lunes, 4 de marzo de 2019



El Exilio en el Corazón del Otro.

                                     

                                               Rodolfo Uribe Iniesta.



En primer lugar parece que el objeto de la vida es pasar hambre, emborracharse y embarcarse (para el caso da lo mismo)”

            Malcolm Lowry (PCP, p.98).



                     
                                                 



Lo primero que cabe señalar es la vigencia que tienen los autores que de los que vamos a hablar en esta mesa en nuestro país. Llama la atención que sus obras, especialmente las de Lowry y la de Greene tengan tanta aceptación frente a otras novelas sobre México escritas por extranjeros; quizás sea sólo por su gran calidad literaria, pero yo sospecho que hay algo más. Que lo que está detrás es la seducción morbosa por la visión del otro que en pleno rechazo o identificación –pero siempre honestamente angustiado- dice algo más sobre nosotros de lo que comúnmente queremos aceptar.

En 1938 se dio la mayor confrontación entre México e Inglaterra al decretarse la expropiación petrolera. Curiosamente ese año, se encontraban en México dos de los más importantes escritores ingleses del siglo XX: Graham Greene y Malcolm Lowry. Y diez años antes D.H. Lawrence había publicado otra importante novela sobre México. En el caso de Greene, quien además es periodista y acepta venir al menos en misión de la iglesia católica para investigar los excesos anticlericales, se sospecha que su visita tenía motivaciones políticas relacionadas con la cuestión petrolera, aunque tanto en su crónica como en su novela apenas menciona el tema. Pero lo interesante es que para los tres México vendría a significar una confrontación con sus más íntimas creencias y conflictos. Greene, aunque trata de mantenerse en un nivel político y existencial, no duda en iniciar Caminos sin Ley refiriendo situaciones de infancia y juventud que lo llevarían a intentar suicidarse en relación a las emociones que lo llevará a sentir el trópico mexicano. Sobre todo en referencia a la comprensión del otro, del diferente, del contrario. Un tema que de ahí en adelante regirá su obra. Lawrence avanza en la línea de reconocimiento y comunión con las fuerzas telúricas particularmente sexuales que más tarde expondrá luego revertidas en su natal bosque de Nothingham –exhumando tradiciones druídicas- en las tres versiones de El Amante de Lady Chaterley; y produce una densa novela que muestra el choque entre una inglesa histérica y un cristianismo telúrico-fálico que termina seduciéndola con su propio terror y haciéndola parte de un levantamiento, en un claro caso de sincronía de amor y política como un ejemplo del status nacenti que luego teorizaría Francesco Alberoni. Curiosamente, la histeria de esta heroína es muy similar a la real que describe sentir Greene en su propia crónica. Lawrence luego manejará un nivel de aceptación más pleno de la sexualidad  en obras posteriores como La Mujer que Vino a Caballo y Haciendo el Amor con Música y finalmente la ya mencionada Lady Chatterley.

Lowry, que llegó a México vía Acapulco un primero de noviembre, comienza a trabajar la primera de las cuatro versiones de Bajo el Volcán en 1936 (ver como lo cuenta en OCTYA, p.173) –aunque finalmente la ubica en 1938-, directa y profundamente definirá a La Mordida, o sea a México, como un paraíso infernal. El lugar de todas las posibilidades y todas las bellezas y al mismo tiempo de todas las infamias y todos los horrores.

En Greene lo que funciona es una inmanencia de vacío que tiene que ver con la falacia ideológica que encuentra tanto en los creyentes católicos como en los ateos, un vacío que se agudiza con el calor tropical y que no es el mismo que encuentra en Africa a pesar de que al principio quiere trasladar el Corazón de las Tinieblas a Tabasco. El Congo al Grijalva. En Lawrence es una mística que se presenta como católica, pero que en realidad es un sustrato terrible de un cristianismo nativo machista y violento que tiene todas las coloraciones del cristerismo jaliciense. En Lowry es directamente el paisaje y un tono fuerte de la vida y las pasiones que, a diferencia de los otros, plantea explícitamente la duda de si es inyectado por el propio autor o le es dado sólo por el entorno. Siempre hay el juego del infierno propio o el delirium tremends proyectado sobre el paisaje, y la afirmación por el propio paisaje de tal delirium o infierno con la materialización de mensajes, alegorías y símbolos a veces aparentemente inocuos o banales como el perro acompañante o abiertamente ominosos como la señora de la gallina; pero siempre al mismo tiempo irónicos, ambivalentes y equívocos.


Lo que hay de común en estos autores es que cada uno huye y critica su propia civilización inglesa como algo decadente básicamente por una mala calidad de la vida íntima, un lugar donde se niegan las emociones, se esconden. Donde no encuentran una vida plena. Paradójicamente Greene, quizá el más “inglés” de los tres, en este sentido, dice que en el trópico siempre algo está muriendo, pero declara venir a un país donde la política aún significa vida o muerte, pasión. Y aunque no utiliza la corriente de conciencia que exhibe al inconsciente generando el escándalo generacional iniciado por Joyce, instrumento esencial para Lowry, ni explora los deseos sexuales con la intensidad de Lawrence, finalmente su mayor interés está en la incongruencia siempre trágica entre las exigencias de los roles y el personaje concreto.

 Aunque al llegar aquí puedan aterrarse con lo que encuentran, o incluso, él que más gusta del país, Lowry, planteé justamente vía sus personajes la imposibilidad de permanecer o hacer algo de provecho en el paraíso – “Yet in the Earthly Paradise, what had he done?” le pregunta a Jaques Laurelle; y haga soñar a sus personajes con la paz (que él mismo finalmente buscó) de los paisajes de los desiertos fríos del norte en Canadá como bálsamo, incluso justo cuando Firmin se da cuenta de que será asesinado (UV,p 394). Lo importante en cada autor es como se maneja el contacto o choque. En los dos primeros hay un evidente susto y rechazo que se exalta en el caso de Greene, o se matiza y acepta como seducción en el caso de Lawrence. Greene directamente referirá el terror de ser absorbido, integrado en el paisaje. Se horroriza de encontrar que en Tabasco su nombre y su apellido son apellidos comunes de personas que él califica como mestizos y morenos cuya conducta tiene todas las agravantes que le encuentra al mexicano tropical, y que son señales de que seres como él fueron absorbidos por el medio. Describe como su peor pesadilla de las horribles tardes de siesta la visión de unas señoritas Greene dando vueltas por Plaza de Armas mientras él platica con un corrupto jefe de policía apellidado Graham. Lowry, por el contrario, se identifica y sumerge profundamente en la identificación y convivencia más profunda que puede con lo mexicano, y curiosamente, es el único que es rechazado por el sector oficial, siendo expulsado en medio de la más desesperante persecución burocrática de la policía mexicana. Claro que todas estas experiencias, crónicas y obras están atravesadas por distintas formas y niveles de identificación con las posiciones políticas dominantes en el momento. Lawrence abiertamente busca una condición esotérica profunda para justificar al movimiento cristero más allá de la disputa de la curia vaticana contra el Estado Mexicano. Tanto Greene como Lowry hacen referencias directas a la Guerra civil española, donde toman partidos contrarios, e incluso Greene usa este viaje para apoyar a franquistas y sinarquistas; mientras Lowry simboliza la esperanza con el interés del hermano menor del cónsul que participa en dicha guerra y en todos sus escritos denuncia el avance del sinarquismo-almazanismo. Es muy razonable pensar que Greene participó –aunque él no lo dice- en las maquinaciones del sinarquista Salvador Abascal en Tabasco que concluirán con la llamada matanza de “La Conchita” en 1939, cuando coincide clandestinamente con él en Villahermosa; mientras Lowry abiertamente se identifica con los agraristas, siendo un hecho central en su experiencia y en las dos novelas mexicanas, la amistad con uno de ellos, quien será, como explicaría luego a Jonathan Cape, el modelo al mismo tiempo para el Dr. García Vigil y Juan Cerillo y el personaje de referencia de Obscuro como La Tumba donde Yace mi Amigo. Y hay una conexión paradójica entre Greene y Lowry: Juan Fernando Márquez o Atonalzin (Day, p.264), el agrarista amigo de Malcolm será asesinado en un pleito de cantina en Tabasco y será enterrado en Villahermosa, como nos informa el propio Lowry (PCP, p.20). Márquez muere en 1939 cuando la restauración religiosa toma sus momentos más violentos con la eliminación física sin contemplaciones de los líderes obreros, intelectuales y campesinos del garridismo; así que no es imposible pensar que lo de pleito de cantina, sea, como casi siempre, en la historia de México, un eufemismo que el propio Lowry tomará literalmente declarando que Márquez muere por exceso de alcohol y cuya mecánica describe tan minuciosa y profundamente en el último capítulo de la versión definitiva de Bajo el Volcán.

En los tres autores el paisaje será mucho más que mero escenario, coinciden en que a diferencia de otros lugares, para ellos en México el paisaje es descrito o definido como la principal fuerza o potencia que determina la vida de las personas. No hablan simplemente de un fatalismo, sino de un sino definido por los impulsos determinados por los paisajes específicos, el marasmo tropical de los pantanos y la selva con Greene y no se diga ese continuum entre la Barranca y el Volcán de Cuernavaca, y la gruta-cantina (“El Farolito”) –como describe a Oaxaca- que compacta Lowry en su Quauhnáhuac literaria, rodeados por esa “Selva” simbólica tanto por el nombre topográfico de la ciudad real como por las implicaciones dantescas que le da a la novela; como la física en que pierde a Ivonne; y que al mismo tiempo es la belleza y el orden del Jardín que contrasta con la desazón interior y el delirium tremends del cónsul. Esta, sin dejar de ser una reconstrucción imaginaria, impresiona todavía hoy por la extensión y precisión con que describe a la Cuernavaca real. Pero en esta Quahnáhuac, que además define como un resumen de sus tiempos, lo particular es que siempre está a la vista al mismo tiempo el Volcán (la belleza, la majestuosidad y que además identifica a la Hawaiana Yvonne, descrita como mujer profunda, vivida, compleja, igualmente sufriente pero básica y finalmente hermosa, Jan –la primera esposa- la promiscua por sus acciones pero cubierta de la bondad y paciencia de Marjorie –su segunda esposa-; pero al mismo tiempo el volcán es sombra ominosa que en su primer cuento del tema equipara a Moby Dick (ver Day, p.245)), que la Barranca: “Quaunáhuac was like the times in this respect, wherever you turned the abyss was waiting  for you round the corner” (UV,p.61); mientras los personajes deambulan por una selva urbana que ya entonces describe –por ejemplo en el trayecto del primer capítulo de Jaques Laruelle del Casino a Acapatzingo- como un laberinto en decadencia poblado de fantasmas. De acuerdo con la descripción de la novela, del cine Morelos  hasta Humboldt, pasando por el zócalo y hasta la barranca de Amanalco es un jardín; y al oriente, cruzando el puente, Acapatzingo, su cárcel, la casa de Maximiliano (que al mismo tiempo son el Jardín Borda), la zona roja y arriba al norte, la colonia llamada “selva”, y de alguna manera hasta su Tomalín y Chapultepec-El Parián  son Selva. De hecho en el imaginario tanto del cónsul como de su hermano hasta la comida en Tomalín, aparentemente más allá de este lugar no hay sino el mar y las culpas que ambos dejaron en Europa. Y no es sino en la comida que aparece Tlaxcala en el delirium como otro lugar de escape para reproducir un pasado semejante a lo que fue Granada, España y para contraponerlo a la invitación de García Vigil a Guanajuato. Y se menciona Veracruz para separar a Hugh de Yvonne. No deja de llamar la atención que mientras Greene describe a Frontera como el Puerto atrapado entre carroñeros (scavangers), zopilotes en el aire y tiburones en el río, Lowry, entre otras cosas, califica a Quaunáhuac de ser dormitorio de zopilotes y ciudad de Moloch (Ibid.).

Mientras Greene y Lawrence tienen un rechazo crítico a la vida en su país, en realidad en ese momento están bastante bien situados en su sociedad y contexto –aunque posteriormente tengan que realmente exiliarse; mientras que Lowry realmente se siente expulsado desde antes por su condición de inadaptado. Pesa la culpa tanto de lo hecho como lo no realizado que en la novela reparte entre los dos hermanos, Geoffrey (el asunto del Samaritano) y Hugh (su fracaso como compositor, más aún como alguien que debería de destacar en esa sociedad), pero además, sobre el proyectado alter ego de La Mordida, Martin Trumbaugh, pensará:

La tragedia de alguien que se salió de Inglaterra para poner unos cuantos miles de millas de océano entre él y los matones estériles y los profesorcillos homosapientes de literatura inglesa…y que son responsables de la misma dictadura de opiniones que nunca se fundan en una experiencia o en un sentimiento compartido o en la identidad con un escritor particular o en el amor a la literatura o ni siquiera en un conocimiento intrínseco del arte de escribir, y que tampoco se formula independientemente, sino que es por entero una cuestión de camarillas que tienen además, el objeto de cortar en botón cualquier florecimiento competitivo del genio contemporáneo original, que de ninguna manera serían capaces de reconocer si lo vieran.”




 A diferencia de los otros dos, Lowry busca y de alguna manera encuentra, en su México profundo, en su México del alcohol, refugio, al mismo tiempo que es expulsado del país superficial, cotidiano, legal y real de La Mordida. En un momento del delirium Firmin llega a decir: I’m thinking of becoming a Mexican subject (UVp.343), es decir, todo lo contrario al Greene de Caminos Sin Ley. Y lo enfatiza como una huída a la otredad al compararlo siempre con el deseo de convertirse en William Blackstone que defecciona de los colonos ingleses y se va a vivir con los indios (un Gonzalo Guerrero norteamericano). El refugio son los otros, pero al mismo tiempo, en el caso del cónsul es una caída, un indefectible viaje a la obscuridad. Cuando realmente se convierte en William Blackstone es porque llegó al fondo del laberinto y  está en el infierno terrenal y cuando ya es preso de los demonios físicos que están a punto de asesinarlo. Y sin embargo aquí apunta un detalle puritano en Lowry que lo hermana a Greene y Lawrence: el punto más bajo de la caída, le centro del laberinto es la copulación con la prostituta: ¿quiere María?

 Y los tres, por supuesto, también sintomatizan formas distintas frente al deseo, el amor y la pasión. Desde la histeria de Greene que se aterroriza ante la franqueza y apertura de las mujeres tropicales mexicanas, hasta la igualmente histérica búsqueda, susto y sometimiento a la pasión de la heroína de Lawrence, pasando por supuesto por un más natural, complejo y humano Lowry que de entrada enmarca su obra con la alegoría y al mismo tiempo epitafio del cónsul, tomado de Fray Luis de León: “No se puede vivir sin amor”. Aunque Lowry no objetiva el deseo en los otros, sino que en este hay una igualdad entre extranjeros y mexicanos. Si Greene y Lawrence encuentran el contraste con los nativos por su apasionamiento, Lowry no es diferente a ellos, y en ese sentido, a diferencia de sus connacionales, encuentra identificación. Sus personajes son directamente apasionados, todos. La pasión es, por supuesto, el infierno que acusan, aterroriza y seduce tanto a Greene como a Lawrence, mientras que Lowry –como lo haría después Tenesse Williams- lo reconoce como lugar propio, incómodo y peligroso, pero natural, atractivo, sino incluso habitual, pero además interno, transportado. Lowry hace evidente que ve con los ojos del delirium tremends del Cónsul, que no hay una realidad absolutamente independiente, neutra y común a todas las culturas e individuos –el tema del libro que dice el Cónsul estar escribiendo. Y lo equiparará con el sentido que para él tiene el alcoholismo como dimensión existencial y que reconoce como costumbre del mexicano. Más aún reconoce, al igual que los mexicanos el status ontológico de la inmersión en el alcohol: “But without mezcal, he imagined, he had forgotten eternity, forgotten their world’s voyage, that the earth was a ship, lashed by the Horn’s tail, doomed never to make her Valparaiso”. (UVp.329) (Pero sin mezcal, imaginó, había olvidado la eternidad, había olvidado su viaje al mundo, de que la tierra era una nave fustigada por la cola del cabo de Hornos y condenada a no llegar nunca a su Valparaíso).

 Y así como antes Ambroce Bierce prefirió ser asesinado en México (¿hay otra forma de morir en ese país –el literario digo-?) que vivir en Estados Unidos; tras él los beatniks y Tenessee Williams recuperarían existencial y literariamente a México como la dimensión de la pasión y el delirio en la comunión del alcohol y las drogas. Y define al alcoholismo -al igual que Bourroghs respecto a la heroína, es lo que hoy llamamos un adicto consciente- como un estado existencial, el problema no es beber sino el malestar, nos dice:

“Incidentalmente todo lo que se ha escrito sobre la bebida es absurdo. Hay que empezar otra vez por el principio. Pensar en el conflicto interior, la tristeza abrumadora que también nos puede llevar a participar en la trágica condición humana, en el conocimiento propio, en la disciplina. El conflicto es de suma importancia. Gin con jugo de naranja es la mejor cura para el alcoholismo, cuya causa verdadera es la fealdad y la completa e incomprensible esterilidad de la existencia tal y como nos la venden”(PCP, p.33). 

           

            Y a pesar del clima existencial del alcohol, el amor y la pasión, él mismo declarará que tanto Bajo el Volcán como Obscuro como la Tumba donde Yace mi Amigo, tienen un tema común que define como se ve implicado, envuelto, él mismo en la propia trama de la novela que escribe:

La inenarrable e inconcebiblemente desolada sensación de no tener derecho a estar donde se está; las oleadas de inagotable angustia perseguidas por el insaciable albatros del yo.

                        Hay un albatros realmente.” (PCP, p.10).




            Ese albatros si leemos con atención es él único monstruo que no merece una alegoría en Bajo el Volcán, no se materializa ni en el paisaje ni en el delirium tremends, aunque Díaz Vigil, Quincey, el vecino – por Thomas De Quincey-, Jaques Laurrelle y todos los cantineros incluida la viuda Gregorio acusan: el gran ego que le impide a Firmin perdonar totalmente a Yvonne y que se preocupa más por el próximo trago de alcohol que por el milagro de recuperar a su mujer, a pesar de reconocer él, en el bar del Vista Hermosa: que son “absolutamente necesario”.

            En esta idea, en la imagen del albatros aparecen dos dimensiones profundas que impiden la reconciliación con la realidad cotidiana y con la vida como le es dada y que explican la necesidad intrínseca de la fuga permanente, la agonía permanente:

Y siempre otra vez a lo largo de su vida futura una agonía lo impulsa a viajar de una tierra a otra”.(PCP, p.44)



            Y concurrente con lo anterior la no adaptación, identificación radical que menciona en sus planes para lo que sería la tercera novela mexicana, La Mordida:

Es preciso decir en alguna parte que Martin había vivido tanto tiempo en este planeta que casi había conseguido creerse un ser humano. Pero en su fuero interno sentía que esto no era cierto o sólo parcialmente cierto. No podía encontrar su visión del mundo en ningún libro. Nunca había conseguido descubrir más que un aspecto superficial de sus sufrimientos y de sus aspiraciones y aunque se había acostumbrado a fingir que pensaba como toda la gente, no era éste el caso”. (PCP, p. 107)

           

            Aclara que “lo que en realidad estoy tratando de hacer con Martin es conocer exactamente su posición de aislamiento” (PCP, p.104); aislamiento y huída al describirlo como un peregrino que retrata perfectamente al propio Lowry, al decir que el horror en La Mordida será el horror del Peregrino:

El hombre en primer término, por ejemplo, es el Protagonista, volviendo el rostro para no ver su propia maldición como cree, y cojeando hacia lo desconocido; abandonando su pobre casa, aunque está cometiendo un grave error, pues su pobre casa es su salvación; como una imagen de su nicho en el otro mundo que ha sido ofrecida de antemano. Su obligación era la de purificarla y reconstruirla, antes de ponerse en marcha…Al carajo con todo esto…Yo creo que lo que pasa con Martin es que Jerónimo Bosco es literalmente el único pintor que puede apreciarlo todo…”

           

            Es esto lo que lo arrastra indefectible e inevitablemente a la obscuridad.

            Y en el universo resumido que es el proyecto de La Mordida, los agentes de migración adquieren una relevancia metafísica:

“Sobre la libertad de todos los hombres pesa la sombra del inspector de inmigración con su tarjetita…(y sus 5 hijos, su preocupación por su esposa, sus ingresos insuficientes, su temor a ser despedido, su alergia…) haciendo preguntas que uno no puede contestar…

De esta manera sutil los viajeros pierden su verdadera libertad dentro de su propio mundo…” (PCP, p.40-43).



            Pero lo específico del personaje del Cónsul, y quizás lo que lo convirtió ya en un arquetipo universal es que, más allá de un alter ego de su trayecto existencial mexicano, como serían luego Sigborn Wilderness y Martin Trumbaugh, es que al cónsul como personaje lo planeó como:

suponiendo que todo el sufrimiento y el caos y los conflictos actuales tomasen repentinamente una forma humana. ¡Y tuvieran una conciencia propia!...un hombre…ante quien la gran traición del espíritu humano tomara la forma de una traición privada y angustiante…y estaría conciente, pese a todo, de los sufrimientos que la humanidad tendrá que atravesar pronto.”(Day, 294).



            Y si Greene vive la pesadilla de convertirse en un mexicano, Lowry vive la pesadilla de reproducir su propia novela, de vivirla,  hasta que finalmente la última versión en mucho fue ya narración de sus experiencias. Declara que “la agonía de Martin Trumbaug está relacionada con la agonía de repetir experiencias” (PCP, p.44). De acuerdo con Day (p.260 y ss.) en 1937 escribe un primer cuento centrado en lo que será el incidente del indio muerto en el viaje del camión a Tomalín donde aparecen “El Cónsul”, su hija Yvonne y su yerno Hugh y después, según las narraciones de amigos, Lowry vivirá la vida del Cónsul tal y como se narra en la versión final de la novela incluida la fuga de su esposa Jan con un verdadero Cónsul vecino de la calle Humboldt a Veracruz. Quizás por eso una de las voces en el Salón Ofelia le parecen decir que “Casi hasta la mala poesía es mejor que la vida”(UV,p.329); y en Por el Canal de Panamá afirma de un nuevo proyecto literario: “la novela trata de un personaje que de pronto se encuentra envuelto en la trama de la novela que él mismo ha escrito, como me pasó a mí en México”(PCP,p.9). Y la reiteración estaría cuando vuelve a México después de la primera expulsión de 1938, y el 10 de enero de 1946, en un departamento rentado casualmente en la misma avenida Humboldt (llamada Nicaragua en al novela) en Cuernavaca, luego de una crisis de alcoholismo se corta las venas de la muñeca izquierda. Luego del incidente decide ir con su segunda esposa, Marjorie, a Oaxaca a buscar a Fernando sólo para encontrar la noticia de su muerte, “muerte por alcohol” en pleito de cantina, muy a la mexicana, como el Cónsul. Y para colmo, luego de esto, regresando a Acapulco, nuevamente será confrontado y expulsado por las autoridades migratorias mexicanas (Day, p.390 y ss.). Dirá que otra manera de concebir a la muerte es como la concibe un inspector de inmigración mexicano (PCP, p.121).




En resumen: tanto Greene como Lowry producirán textos directos sobre su experiencia en México: crónicas, cartas, reflexiones y en el caso de Greene lo publica como crónica. Mientras Lowry en lo que produce para publicar transparenta su experiencia en Obscuro como la Tumba Donde Yace mi Amigo y Por el Canal de Panamá. En ambos casos ambos producen una novela destacada, y ambas novelas son una reconstrucción de la realidad mexicana desde dos perspectivas radicalmente distintas, el rechazo total y la aceptación: para uno no habría peor cosa que convertirse en Mexicano o morir en México y para el otro, el dolor es haber sido expulsado dos veces del país. Sin embargo, ambos coinciden en utilizar el paisaje mexicano para generar una realidad metafísica que califican como el verdadero México, para darle coherencia y congruencia, en el caso de Greene, o para perderse en los meandros de su infernal laberinto descrito desde la cámara subjetiva ¿por qué John Houston no pensó en eso, porque filmó todo desde afuera cuando la novela narra todo desde adentro? Del delirium tremends del cónsul en el caso de Lowry. Para Greene es la otredad absoluta, lo abominable, pero al mismo tiempo algo que lo puede absorber, mientras que Lowry lo ve como una exteriorización de su propio paisaje interior. En ambos casos pero con sentidos radicalmente diferentes es el lugar de “perdición”. En ambos casos, siguiendo a Conrad todo el tiempo, se habla de viaje a la obscuridad. Greene describe el viaje por el Grijalba de Frontera a Villahermosa como una incursión en la obscuridad, mientras en Obscuro... Lowry describe la llegada a Oaxaca como una caída. En ambos casos es un abismo y lo que cambia es la actitud, Greene se espanta y retrocede, y toda la historia de Bajo el Volcán es la de la Atracción del Abismo. Y a diferencia de Greene es consicente de de la advertencia de William Blake de que cuando observas un abismo, éste te observa.

Tanto en Greene como en Lowry, la mujer es parte de este abismo, quizás igual que Conrad al final la había definido como “el horror”, en una recursividad que al final del Viaje a las Tinieblas devolvía la explicación de la locura de Kurtz del nacimiento del Congo a las impecables habitaciones de una ciudad europea. Igualmente aquí se manifiesta el miedo de Greene al deseo femenino y la fascinación de Lowry, el impotente ante Jan, por las mujeres promiscuas como su angelical personaje imaginario Ivonne o su terriblemente real Jan; terror que queda manifestado en el lugar y papel de la María con la que finalmente copula el cónsul. La copulación retrae el delirium a la peor de sus experiencias en el hotel Francia de Oaxaca:

“a medida que los dedos del Cónsul recorrían el cuerpo de la muchacha, crujía la electricidad bajo sus caricias, aunque la ilusión sentimental se desvanecía, estaba hundiéndose en el mar, como si no hubiese estado ahí, habíase convertido en un mar, en un horizonte desolado donde navegaba vertiginosamente un enorme barco negro, con el casco oculto deslizándose hacia el ocaso; o bien su cuerpo no era nada, sino una mera abstracción, una calamidad, un diabólico aparato para producir sensaciones calamitosas y enfermizas; era el desastre, era el horror de despertarse por la mañana en Oaxaca…”(UV, p.389)



E inevitablemente es la caída abisal:

“Y el silencioso y tembloroso acercamiento final, respetable, sus pasos hundiéndose en la calamidad ( y era esta calamidad ahora, con María, penetrada, la única cosa viva en él ahora este ardiente e hirviente maldito órgano crucificado –Dios, ¿es posible sufrir más que esto?, De éste sufrimiento algo tiene que nacer, ¿y qué podría nacer sino su propia muerte?”)…

“(y esta calamidad que estaba ahora penetrando, era la calamidad, la calamidad de su propia vida, su misma esencia ahora penetrada, estaba penetrando, estaba penetrada)

(UV, p.390).






Aunque para ambos autores es la caída, ésta significa algo muy distinto para cada uno. Para la histeria de Greene genera un rechazo total que le obliga a huir; para Lowry es la posibilidad de encontrar refugio justamente por su carácter de selva límbica en el sentido dantesco, un laberinto que hay que penetrar. Para Lowry más que salvación simple se trata de una terrible realización, de oportunidad de iluminación, tentación/perdición. Es una selva jardín o un jardín que se llama Selva, paraíso en todos los sentidos, incluyendo los más terribles, la indiferencia y la violencia; la fragilidad de la felicidad y de la belleza que hace que un jardín fácilmente vuelva a ser una selva,  laberinto asiento arquetípico de la obscuridad. Un jardín y un laberinto que cotidianamente, los que vivimos aquí, sobre todo quienes hoy gobiernan, hijos de los sinarquistas que denunciaba Lowry, procuramos destruir.

            Y en fin, mientras Greene simplemente maldice a México, la despedida de Lowry es más compleja, de alguien más lastimado:

“Los mexicanos son los seres más bellos sobre la tierra. País adorable. El gobierno mexicano todavía parece controlado por satanás; eso es lo único malo. Todos los mexicanos lo saben, lo temen, y a fin de cuentas, no hacen nada para remediarlo, a pesar de las revoluciones; en el fondo el gobierno está más corrompido que en la época de Díaz.” (PCPp.31)

“¡Adios, territorio de La Mordida –adiós y que Cristo te envíe el mayor dolor! (Bueno, retiro esto último: Cristo ya te ha enviado suficiente. ¡Mejor vive, maldito México, y seas ejemplo para los hombres de la caridad cristiana que profesas y, si no, que la abominación te destruya!).(PCPp.73).









Bibliografía.

Day, Douglas. 2001. (original 1973) Malcolm Lowry. Una Biografía. Fondo de Cultura Económica. México.

Greene, Graham, 1981. The Power and the Glory. Penguin. London.

Greene, Graham. 1982. (original, 1939) The Lawless Roads. Penguin. London.

Lawrence, D.H. 1981. (original, 1926) The Plumed Serpent. Penguin. London.

Lowry, Malcolm. 1987 (original 1947) Under The Volcano (UV). Ed. Penguin. London.

Lowry, Malcolm. 1977 (original 1961) Por el Canal de Panamá (PCP). Traducción de Salvador Elizondo. Ed. Era. México.

Lowry, Malcolm. 1981. (original, 1968). Obscuro como la Tumba donde Yace mi Amigo (OCTYA). Ed. Bruguera. México.







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