Otro
Caso para Me Too.
Un profesor de matemáticas y
al mismo tiempo reverendo de veintitantos años, invitaba a las vecinas de sus
alojamientos universitarios, 3 niñas, hijas del rector, a tomar té en su
departamento. Las acompañaba en paseos dominicales en lancha por el río cercano
a la universidad y aprovechando que era un excelente retratista de artistas,
escritores y académicos, les tomó fotografías disfrazándolas de ninfas o de
pordioseras. Las niñas le pedían que les hiciera trucos y les contara historias
divertidas. A partir de una historia contada en un paseo en bote, escribiría
dos novelas con una de las niñas como protagonista. Los libros se convirtieron
en uno de los mayores éxitos de la historia. Muchos años después un príncipe se
enamoraría de esa niña, aunque se casaría con un rico empresario, y años después,
a los 84, una universidad de Estados Unidos le otorgaría a Alice Lydell un
doctorado honoris causa por ser la protagonista de ambos libros. Fue recibida con
una gran fiesta en el puerto de Nueva York y se le pidió que tocara la campana
de Wall Street.
Afortunadamente eso no ocurrió en tiempos del Me Too o no tendríamos Alicia en el País de las Maravillas. Las cosas no son blancas o negras como en el tablero de ajedrez. Justamente hay un amplio espacio de intensidades en el que se desarrollan las personas sensibles, que no pueden ser entendidas por las personas burdas que si oscilan directamente entre los extremos.
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