domingo, 21 de junio de 2020

De Obsesiones, el fantasma de la ópera.

Tanto la novela como la adaptación del musical de Andrew Lloyd Webber de el fantasma de la ópera tienen como tema central la obsesión que produce una joven cantante. Lloyd Webber estrena su musical con Sarah Brightman quien luego sería su esposa después de divorciarse de su anterior esposo. Tras el éxito del musical se convierte en una presentación standard en EU e Inglaterra donde lleva más de 20 años de presentarse ininterrumpidamente. Además de mantener giras con compañías itinerantes. Como ocurre con todas las obras de este autor, la licencia para su presentación exige que todo se haga exactamente igual que en el montaje original. En una reunión para un video promocional  detrás de escena, la cantante Sierra Borgges reunió en su camerino a varias de las cantantes que han representado el papel a lo largo de los años para compartir anécdotas. Les preguntó cuando era el momento en que se sentían Chrustine Dae. Y todas conocieron que era cuando les ponían la peluca con la larga cabellera ensortijada. La peluca para todas las presentaciones ha de ser igual siempre. Entonces es cómo el detalle identitario del personaje. Pero aquí lo interesante es que la primera intérprete no utilizó peluca, sino su cabellera original. Es decir, la peluca está diseñada a partir de la cabellera natural de Sarah Brightman a sus 21 años. Luego entonces cada representación del musical revive y mantiene perenne a la Sarah Brightman de 21 años. Hacer esto, no es acaso un acto de obsesión igual al del fantasma por Chrustine? Es decir, cada noche se revive, se reactualiza, se reencarna un fantasma, que no es el del adorador de Christine en los sótanos, sino el de una Sarah Brightman de 21 años, aunque la real tenga ahora 60. Bien dicen los aborígenes australianos que nosotros, con nuestros sistemas de memoria y comunicación, escritura, grabaciones de voz y de imagen, lo que hacemos es vivir entre muertos, aunque esa voz o imagen que recuperamos sea la propia de nuestro pasado. Para ellos no hay pasados individuales. Solo presente.

Aquí, diversas cantantes caracterizadas como Christine Dae:











miércoles, 17 de junio de 2020

Artistas en pandemia:



Distorsión cognitiva o porque -lo sabe cualquier sociólogo honesto- no basta con una encuesta para explicar un fenómeno. Una encuesta en un periódico inglés demostró que el 80% de las personas piensa que los artistas son la profesión más inútil en la epidemia. Pero no les preguntó que han hecho la mayor parte del tiempo durante el confinamiento. Seguramente habrían respondido ver televisión, videos, documentales, escuchar música y leer ficciones...y que creen que es eso ahora ? y quien cree que hace eso en la sociedad actual?. Ser artista en el sentido más amplio, es conocer y guiarse por criterios estéticos y ser imaginativo y creativo. Incluso el diseño de páginas web para trabajar se hace con capacidades estéticas de los diseñadores que para eso tienen que tener conocimientos y desarrollar capacidades estéticas. La gente dirá que no va al teatro, no van a museos a ver pinturas, no van a espectáculos de danza, ni leen literatura ni poesía. Pero sin esas actividades artísticas básicas no existirían los productos culturales que consumieron durante la mayor parte del tiempo de su confinamiento. Si revisamos el uso del tiempo de la gente durante el confinamiento con lo que piensa, tenemos un claro ejemplo de distorsión cognitiva básica. Y una contradicción del capitalismo actual es que gracias al desarrollo tecnológico los consumimos casi gratuitamente y el 90 por ciento de lo que se paga se le queda al distribuidor y casi absolutamente nada al productor, al artista. La gente no razona sobre lo que piensa que piensa y, en general, promover eso, debe ser el trabajo de los educadores de cualquier nivel en cualquier momento.

martes, 16 de junio de 2020

El barrio en la pandemia.



Vivo en una esquina. Me basta salir a la escalera y sentarme para ver a la gente pasar.
Lo hacía cuando era un niño desocupado, y en palabras de mi madre, inútil, bastante.
Y aunque no me angustio, el confinamiento me ha regresado a esa condición, sintiéndome un poco como entonces, con bienestar y salud.
Lo suficiente para darme la libertad de saberme otra vez soberanamente inútil.
Porque aunque ya no estén mis padres para recordármelo, soy consciente de que hay mucha gente que sufre y que no está bien. En todo caso, he visto a buena parte de quienes conocía ese niño, sufrir y morir mucho antes de llegar a este estancamiento.
Y es que el pequeño jardín, que aún con sus asegunes, los árboles demasiado crecidos y sin césped, es la invariante de una burbuja de aire y tiempo.
Me basta sentarme en la escalera para ver a la gente pasar, lo he hecho por años,
Y no cambia, podía uno adivinar las horas de entrada y salida de trabajar por la frecuencia, y la vivacidad o cansancio de su paso. Y a pesar de eso, por alguna razón, la esquina se les antojaba para arreglar sus problemas Familiares, maritales o patrimoniales, deteniéndose a discutir por parejas o grupos. Con los años me quedó claro qué hay una necesidad básica, ingente y hasta inconsciente, de arreglar los pleitos antes de encerrarse unos con otros en la casa. Adivinar lo insoportable de una noche atrapados en la confrontación.
Dan por hecho la estabilidad del jardín y la escalera y nunca voltean a verme aunque esté a dos metros de ellos, escuchando y viendo todo sin querer. Inexistente, pero informado, sin poderles decir que sus problemas y pleitos son los mismos desde hace tantos años aunque ellos sean otros, o tal vez solo los hijos de sus padres. No se hasta qué punto sirva de consuelo saber que nada es novedad.
Pero ahora discuten solos con un brazo doblado para sostener el celular en el oído, y en la otra mano la correa de los perros que sacaron a pasear. Y el tamaño de los perros también ha disminuido, pero no su necesidad de orinarse y cagar en la esquina.
Solo los niños, si la gata está afuera, voltean y se detienen a llamarla o a decirle algo.
Hasta ahora aquí, si me desconecto de mi existir informático y mi consumo de información, y me siento en la escalera, y escucho a los del taller, me entrego al constante rumor del trafico, las pláticas de los del gas, los de la basura, (también siempre, en todo momento, en algún lugar hay alguien martilleando algo), lo que se vive es una espera. No pasa nada, nadie se ha enfermado en la colonia y simplemente todos estamos esperando. Para los de siempre en la calle, nada ha cambiado, los trabajos han seguido igual, pero la gente pasa ahora de manera más uniforme sin régimen, para cruzar una y otra vez al pequeño súper local y comprar todos los días cosas que podían haber previsto para toda una semana. Pero es que también es la oportunidad de detenerse en la capilla de la virgen bajo el puente y comprar los tamales oaxaqueños que vinieron a desplazar a los más ligeros que vendían gente del Estado de México.
Ahora caminan sin prisa y no van solos, además del perro viene alguien más de la familia y la salida se vuelve un paseo.
A pesar del ruido de los coches, la burbuja funciona para escuchar bajo los arboles, de nuevo, a todas horas, a las aves. Y el tiempo ha sido excepcionalmente bueno, sin el calor excesivo que es tan agobiante en esta ciudad, a pesar de que ha habido mucho sol.
Una granizada desnudó a los árboles, dobló a las plantas, borró las flores y dejó el jardín lleno de hojas secas para aumentar la sensación de anacronismo. De estancamiento y distancia.
Y en mi bienestar no solo están presentes mis muertos familiares y vecinos de la cuadra, los que circulan esperando que no haya, en realidad, nada que esperar; aunque todas las noches nos dicen que en la delegación vecina, a dos cuadras, hay la mayor mortalidad del país; están presentes aquí, con su paso ahora medido y sosegado, los vecinos de todos los días -incluidos esas señoras y hombres sin edad que simplemente desde hace quien sabe cuantos años nunca han podido quedarse encerrados, hasta que un día simplemente no aparecen y tal vez llegue alguien a avisar que fue atropellado y hay que juntar para el ataúd que exige la delegación para enterrar el cuerpo. El velorio lo organiza casi siempre el cura local y es incómodo porque todos los presentes se conocen solo de vista, lo único que tenían en común era esa persona cuyo nombre muy posiblemente ignoran-.
Está presente también todo eso que ya ha sido y sigue siendo entre los coches y las casas, como si las personas solo fueran sombras, meras proyecciones, hologramas que pasan. Un holograma es una parte de algo que contiene la información del todo. Así cada persona, somos todos y somos nadie, pero  tal vez la mejor sinédoque de esto sea la paz, con que, inconsciente de lo corta y frágil que es su vida, descansa entre las plantas la gata. 

sábado, 13 de junio de 2020


La pandemia como coyuntura revolucionaria.

                                                 Rodolfo Uribe Iniesta. rui@unam.mx


          En esta exposición intento describir como es posible ver el momento actual como una coyuntura revolucionaria dependiente de una condición que ya ha señalado Saskia Sassen al exponer el cambio del desarrollismo a la globalización. La coyuntura se da por la confluencia puntual de tendencias de mediano o largo plazo. Pero, el cambio posible, parece ser, al mismo tiempo, la transformación en otra cosa diferente, tanto por un cambio paradigmático como por maduración de procesos intrínsecos del momento anterior. Es decir, el cambio se da tanto por la irrupción de un hecho novedoso, como por el resultado necesario de procesos prexistentes.

          La epidemia está jugando este papel, simplemente al hacer evidente que el capitalismo ya no coincide necesariamente con lo que Fernand Braudel (1984) llamaba la reproducción de la vida cotidiana. Es decir, que la lucha que el capitalismo libró desde el siglo XVIII (ver Polanyi, 1989 y Dobb) por convertirse en la mediación fundamental de la sociedad humana, y por eliminar todas las otras mediaciones -logrando lo que el marxismo describe como el paso de la subsunción formal a la real-, objetivo explícito del neoliberalismo, puede sufrir un interesante revés.

          No es un hecho inédito: es sabido que el establecimiento del estado benefactor y el paradigma del desarrollismo se impusieron sólo por la segunda guerra mundial; Thomas Piketty es muy enfático al afirmar que lo que logró reducir la inequidad de la Europa del siglo XX fue precisamente el impacto del caos de la guerra.

Desde el principio de la actual pandemia populares intelectuales, Slavoj Zizek, Byung-Chul Han y Giorgio Angaben, se enfrascaron en una discusión sobre las potencialidades progresivas o regresivas para el orden social. Quedó entonces presentada como una coyuntura abierta. De hecho, la pandemia nos puso en una situación donde “los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”, que es la definición de un momento revolucionario de acuerdo con el manifiesto comunista (Marx y Engels, 2016, 25). Pero además, siguiendo lo que se dice en el mismo párrafo del manifiesto sobre el carácter revolucionario de la burguesía, “que sólo puede existir mientras revolucione incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales”. La coyuntura y las posibilidades de superarla están determinadas por condiciones técnicas y sociales que venían desarrollándose con anterioridad, como, por ejemplo, las formas actuales de comunicación en general que determinan tanto la velocidad con que se propago la epidemia a nivel mundial, como la posibilidad de la porción mediatizada de la sociedad internacional de adaptarse a trabajar, producir y relacionarse virtualmente. Formas de comunicación que también generan el mayor nivel de control (Big data) y de posibilidad de aislamiento individual, que haya conocido la humanidad.

El éxito a largo plazo de las políticas sanitarias y de inmunización mediante  vacunas iniciado desde el siglo XVIII y logrado plenamente tras la segunda guerra mundial, hicieron olvidar a aquellos grupos sociales homogeneizados por una cultura escolarizada y mediática, el papel disciplinador y determinante de la vida cotidiana que tenían las epidemias. Hemos olvidado que a finales del siglo XIX se convivía con la tuberculosis, la prevalencia en México de las llamadas “enfermedades tropicales”, y  la última gran “plaga”, la influenza española.

Este “olvido” está totalmente relacionado con el desarrollo de la mentalidad moderna cuyo principio básico es la capacidad de la sociedad de autodeterminarse. Es decir, se consideraba superada la posibilidad de ser determinados por una intromisión externa a la propia acción de los seres humanos organizados. Pero, al mismo tiempo, esa posibilidad -representada hoy por temblores, meteoritos, etc.- se convirtió en fuente del mayor de los temores.

Y al mismo tiempo, por el nivel de desarrollo de los armamentos y la progresiva conciencia de los efectos colaterales de las nuevas industrias en la salud y el medio ambiente, la propia tecnología se volvió, en una ambigua situación de posibilidad endógena de destrucción catastrófica, en fuente de temores.

Se formó así la sociedad del riesgo: una convivencia altamente dependiente de una red de sistemas técnicos, discursivos y de relaciones, que en tanto complicada y compleja, es altamente delicada; y de la que finalmente dependen individuos cada vez más atomizados; actuando además dentro de esa condición de la sociedad civil que Hegel llamó “el sistema del atomismo” (aquel en donde el objetivo de cada unidad -colectiva o individual, la familia o el individuo- es ella misma (Espinoza, 67)).

En los últimos 40 años hemos vivido además la lucha por la imposición de un sistema extremo de capitalización que Zygmunt Bauman describió sintéticamente, como aquel en el cual los capitalistas dejaban de aportar su parte para cubrir los costos de la reproducción social, siendo unos de sus medios el austericidio y la informalización y desregulación de los mercados (financieros, laborales, inmobiliarios, etc.). Tendencias que la epidemia puede profundizar con el impulso al trabajo virtual y la deslocalización de las empresas, liberándolas aún más de sus bases territoriales y por lo tanto de relaciones impositivas respecto a las unidades políticas territoriales (ciudades), que, para sobrevivir, tendrán que buscar nuevas fuentes de financiamiento que no dependan de la economía capitalista.

Al mismo tiempo la reacción global de intentar detener la pandemia mediante el distanciamiento social, trajo la paralización casi universal del sistema industrial y financiero, resultando en el desnudamiento del capitalismo como sistema no indispensable para el mantenimiento de la vida de las sociedades.

No hay, sin embargo, que confundir esto con un colapso del capitalismo en sí: en un mediano plazo no significa pérdidas para las grandes corporaciones -varias de las cuales se encontraron de pronto en condiciones estratégicas monopólicas. De hecho, las bolsas y las empresas energéticas se han recuperado mediante colocaciones y compras a futuro. Por no mencionar el saldo positivo de la profundización de la “fluidez” laboral al tener un motivo “fundado” para cesar a empleados y obreros, esperando recontratarlos en condiciones totalmente ventajosas, y los apoyos financieros que gobiernos como el de Estados Unidos han canalizado las empresas.

          Esta coyuntura tiene además características particulares en tanto hay consenso de que la crisis económica que se presenta puede ser entendida como parte de un proceso que ya estaba en marcha cuando menos desde hace un año, como una secuela o reiteración de la crisis de 2008 (Piketty, 2015), y por otro lado, de una crisis de movilizaciones sociales, que podría decirse que comenzó en 2011 (Zizek, 2013)  con las reacciones en muchos países contra las políticas austericidas tomadas contra la mencionada crisis. Éstas se habían reactivado desde octubre de 2019, particularmente en América Latina pero también en Francia. Y ahora, en plena pandemia, mediante la reiteración de un acto particular constitutivo de la sociedad estadounidense (el asesinato de un negro por la policía), se convirtió en otra movilización popular internacional que recuerda al 68. Igual, aún no podemos evaluar que tanto estas movilizaciones se relacionan con la pandemia y que tanto son una continuación de la ola de movimientos que, como en Islandia o en Grecia ganaron el poder y luego tuvieron una regresión; o primero fueron derrotados y, transformándose, llegaron al poder, como en España.

          Independientemente de estos procesos, en la parte que podemos llamar infraestructural -como mero proceso sistémico más que por la subjetividad y el voluntarismo político- el hecho de que la pandemia haya detenido el funcionamiento de la industria y la economía capitalista, ha llevado por vías imprevistas a desarrollar un consenso en torno a una medida cuya propuesta estaba en la agenda política al menos desde hace 20 años: la idea de una renta universal o de un ingreso mínimo vital, que al menos, por ejemplo, ya en España, fue aprobado. Sin embargo, igual que los fenómenos referidos anteriormente, la posibilidad de una economía de subsistencia no capitalista y particularmente desmonetizada, también venía de antes, no por las resistencias sociales, sino precisamente, por el exceso de desarrollo de las fuerzas productivas, la tecnología.

           Elmar Altvater y Birgit Mahnkopf en 2002 (p.22) describieron como la crisis Menen-Cavallo de Argentina tuvo la doble vertiente de que por la velocidad de las nuevas formas de transferencia financieras de hecho no se manejaba dinero -ya había habido un antecedente global en 1977-, al mismo tiempo que en la economía local, al no poderse mantener la relación con el dólar, desapareció la moneda nacional y aparecieron sustitutos y se formaron redes de intercambio que operaron sin él. Hoy día, por el nivel alcanzado por la deuda pública de EU, se habla seriamente de un mundo postdólar.

          Y en un ámbito distinto, ahora que como nunca se ha resaltado la importancia de las actividades intelectuales y artísticas para sobrellevar la cuarentena, en particular la música, igual, desde principios de siglo, gracias a los avances en las técnicas y formas de grabación y al internet, el problema dejó de ser el cómo hacer música, el cómo producirla con calidad y el cómo distribuirla. El problema actual de los músicos es como vivir de hacer música, como hacerla rentable para el productor directo. La pandemia agudizó la contradicción porque se acabaron los conciertos y presentaciones personales que eran su principal fuente de ingresos. Pero al mismo tiempo, la mayoría se han mantenido activos, y los públicos pudieron gozar de productos de la mejor calidad desde su propia casa, totalmente gratis. Es cierto que muchos intentaron subir su producción a las plataformas que cobran tickets virtuales para su acceso, pero aún estos, para promocionar dichas actividades, tuvieron que compartir presentaciones gratuitas.

          En fin, el planteamiento, difusión y en diversos casos de aceptación de la necesidad de medidas de “economías morales”, que se proponían desde el siglo pasado ante la progresiva incapacidad de las economías capitalistas para responder a las necesidades de ocupación, vivienda, alimentación, salud y seguridad de grandes estratos de la población, como el ingreso mínimo universal, las moratorias en las rentas y prohibiciones de desalojos, hasta la supresión de la policía y la búsqueda de nuevas formas de seguridad ciudadana -como se logró en Minneapolis- nos hablan de la posibilidad de una reformulación profunda de muchos niveles del sistema social.

lunes, 1 de junio de 2020


Balance de la epidemia en México a 100 días:



 1) siete gobernadores no entienden de lógica. Se quejan de que el semáforo se decidió a nivel federal sin consultarlos, pero al mismo tiempo se quejan de que se les pasó la decisión sobre como reiniciar las actividades. O sea, quieren que se les consulte pero no tener ninguna responsabilidad. No se dan cuenta que el gobierno actúa como mandan los cánones internacionales: España está justamente haciendo lo mismo. Por otra parte han demostrado ser representantes de la cultura del viejo régimen: uso de aviones privados y grandes equipos de seguridad y en lugar de generar ahorros mediante austeridad, están endeudando hasta el cuello a sus estados. 
2) Ya era claro que mucha gente en todo el país no aguantaba el confinamiento. Sí, como se pedía, hubieran llamado a él desde antes, la gente hubiera respetado menos la sana distancia. Y al mismo tiempo ya no la habría respetado si se hubiera prolongado los 15 días que por ejemplo, recomienda la UNAM 
3) Fue claro el gobierno que la responsabilidad estaba en la disciplina de la sociedad. 4) el pico de la epidemia, como lo demuestran los datos de Gatell y los cálculos de la UNAM se corrió 15 días por que no se respetó el no salir de casa, sobre todo por causas culturales: el día del niño y el de la madre. 4) Se abre la economía, no porque haya bajado ya la epidemia sino porque el gobierno considera que se tienen camas suficientes en los hospitales de acuerdo a lo que está siendo el impacto de la epidemia. 
5) los comentaristas hablan de que ha ocurrido una polarización política. Es una manera de encubrir que lo que ha habido es que la oposición al nuevo gobierno, careciendo de principios humanitarios, ha tratado de aprovechar la epidemia no para hacer crítica y armar un proyecto alternativo, sino directamente tirar al gobierno. Es decir, que fuera de toda solidaridad social han intentado dar un golpe de estado. 
6) la falta de equipo de protección en hospitales y la vulnerabilidad del personal médico ha sido igual en México que en Estados Unidos, España e Italia. 6) Dentro del apego estricto a la ideología liberal, el gobierno le ha dado toda autoridad y libertad al grupo técnico de dirección de la acción contra la epidemia comandado por el Dr. Gatell, pero ha mantenido una libertad respecto al mismo que ha aparecido como contradicciones. Si leemos historia de México del siglo XIX, este tipo de situaciones es una constante del régimen liberal distinto al del régimen del estado como ogro filantrópico, como lo describía Octavio Paz, de Díaz y de Obregón en adelante. Melchor Ocampo anunciaba que esa era la principal característica del liberalismo: el libre albedrio de todos los actores.