miércoles, 19 de marzo de 2025

 La lógica de los oscares 2025.

La lógica de los Óscares: perdió una película donde ningún personaje era bueno (como en la vida real) protagonizado por una persona trans que hablaba de la narcoviolencia y denunciaba el machismo y explícitamente la colusion de narcos y políticos mostrando la monstruosidad de ambos y a las miles de desapariciones producto de ésta (Emilia Pérez). Ganó una película donde los padrotes son paternales y no abusivos, los magnates son buenos, las prostitutas disfrutan su trabajo, los gangsters rusos son familias posesivas, sus juniors son reventados pero ingenuos, y los sicarios no son violentos: Anora. De hecho el personaje más bueno como persona es el tipo contratado para hacer fuerza, que se niega a ser violador y es un mantenido por su abuelita que es la que si trafica drogas. Me dirán que Anora ganó por la trama: la exhibición del cuerpo y habilidades eróticas de quien ganó el Oscar como mejor actriz. Pero la verdad es que En lugar de una denuncia contra el sistema, ganó toda una apología del sistema de narcos-lavado de dinero-prostitucion donde los delincuentes son en el fondo buenos de corazón y no violentos. Recuerda aquella frase irónica  de la película Cabaret: “aquí las muchachas son hermosas, los clientes son hermosos y hasta la orquesta es hermosa”. Se dijo hasta el cansancio que Emilia Pérez denigraba a los mexicanos al presentarlos como un cliché, un estereotipo. ¿Y Añora no hace lo mismo con los rusos metiéndose hasta con una ceremonia de la Iglesia Ortodoxa?

miércoles, 12 de febrero de 2025

 


Develando Tabús: la molestia por la palabra vulva cuando todo el tiempo tenemos verga en la boca.

En las transiciones mexicanas del fin de siglo claramente se han roto diversos límites “morales”. Por ejemplo, fue un hecho que desde el sexenio de Luis Echeverría Álvarez se comenzaron a dejar pasar y usar palabras antes reservadas para las entendidas como clases populares (además de las específicas de los jóvenes, como lo que muestra la literatura temprana de José Agustín). Se dejó publicar en revistas y periódicos, pero sobre todo en películas las llamadas “groserías” o malas palabras, en parte, suponemos, como parte del manejo del desahogo tras la represión del 68 y del 71 y para establecer un contraste con el moralismo mochitango de Gustavo Díaz Ordaz. Incluso se dejaron mostrar en los puestos de periódicos revistas con fotos de mujeres semidesnudas, o con fotos de desnudos en sus interiores. Y hasta en el cine hubo cierta apertura de temas con películas de financiamiento estatal como Cascabel, Tívoli, Actas de Marusia, la Casta Divina, Campanas Rojas, Bellas de Noche,  Frida (de Leduc), etc. Y ya en el sexenio de López Portillo se haría todo un género del “cine de ficheras”. Emblemáticamente con desnudos de la Montenegrina Sasha Montenegro, que luego sería esposa del mismo presidente (parte del régimen patriarcal presidencial mexicano es que las más destacadas actrices acabaran siendo amantes, o en este caso esposa, del presidente en turno: Adela Noriega con Carlos Salinas, Irma Serrano con Díaz Ordáz, Angélica Rivera con Peña Nieto, etc. -sin olvidar que se demostró que la sección del D.F. del partido se dedicaba a la trata de blancas y extorsión, y lo que se expuso del actual líder del PRI respecto a fotografiar candidatas de su partido). Cuando menos se universalizó la mentada de madre, y el uso de madre en el sentido de cosa, por ejemplo.

              Sin embargo, se mantenía cierto nivel de decoro y decencia, había límites. Por ejemplo el apelativo de buey en los 70-80 sólo los usábamos los pelados (jóvenes de barrio), aún mientras fue transicionando a güey, que era un paso más. Sin embargo, ya para los 90 las comenzaron a usar de forma normal entre las mujeres jóvenes y ahora hasta es moda de las fresas.  Pero la palabra verga todavía se dejaba ya como el último recurso, el más violento epíteto y sólo antecedente a la violencia física. Algo pasó en los inicios de siglo que poco a poco se fue desacralizando, y ahora hasta da risa escuchar a las mujeres jóvenes de todas las clases mandándose a la verga o usando el vocablo en todas sus posibles aplicaciones. En fin, que creíamos que ya se habían roto todos los límites morales respecto al uso de palabras que molestaban a las gentes educadas y de buena clase.

              Pero resulta que llega una película francesa en donde una pocha, nieta de mexicano que como varios millones de chicanos no habla normalmente español, dice “vulva”, y se arma el escándalo. O sea, si existía todavía otra palabra (¿y cosa?) tabú inmencionable (sobre esto les recomendaría un pasaje de la novela Paraíso de Lezama Lima, donde para desvirgar a su novia un joven de buena familia tiene primero que hacerle un hoyo a una camiseta). Basta ver a mujeres poetas galardonadas, a tiktokers, podcasters y conductores de radio y televisión, diciendo que todo se habría arreglado si en lugar de decir vulva, hubiera dicho como toda mexicana o mexicano vagina, o en su caso hubiera usado los mexicanos modismo de panocha o semejante, o escribiendo pudorosamente vulve en textos escritos, y hasta se disculpan por tener que decirlo o escribirlo. ¡Vaya!, ¡todavía tenemos tabús!. Pero las personas que piden perdón o se avergüenzan por usar la palabra, llevan el problema a un nuevo nivel, le dan otra vuelta a la tuerca: Vulva es la palabra adecuada y que usa cualquier persona psicológicamente madura para referirse a los órganos sexuales femeninos que son el asiento básico del placer (no el único, por supuesto) del placer sexual en la mujer. A diferencia de la vagina, que es un órgano interno y secundario en relación al placer (o sea que al referirse a la vagina implícitamente se exhibe una relación problemática con el placer). Y lo mismo pasa con Verga, en lugar de la metáfora náutica, el nombre del órgano sexual masculino es pene. Justamente, una persona sana respecto al sexo, al cuerpo y demás no debería tener problema de llamar las cosas por su nombre (aunque en momentos de diversión, insulto y demás pueda usar cualquier palabra). Y por lo tanto no tendría que escandalizarse por escuchar la palabra en una película. Audriard, que ha vivido temporadas en México, demuestra que conoce tan profundamente a México que sabe que usar vulva y la canción de cambio de sexo iban a escandalizar a las mentalidades inmaduras que ya desde los años 50 habían denunciado y explicado autores como  Samuel Ramos y Octavio Paz, entre otros.

              Cabrón Audriard nos ha llevado a romper otro límite. ¿A dónde vamos a llegar?