
íntimas creencias y conflictos. Greene, aunque trata de mantenerse en un nivel
político y existencial, no duda en iniciar Caminos sin Ley refiriendo
situaciones de infancia y juventud que lo llevarían a intentar suicidarse en
relación a las emociones que lo llevará a sentir el trópico mexicano. Sobre
todo en referencia a la comprensión del otro, del diferente, del contrario. Un
tema que de ahí en adelante regirá su obra. Lawrence avanza en la línea de
reconocimiento y comunión con las fuerzas telúricas particularmente sexuales que
más tarde expondrá luego revertidas en su natal bosque de Nothingham –exhumando
tradiciones druídicas- en las tres versiones de El Amante de Lady Chaterley; y
produce una densa novela que muestra el choque entre una inglesa histérica y un
cristianismo telúrico-fálico que termina seduciéndola con su propio terror y
haciéndola parte de un levantamiento, en un claro caso de sincronía de amor y
política como un ejemplo del status nacenti que luego teorizaría Francesco Alberoni.
Curiosamente, la histeria de esta heroína es muy similar a la real que describe
sentir Greene en su propia crónica. Lawrence luego manejará un nivel de
aceptación más pleno de la sexualidad en
obras posteriores como La Mujer que Vino a Caballo y Haciendo el Amor con
Música y finalmente la ya mencionada Lady Chatterley.
Lowry, que llegó a México vía Acapulco un
primero de noviembre, comienza a trabajar la primera de las cuatro versiones de
Bajo el Volcán en 1936 (ver como lo cuenta en OCTYA, p.173) –aunque finalmente
la ubica en 1938-, directa y profundamente definirá a La Mordida, o sea a
México, como un paraíso infernal. El lugar de todas las posibilidades y todas
las bellezas y al mismo tiempo de todas las infamias y todos los horrores.
En Greene lo que funciona es una inmanencia de
vacío que tiene que ver con la falacia ideológica que encuentra tanto en los
creyentes católicos como en los ateos, un vacío que se agudiza con el calor
tropical y que no es el mismo que encuentra en Africa a pesar de que al
principio quiere trasladar el Corazón de las Tinieblas a Tabasco. El Congo al
Grijalva. En Lawrence es una mística que se presenta como católica, pero que en
realidad es un sustrato terrible de un cristianismo nativo machista y violento
que tiene todas las coloraciones del cristerismo jaliciense. En Lowry es
directamente el paisaje y un tono fuerte de la vida y las pasiones que, a
diferencia de los otros, plantea explícitamente la duda de si es inyectado por
el propio autor o le es dado sólo por el entorno. Siempre hay el juego del
infierno propio o el delirium tremends proyectado sobre el paisaje, y la
afirmación por el propio paisaje de tal delirium o infierno con la
materialización de mensajes, alegorías y símbolos a veces aparentemente inocuos
o banales como el perro acompañante o abiertamente ominosos como la señora de
la gallina; pero siempre al mismo tiempo irónicos, ambivalentes y equívocos.
Lo que hay de común en estos autores es que
cada uno huye y critica su propia civilización inglesa como algo decadente
básicamente por una mala calidad de la vida íntima, un lugar donde se niegan
las emociones, se esconden. Donde no encuentran una vida plena. Paradójicamente
Greene, quizá el más “inglés” de los tres, en este sentido, dice que en el
trópico siempre algo está muriendo, pero declara venir a un país donde la
política aún significa vida o muerte, pasión. Y aunque no utiliza la corriente
de conciencia que exhibe al inconsciente generando el escándalo generacional
iniciado por Joyce, instrumento esencial para Lowry, ni explora los deseos
sexuales con la intensidad de Lawrence, finalmente su mayor interés está en la
incongruencia siempre trágica entre las exigencias de los roles y el personaje
concreto.
Aunque
al llegar aquí puedan aterrarse con lo que encuentran, o incluso, él que más
gusta del país, Lowry, planteé justamente vía sus personajes la imposibilidad
de permanecer o hacer algo de provecho en el paraíso – “Yet in the Earthly Paradise,
what had he done?” le pregunta a Jaques Laurelle; y haga soñar a sus
personajes con la paz (que él mismo finalmente buscó) de los paisajes de los
desiertos fríos del norte en Canadá como bálsamo, incluso justo cuando Firmin
se da cuenta de que será asesinado (UV,p 394). Lo importante en cada autor es
como se maneja el contacto o choque. En los dos primeros hay un evidente susto
y rechazo que se exalta en el caso de Greene, o se matiza y acepta como
seducción en el caso de Lawrence. Greene directamente referirá el terror de ser
absorbido, integrado en el paisaje. Se horroriza de encontrar que en Tabasco su
nombre y su apellido son apellidos comunes de personas que él califica como
mestizos y morenos cuya conducta tiene todas las agravantes que le encuentra al
mexicano tropical, y que son señales de que seres como él fueron absorbidos por
el medio. Describe como su peor pesadilla de las horribles tardes de siesta la
visión de unas señoritas Greene dando vueltas por Plaza de Armas mientras él
platica con un corrupto jefe de policía apellidado Graham. Lowry, por el
contrario, se identifica y sumerge profundamente en la identificación y
convivencia más profunda que puede con lo mexicano, y curiosamente, es el único
que es rechazado por el sector oficial, siendo expulsado en medio de la más
desesperante persecución burocrática de la policía mexicana. Claro que todas
estas experiencias, crónicas y obras están atravesadas por distintas formas y
niveles de identificación con las posiciones políticas dominantes en el
momento. Lawrence abiertamente busca una condición esotérica profunda para
justificar al movimiento cristero más allá de la disputa de la curia vaticana
contra el Estado Mexicano. Tanto Greene como Lowry hacen referencias directas a
la Guerra civil española, donde toman partidos contrarios, e incluso Greene usa
este viaje para apoyar a franquistas y sinarquistas; mientras Lowry simboliza
la esperanza con el interés del hermano menor del cónsul que participa en dicha
guerra y en todos sus escritos denuncia el avance del sinarquismo-almazanismo. Es
muy razonable pensar que Greene participó –aunque él no lo dice- en las
maquinaciones del sinarquista Salvador Abascal en Tabasco que concluirán con la
llamada matanza de “La Conchita” en 1939, cuando coincide clandestinamente con
él en Villahermosa; mientras Lowry abiertamente se identifica con los
agraristas, siendo un hecho central en su experiencia y en las dos novelas
mexicanas, la amistad con uno de ellos, quien será, como explicaría luego a
Jonathan Cape, el modelo al mismo tiempo para el Dr. García Vigil y Juan Cerillo
y el personaje de referencia de Obscuro como La Tumba donde Yace mi Amigo. Y
hay una conexión paradójica entre Greene y Lowry: Juan Fernando Márquez o
Atonalzin (Day, p.264), el agrarista amigo de Malcolm será asesinado en un
pleito de cantina en Tabasco y será enterrado en Villahermosa, como nos informa
el propio Lowry (PCP, p.20). Márquez muere en 1939 cuando la restauración
religiosa toma sus momentos más violentos con la eliminación física sin
contemplaciones de los líderes obreros, intelectuales y campesinos del
garridismo; así que no es imposible pensar que lo de pleito de cantina, sea,
como casi siempre, en la historia de México, un eufemismo que el propio Lowry
tomará literalmente declarando que Márquez muere por exceso de alcohol y cuya
mecánica describe tan minuciosa y profundamente en el último capítulo de la
versión definitiva de Bajo el Volcán.
En los tres autores el paisaje será mucho más
que mero escenario, coinciden en que a diferencia de otros lugares, para ellos
en México el paisaje es descrito o definido como la principal fuerza o potencia
que determina la vida de las personas. No hablan simplemente de un fatalismo,
sino de un sino definido por los impulsos determinados por los paisajes
específicos, el marasmo tropical de los pantanos y la selva con Greene y no se
diga ese continuum entre la Barranca y el Volcán de Cuernavaca, y la gruta-cantina
(“El Farolito”) –como describe a Oaxaca- que compacta Lowry en su Quauhnáhuac
literaria, rodeados por esa “Selva” simbólica tanto por el nombre topográfico
de la ciudad real como por las implicaciones dantescas que le da a la novela;
como la física en que pierde a Ivonne; y que al mismo tiempo es la belleza y el
orden del Jardín que contrasta con la desazón interior y el delirium tremends
del cónsul. Esta, sin dejar de ser una reconstrucción imaginaria, impresiona
todavía hoy por la extensión y precisión con que describe a la Cuernavaca real.
Pero en esta Quahnáhuac, que además define como un resumen de sus tiempos, lo
particular es que siempre está a la vista al mismo tiempo el Volcán (la
belleza, la majestuosidad y que además identifica a la Hawaiana Yvonne,
descrita como mujer profunda, vivida, compleja, igualmente sufriente pero
básica y finalmente hermosa, Jan –la primera esposa- la promiscua por sus
acciones pero cubierta de la bondad y paciencia de Marjorie –su segunda esposa-;
pero al mismo tiempo el volcán es sombra ominosa que en su primer cuento del
tema equipara a Moby Dick (ver Day, p.245)), que la Barranca: “Quaunáhuac was
like the times in this respect, wherever you turned the abyss was waiting for you round the corner” (UV,p.61); mientras
los personajes deambulan por una selva urbana que ya entonces describe –por
ejemplo en el trayecto del primer capítulo de Jaques Laruelle del Casino a
Acapatzingo- como un laberinto en decadencia poblado de fantasmas. De acuerdo
con la descripción de la novela, del cine Morelos hasta Humboldt, pasando por el zócalo y hasta
la barranca de Amanalco es un jardín; y al oriente, cruzando el puente, Acapatzingo,
su cárcel, la casa de Maximiliano (que al mismo tiempo son el Jardín Borda), la
zona roja y arriba al norte, la colonia llamada “selva”, y de alguna manera
hasta su Tomalín y Chapultepec-El Parián son Selva. De hecho en el imaginario tanto del
cónsul como de su hermano hasta la comida en Tomalín, aparentemente más allá de
este lugar no hay sino el mar y las culpas que ambos dejaron en Europa. Y no es
sino en la comida que aparece Tlaxcala en el delirium como otro lugar de escape
para reproducir un pasado semejante a lo que fue Granada, España y para
contraponerlo a la invitación de García Vigil a Guanajuato. Y se menciona
Veracruz para separar a Hugh de Yvonne. No deja de llamar la atención que
mientras Greene describe a Frontera como el Puerto atrapado entre carroñeros
(scavangers), zopilotes en el aire y tiburones en el río, Lowry, entre otras
cosas, califica a Quaunáhuac de ser dormitorio de zopilotes y ciudad de Moloch
(Ibid.).
Mientras Greene y Lawrence tienen un rechazo
crítico a la vida en su país, en realidad en ese momento están bastante bien
situados en su sociedad y contexto –aunque posteriormente tengan que realmente
exiliarse; mientras que Lowry realmente se siente expulsado desde antes por su
condición de inadaptado. Pesa la culpa tanto de lo hecho como lo no realizado
que en la novela reparte entre los dos hermanos, Geoffrey (el asunto del
Samaritano) y Hugh (su fracaso como compositor, más aún como alguien que
debería de destacar en esa sociedad), pero además, sobre el proyectado alter
ego de La Mordida, Martin Trumbaugh, pensará:
“La
tragedia de alguien que se salió de Inglaterra para poner unos cuantos miles de
millas de océano entre él y los matones estériles y los profesorcillos
homosapientes de literatura inglesa…y que son responsables de la misma
dictadura de opiniones que nunca se fundan en una experiencia o en un
sentimiento compartido o en la identidad con un escritor particular o en el
amor a la literatura o ni siquiera en un conocimiento intrínseco del arte de
escribir, y que tampoco se formula independientemente, sino que es por entero
una cuestión de camarillas que tienen además, el objeto de cortar en botón
cualquier florecimiento competitivo del genio contemporáneo original, que de
ninguna manera serían capaces de reconocer si lo vieran.”
A
diferencia de los otros dos, Lowry busca y de alguna manera encuentra, en su
México profundo, en su México del alcohol, refugio, al mismo tiempo que es
expulsado del país superficial, cotidiano, legal y real de La Mordida. En un
momento del delirium Firmin llega a decir: “I’m thinking of becoming a Mexican subject”
(UVp.343), es decir, todo lo contrario al Greene de Caminos Sin Ley. Y lo
enfatiza como una huída a la otredad al compararlo siempre con el deseo de
convertirse en William Blackstone que defecciona de los colonos ingleses y se
va a vivir con los indios (un Gonzalo Guerrero norteamericano). El refugio son
los otros, pero al mismo tiempo, en el caso del cónsul es una caída, un
indefectible viaje a la obscuridad. Cuando realmente se convierte en William
Blackstone es porque llegó al fondo del laberinto y está en el infierno terrenal y cuando ya es
preso de los demonios físicos que están a punto de asesinarlo. Y sin embargo
aquí apunta un detalle puritano en Lowry que lo hermana a Greene y Lawrence: el
punto más bajo de la caída, le centro del laberinto es la copulación con la
prostituta: ¿quiere María?
Y los
tres, por supuesto, también sintomatizan formas distintas frente al deseo, el
amor y la pasión. Desde la histeria de Greene que se aterroriza ante la
franqueza y apertura de las mujeres tropicales mexicanas, hasta la igualmente
histérica búsqueda, susto y sometimiento a la pasión de la heroína de Lawrence,
pasando por supuesto por un más natural, complejo y humano Lowry que de entrada
enmarca su obra con la alegoría y al mismo tiempo epitafio del cónsul, tomado
de Fray Luis de León: “No se puede vivir sin amor”. Aunque Lowry no objetiva el
deseo en los otros, sino que en este hay una igualdad entre extranjeros y
mexicanos. Si Greene y Lawrence encuentran el contraste con los nativos por su
apasionamiento, Lowry no es diferente a ellos, y en ese sentido, a diferencia
de sus connacionales, encuentra identificación. Sus personajes son directamente
apasionados, todos. La pasión es, por supuesto, el infierno que acusan,
aterroriza y seduce tanto a Greene como a Lawrence, mientras que Lowry –como lo
haría después Tenesse Williams- lo reconoce como lugar propio, incómodo y
peligroso, pero natural, atractivo, sino incluso habitual, pero además interno,
transportado. Lowry hace evidente que ve con los ojos del delirium tremends del
Cónsul, que no hay una realidad absolutamente independiente, neutra y común a
todas las culturas e individuos –el tema del libro que dice el Cónsul estar
escribiendo. Y lo equiparará con el sentido que para él tiene el alcoholismo
como dimensión existencial y que reconoce como costumbre del mexicano. Más aún reconoce, al igual que los
mexicanos el status ontológico de la inmersión en el alcohol: “But
without mezcal, he imagined, he had forgotten eternity, forgotten their world’s
voyage, that the earth was a ship, lashed by the Horn’s tail, doomed never to
make her Valparaiso”. (UVp.329) (Pero sin mezcal,
imaginó, había olvidado la eternidad, había olvidado su viaje al mundo, de que
la tierra era una nave fustigada por la cola del cabo de Hornos y condenada a
no llegar nunca a su Valparaíso).
Y así como antes Ambroce Bierce prefirió ser asesinado en México (¿hay
otra forma de morir en ese país –el literario digo-?) que vivir en Estados
Unidos; tras él los beatniks y Tenessee Williams recuperarían existencial y
literariamente a México como la dimensión de la pasión y el delirio en la
comunión del alcohol y las drogas. Y define al alcoholismo -al igual que
Bourroghs respecto a la heroína, es lo que hoy llamamos un adicto consciente-
como un estado existencial, el problema no es beber sino el malestar, nos dice:
“Incidentalmente
todo lo que se ha escrito sobre la bebida es absurdo. Hay que empezar otra vez
por el principio. Pensar en el conflicto interior, la tristeza abrumadora que
también nos puede llevar a participar en la trágica condición humana, en el
conocimiento propio, en la disciplina. El conflicto es de suma importancia. Gin
con jugo de naranja es la mejor cura para el alcoholismo, cuya causa verdadera
es la fealdad y la completa e incomprensible esterilidad de la existencia tal y
como nos la venden”(PCP,
p.33).
Y a pesar del clima
existencial del alcohol, el amor y la pasión, él mismo declarará que tanto Bajo
el Volcán como Obscuro como la Tumba donde Yace mi Amigo, tienen un tema común
que define como se ve implicado, envuelto, él mismo en la propia trama de la
novela que escribe:
“La
inenarrable e inconcebiblemente desolada sensación de no tener derecho a estar
donde se está; las oleadas de inagotable angustia perseguidas por el insaciable
albatros del yo.
Hay
un albatros realmente.” (PCP,
p.10).
Ese albatros si leemos
con atención es él único monstruo que no merece una alegoría en Bajo el Volcán,
no se materializa ni en el paisaje ni en el delirium tremends, aunque Díaz
Vigil, Quincey, el vecino – por Thomas De Quincey-, Jaques Laurrelle y todos
los cantineros incluida la viuda Gregorio acusan: el gran ego que le impide a
Firmin perdonar totalmente a Yvonne y que se preocupa más por el próximo trago
de alcohol que por el milagro de recuperar a su mujer, a pesar de reconocer él,
en el bar del Vista Hermosa: que son “absolutamente necesario”.
En esta idea, en la
imagen del albatros aparecen dos dimensiones profundas que impiden la
reconciliación con la realidad cotidiana y con la vida como le es dada y que
explican la necesidad intrínseca de la fuga permanente, la agonía permanente:
“Y
siempre otra vez a lo largo de su vida futura una agonía lo impulsa a viajar de
una tierra a otra”.(PCP, p.44)
Y concurrente con lo
anterior la no adaptación, identificación radical que menciona en sus planes
para lo que sería la tercera novela mexicana, La Mordida:
“Es
preciso decir en alguna parte que Martin había vivido tanto tiempo en este
planeta que casi había conseguido creerse un ser humano. Pero en su fuero
interno sentía que esto no era cierto o sólo parcialmente cierto. No podía
encontrar su visión del mundo en ningún libro. Nunca había conseguido descubrir
más que un aspecto superficial de sus sufrimientos y de sus aspiraciones y
aunque se había acostumbrado a fingir que pensaba como toda la gente, no era
éste el caso”. (PCP, p. 107)
Aclara que “lo
que en realidad estoy tratando de hacer con Martin es conocer exactamente su
posición de aislamiento” (PCP, p.104); aislamiento y huída al
describirlo como un peregrino que retrata perfectamente al propio Lowry, al
decir que el horror en La Mordida será el horror del Peregrino:
“El
hombre en primer término, por ejemplo, es el Protagonista, volviendo el rostro
para no ver su propia maldición como cree, y cojeando hacia lo desconocido;
abandonando su pobre casa, aunque está cometiendo un grave error, pues su pobre
casa es su salvación; como una imagen de su nicho en el otro mundo que ha sido
ofrecida de antemano. Su obligación era la de purificarla y reconstruirla,
antes de ponerse en marcha…Al carajo con todo esto…Yo creo que lo que pasa con
Martin es que Jerónimo Bosco es literalmente el único pintor que puede apreciarlo
todo…”
Es esto lo que lo
arrastra indefectible e inevitablemente a la obscuridad.
Y en el universo
resumido que es el proyecto de La Mordida, los agentes de migración adquieren
una relevancia metafísica:
“Sobre la libertad de todos los hombres pesa la sombra del inspector de
inmigración con su tarjetita…(y sus 5 hijos, su preocupación por su esposa, sus
ingresos insuficientes, su temor a ser despedido, su alergia…) haciendo
preguntas que uno no puede contestar…
De esta manera sutil los viajeros pierden su verdadera libertad dentro
de su propio mundo…” (PCP,
p.40-43).
Pero lo específico del
personaje del Cónsul, y quizás lo que lo convirtió ya en un arquetipo universal
es que, más allá de un alter ego de su trayecto existencial mexicano, como
serían luego Sigborn Wilderness y Martin Trumbaugh, es que al cónsul como
personaje lo planeó como:
“suponiendo que todo el
sufrimiento y el caos y los conflictos actuales tomasen repentinamente una
forma humana. ¡Y tuvieran una conciencia propia!...un hombre…ante quien la gran
traición del espíritu humano tomara la forma de una traición privada y
angustiante…y estaría conciente, pese a todo, de los sufrimientos que la
humanidad tendrá que atravesar pronto.”(Day, 294).
Y si Greene vive la
pesadilla de convertirse en un mexicano, Lowry vive la pesadilla de reproducir
su propia novela, de vivirla, hasta que
finalmente la última versión en mucho fue ya narración de sus experiencias.
Declara que “la agonía de Martin Trumbaug está relacionada con la agonía de repetir
experiencias” (PCP, p.44). De acuerdo con Day (p.260 y ss.) en 1937
escribe un primer cuento centrado en lo que será el incidente del indio muerto
en el viaje del camión a Tomalín donde aparecen “El Cónsul”, su hija Yvonne y
su yerno Hugh y después, según las narraciones de amigos, Lowry vivirá la vida
del Cónsul tal y como se narra en la versión final de la novela incluida la
fuga de su esposa Jan con un verdadero Cónsul vecino de la calle Humboldt a
Veracruz. Quizás por eso una de las voces en el Salón Ofelia le parecen decir
que “Casi
hasta la mala poesía es mejor que la vida”(UV,p.329); y en Por el Canal
de Panamá afirma de un nuevo proyecto literario: “la novela trata de un personaje
que de pronto se encuentra envuelto en la trama de la novela que él mismo ha
escrito, como me pasó a mí en México”(PCP,p.9). Y la reiteración
estaría cuando vuelve a México después de la primera expulsión de 1938, y el 10
de enero de 1946, en un departamento rentado casualmente en la misma avenida
Humboldt (llamada Nicaragua en al novela) en Cuernavaca, luego de una crisis de
alcoholismo se corta las venas de la muñeca izquierda. Luego del incidente
decide ir con su segunda esposa, Marjorie, a Oaxaca a buscar a Fernando sólo
para encontrar la noticia de su muerte, “muerte por alcohol” en pleito de cantina,
muy a la mexicana, como el Cónsul. Y para colmo, luego de esto, regresando a
Acapulco, nuevamente será confrontado y expulsado por las autoridades
migratorias mexicanas (Day, p.390 y ss.). Dirá que “otra manera de concebir a la
muerte es como la concibe un inspector de inmigración mexicano” (PCP,
p.121).
En resumen: tanto Greene como Lowry producirán
textos directos sobre su experiencia en México: crónicas, cartas, reflexiones y
en el caso de Greene lo publica como crónica. Mientras Lowry en lo que produce
para publicar transparenta su experiencia en Obscuro como la Tumba Donde Yace
mi Amigo y Por el Canal de Panamá. En ambos casos ambos producen una novela
destacada, y ambas novelas son una reconstrucción de la realidad mexicana desde
dos perspectivas radicalmente distintas, el rechazo total y la aceptación: para
uno no habría peor cosa que convertirse en Mexicano o morir en México y para el
otro, el dolor es haber sido expulsado dos veces del país. Sin embargo, ambos coinciden
en utilizar el paisaje mexicano para generar una realidad metafísica que
califican como el verdadero México, para darle coherencia y congruencia, en el
caso de Greene, o para perderse en los meandros de su infernal laberinto
descrito desde la cámara subjetiva ¿por qué John Houston no pensó en eso,
porque filmó todo desde afuera cuando la novela narra todo desde adentro? Del
delirium tremends del cónsul en el caso de Lowry. Para Greene es la otredad
absoluta, lo abominable, pero al mismo tiempo algo que lo puede absorber,
mientras que Lowry lo ve como una exteriorización de su propio paisaje
interior. En ambos casos pero con sentidos radicalmente diferentes es el lugar
de “perdición”. En ambos casos, siguiendo a Conrad todo el tiempo, se habla de
viaje a la obscuridad. Greene describe el viaje por el Grijalba de Frontera a
Villahermosa como una incursión en la obscuridad, mientras en Obscuro... Lowry
describe la llegada a Oaxaca como una caída. En ambos casos es un abismo y lo
que cambia es la actitud, Greene se espanta y retrocede, y toda la historia de
Bajo el Volcán es la de la Atracción del Abismo. Y a diferencia de Greene es
consicente de de la advertencia de William Blake de que cuando observas un
abismo, éste te observa.
Tanto en Greene como en Lowry, la mujer es
parte de este abismo, quizás igual que Conrad al final la había definido como
“el horror”, en una recursividad que al final del Viaje a las Tinieblas
devolvía la explicación de la locura de Kurtz del nacimiento del Congo a las
impecables habitaciones de una ciudad europea. Igualmente aquí se manifiesta el
miedo de Greene al deseo femenino y la fascinación de Lowry, el impotente ante
Jan, por las mujeres promiscuas como su angelical personaje imaginario Ivonne o
su terriblemente real Jan; terror que queda manifestado en el lugar y papel de
la María con la que finalmente copula el cónsul. La copulación retrae el
delirium a la peor de sus experiencias en el hotel Francia de Oaxaca:
“a
medida que los dedos del Cónsul recorrían el cuerpo de la muchacha, crujía la
electricidad bajo sus caricias, aunque la ilusión sentimental se desvanecía,
estaba hundiéndose en el mar, como si no hubiese estado ahí, habíase convertido
en un mar, en un horizonte desolado donde navegaba vertiginosamente un enorme
barco negro, con el casco oculto deslizándose hacia el ocaso; o bien su cuerpo
no era nada, sino una mera abstracción, una calamidad, un diabólico aparato
para producir sensaciones calamitosas y enfermizas; era el desastre, era el
horror de despertarse por la mañana en Oaxaca…”(UV, p.389)
E inevitablemente es la caída abisal:
“Y el
silencioso y tembloroso acercamiento final, respetable, sus pasos hundiéndose
en la calamidad ( y era esta calamidad ahora, con María, penetrada, la única
cosa viva en él ahora este ardiente e hirviente maldito órgano crucificado
–Dios, ¿es posible sufrir más que esto?, De éste sufrimiento algo tiene que
nacer, ¿y qué podría nacer sino su propia muerte?”)…
“(y
esta calamidad que estaba ahora penetrando, era la calamidad, la calamidad de
su propia vida, su misma esencia ahora penetrada, estaba penetrando, estaba
penetrada)
(UV,
p.390).
Aunque para ambos autores es la caída, ésta
significa algo muy distinto para cada uno. Para la histeria de Greene genera un
rechazo total que le obliga a huir; para Lowry es la posibilidad de encontrar
refugio justamente por su carácter de selva límbica en el sentido dantesco, un
laberinto que hay que penetrar. Para Lowry más que salvación simple se trata de
una terrible realización, de oportunidad de iluminación, tentación/perdición.
Es una selva jardín o un jardín que se llama Selva, paraíso en todos los
sentidos, incluyendo los más terribles, la indiferencia y la violencia; la
fragilidad de la felicidad y de la belleza que hace que un jardín fácilmente
vuelva a ser una selva, laberinto asiento
arquetípico de la obscuridad. Un jardín y un laberinto que cotidianamente, los
que vivimos aquí, sobre todo quienes hoy gobiernan, hijos de los sinarquistas
que denunciaba Lowry, procuramos destruir.
Y en fin, mientras
Greene simplemente maldice a México, la despedida de Lowry es más compleja, de
alguien más lastimado:
“Los
mexicanos son los seres más bellos sobre la tierra. País adorable. El gobierno
mexicano todavía parece controlado por satanás; eso es lo único malo. Todos los
mexicanos lo saben, lo temen, y a fin de cuentas, no hacen nada para remediarlo,
a pesar de las revoluciones; en el fondo el gobierno está más corrompido que en
la época de Díaz.” (PCPp.31)
“¡Adios,
territorio de La Mordida –adiós y que Cristo te envíe el mayor dolor! (Bueno,
retiro esto último: Cristo ya te ha enviado suficiente. ¡Mejor vive, maldito
México, y seas ejemplo para los hombres de la caridad cristiana que profesas y,
si no, que la abominación te destruya!).(PCPp.73).
Bibliografía.
Day, Douglas. 2001. (original 1973) Malcolm Lowry.
Una Biografía. Fondo de Cultura Económica. México.
Greene, Graham, 1981. The Power and the Glory. Penguin. London .
Greene, Graham. 1982. (original, 1939) The
Lawless Roads. Penguin. London .
Lawrence, D.H. 1981. (original, 1926) The
Plumed Serpent. Penguin. London.
Lowry, Malcolm. 1987 (original 1947) Under The
Volcano (UV). Ed. Penguin. London.
Lowry, Malcolm. 1977 (original 1961) Por el Canal
de Panamá (PCP). Traducción de Salvador Elizondo. Ed. Era. México.
Lowry, Malcolm.
1981. (original, 1968). Obscuro como la Tumba donde Yace mi Amigo (OCTYA). Ed.
Bruguera. México.