Develando Tabús: la molestia por la palabra vulva
cuando todo el tiempo tenemos verga en
la boca.
En las transiciones mexicanas del
fin de siglo claramente se han roto diversos límites “morales”. Por ejemplo,
fue un hecho que desde el sexenio de Luis Echeverría Álvarez se comenzaron a
dejar pasar y usar palabras antes reservadas para las entendidas como clases
populares (además de las específicas de los jóvenes, como lo que muestra la
literatura temprana de José Agustín). Se dejó publicar en revistas y
periódicos, pero sobre todo en películas las llamadas “groserías” o malas
palabras, en parte, suponemos, como parte del manejo del desahogo tras la
represión del 68 y del 71 y para establecer un contraste con el moralismo
mochitango de Gustavo Díaz Ordaz. Incluso se dejaron mostrar en los puestos de
periódicos revistas con fotos de mujeres semidesnudas, o con fotos de desnudos
en sus interiores. Y hasta en el cine hubo cierta apertura de temas con
películas de financiamiento estatal como Cascabel, Tívoli, Actas de Marusia, la
Casta Divina, Campanas Rojas, Bellas de Noche, Frida (de Leduc), etc. Y ya en el sexenio de
López Portillo se haría todo un género del “cine de ficheras”. Emblemáticamente
con desnudos de la Montenegrina Sasha Montenegro, que luego sería esposa del
mismo presidente (parte del régimen patriarcal presidencial mexicano es que las
más destacadas actrices acabaran siendo amantes, o en este caso esposa, del
presidente en turno: Adela Noriega con Carlos Salinas, Irma Serrano con Díaz
Ordáz, Angélica Rivera con Peña Nieto, etc. -sin olvidar que se demostró que la
sección del D.F. del partido se dedicaba a la trata de blancas y extorsión, y
lo que se expuso del actual líder del PRI respecto a fotografiar candidatas de
su partido). Cuando menos se universalizó la mentada de madre, y el uso de
madre en el sentido de cosa, por ejemplo.
Sin
embargo, se mantenía cierto nivel de decoro y decencia, había límites. Por ejemplo
el apelativo de buey en los 70-80 sólo los usábamos los pelados (jóvenes de
barrio), aún mientras fue transicionando a güey, que era un paso más. Sin
embargo, ya para los 90 las comenzaron a usar de forma normal entre las mujeres
jóvenes y ahora hasta es moda de las fresas. Pero la palabra verga todavía se dejaba ya
como el último recurso, el más violento epíteto y sólo antecedente a la
violencia física. Algo pasó en los inicios de siglo que poco a poco se fue
desacralizando, y ahora hasta da risa escuchar a las mujeres jóvenes de todas
las clases mandándose a la verga o usando el vocablo en todas sus posibles
aplicaciones. En fin, que creíamos que ya se habían roto todos los límites
morales respecto al uso de palabras que molestaban a las gentes educadas y de
buena clase.
Pero
resulta que llega una película francesa en donde una pocha, nieta de mexicano
que como varios millones de chicanos no habla normalmente español, dice “vulva”,
y se arma el escándalo. O sea, si existía todavía otra palabra (¿y cosa?) tabú
inmencionable (sobre esto les recomendaría un pasaje de la novela Paraíso de
Lezama Lima, donde para desvirgar a su novia un joven de buena familia tiene primero
que hacerle un hoyo a una camiseta). Basta ver a mujeres poetas galardonadas, a
tiktokers, podcasters y conductores de radio y televisión, diciendo que todo se
habría arreglado si en lugar de decir vulva, hubiera dicho como toda mexicana o
mexicano vagina, o en su caso hubiera usado los mexicanos modismo de panocha o
semejante, o escribiendo pudorosamente vulve en textos escritos, y hasta
se disculpan por tener que decirlo o escribirlo. ¡Vaya!, ¡todavía tenemos tabús!.
Pero las personas que piden perdón o se avergüenzan por usar la palabra, llevan
el problema a un nuevo nivel, le dan otra vuelta a la tuerca: Vulva es la
palabra adecuada y que usa cualquier persona psicológicamente madura para
referirse a los órganos sexuales femeninos que son el asiento básico del placer
(no el único, por supuesto) del placer sexual en la mujer. A diferencia de la
vagina, que es un órgano interno y secundario en relación al placer (o sea que
al referirse a la vagina implícitamente se exhibe una relación problemática con
el placer). Y lo mismo pasa con Verga, en lugar de la metáfora náutica, el
nombre del órgano sexual masculino es pene. Justamente, una persona sana
respecto al sexo, al cuerpo y demás no debería tener problema de llamar las
cosas por su nombre (aunque en momentos de diversión, insulto y demás pueda
usar cualquier palabra). Y por lo tanto no tendría que escandalizarse por
escuchar la palabra en una película. Audriard, que ha vivido temporadas en
México, demuestra que conoce tan profundamente a México que sabe que usar vulva
y la canción de cambio de sexo iban a escandalizar a las mentalidades inmaduras
que ya desde los años 50 habían denunciado y explicado autores como Samuel Ramos y Octavio Paz, entre otros.
Cabrón
Audriard nos ha llevado a romper otro límite. ¿A dónde vamos a llegar?