domingo, 29 de abril de 2018


Andrés Manuel quiere que nos traguemos el peje con todo y escamas.





Andrés Manuel López Obrador ha insistido dentro de su campaña una etapa de pedir que se vote parejo por su Alianza en todas las boletas, por todos los candidatos de Morena, PES y Partido del Trabajo. Pero el inicio de las campañas de votación locales para gobernador, presidente municipal, diputados locales, asambleístas y alcaldes en el D.F. y demás, que ocurrirá en muchos estados del país, le impone tanto a los votantes convencidos de que Andrés representa la única opción de alternativa a la mafia neoliberal que viene destruyendo al país como a los miembros de su partido un reto enorme por candidaturas de perfiles cuestionables desde esta idea. Un hecho particular es que la mayoría de los candidatos no surgieron de los procesos ni militancia del propio partido sino que fueron invitados por el líder nacional. Igualmente lo resultan las contradicciones de sus decisiones tanto de propuestas de nombramiento de gabinete como de algunas políticas que propone.

Así por ejemplo, en Chiapas acaba de decir que las tierras devastadas por la desforestación e incultas serán cubiertas por plantaciones de maderables y frutales, olvidando que por una parte esas tierras eran las más ricas productoras de maíz antes del Tratado de Libre Comercio y por otra, que las plantaciones forestales no son reforestación ni recuperación ambiental, antes bien, la mayoría de ellas, las de eucalipto y las de palma de aceite, por ejemplo, terminan de matar los suelos en períodos de pocos años. No olvidamos tampoco, que su ahora asesor principal, Alfredo Romo, hizo buena parte de su fortuna con este tipo de plantaciones y comerciando con semillas transgénicas. Así, aunque promete recuperar el campo, no permitir que las semillas modificadas acaben con las semillas naturales, y apoyar a los campesinos, propone como secretario de agricultura al representante de la principal corporación multinacional vendedora de estas semillas, Monsanto; y como secretaria de Ecología a una heredera de los caciques históricos latifundistas de Chiapas. Por si eso no fuera suficiente, dice que echará atrás la Reforma Educativa, pero propone para la secretaría de educación a alguien sin ningún antecedente en el rubro, pero sí en cambio, director de la fundación cultural de TVAzteca, que entre otras cosas gestionó en Chiapas un programa de ciudades sustentables con el pretexto de dotar de servicios a la población “dispersa”, obligó a los campesinos a vivir lejos de sus tierras de labor en condiciones que terminaron siendo de verdaderos campos de concentración, mientras que TVAzteca-Electra iniciaba una agresiva política de inversión en tierras y cultivos de palma de aceite con el gobernador Jaime Sabines. Respecto a las candidaturas, en todo el país pasó por encima de las románticas formas de elección que proponía, que incluían el uso de tómbolas, para usar unas supuestas encuestas que nunca se hicieron públicas para imponer a todos los candidatos en un partido con desigual vida partidaria en los distintos estados.

En Morelos, donde Morena había recogido una fuerte tradición histórica de movimientos de clase, obreros, campesinos y de los pueblos indígenas, impuso a alguien que desde el principio fue rechazado por éstos, por deber su entrada a la política a una evidente maniobra populista ampliamente demostrada y documentada y que gracias a la enloquecida soberbia del gobernador Graco Ramírez, no pudo al final demostrar si trabajaba bien o no como presidente municipal, el futbolista Cuauhtémoc Blanco (el partido local Social Demócrata le pagó 6 millones de pesos para representarlo y mantener el registro, pero sorpresivamente ganó y en los hechos asumió el gobierno su representante legal de toda su vida futbolística). Finalmente, por sólo mencionar algunos casos, en la delegación con mayor índice de desarrollo humano del país, la de mayor índice de educación y formación política del país, la Benito Juárez del D. F., sorpresivamente, los electores y ciudadanos de tal demarcación descubren que el candidato es Fablala Abdalá, quien antes ya fuera el anterior delegado de la demarcación bajo las siglas del PAN y que fue quien permitió y presumiblemente participo de la especulación inmobiliaria salvaje que entre otras cosas saturó los drenajes, produjo por primera vez en la historia carencias en el abaste de agua, pero sobre todo se tradujo en construcciones sin rigor, varias de las cuales, cosa que no ocurrió en el 85, a pesar de tener pocos años, se cayeron con el terremoto de septiembre. Además, contra la voluntad de vecinos organizados en varias colonias, impuso la introducción de las tuberías de gas natural en toda la delegación y parquímetros en la colonia Nápoles. Es decir, justo la aplicación perfecta de una política neoliberal a nivel local. ¿Cuánto dinero recibió de las inmobiliarias para pasar por alto sus abusos? ¿En qué paraíso fiscal está ese dinero?

            ¿Por qué promueve Andrés Manuel tan evidente contradicción? Algo que no se sabe mucho y menos se cree, es que parte del éxito e incluso la supervivencia política y física de Andrés se debe a su estrategia de no guardarse, de no esconder, de no quedarse, con nada. Así evita tener que lidiar con agresiones y espionajes de los órganos e individuos violentos del poder, que ya desde antes de dejar el PRI y la oficialía de la Secretaría de Gobierno de Tabasco, lo asediaron a él y a su familia. Y en este caso, tal vez con la boca chiquita, pero muy claramente, ha dicho que la crisis que vive México es tan grande que requiere no sólo de todo tipo de sacrificios sino de acuerdos al nivel más amplio, definiendo así una política minimalista, reduciéndose cada vez más a su propuesta principal: un gobierno sin corrupción. Como lo ha demostrado la historia, normalmente los diagnósticos y las previsiones de Andrés han resultado correctas. En este caso, está haciendo todo lo necesario para evitar que le vuelvan a robar las elecciones como en 1988 y 1994, ya a su partido en el 2000, en Tabasco, y en 2006 y 2012 a nivel nacional, entendiendo que -a diferencia de lo que pensaba antes del 2006- las elecciones se ganan antes de las votaciones porque se gana la voluntad de actores que apoyarían y sustentarían un resultado fraudulento y porque sólo una ventaja abrumadora logrará, no sólo superar las estrategias de fraude, sino evitar que se tome la decisión política de desconocer tanto los resultados o las propias elecciones (la nueva ley puso condiciones para ayuda que esto ocurra, como el hecho de que un mismo grupo de gente tendrá que contar los votos de hasta 6 elecciones en el D.F., por ejemplo, ¿a qué horas van a acabar?). Pero también el objetivo minimalista tiene el sentido de contar con un amplio consenso y una alianza política que permita mantener en caso dado la unidad de la nación frente a las tendencias de destrucción de los estados nacionales que estamos sufriendo y que tienen mucha relación con la violencia cotidiana que estamos viviendo. Tiene claro Andrés que la tarea es la de reconstruir la nación.

            Y no es una cosa novedosa que Andrés imponga candidatos y líderes externos. De hecho, en la progresión del desarrollo político de Andrés Manuel y su constante contradicción sobre sí es un movimiento social o un mero bonapartismo a la mexicana, destaca que a diferencia de la gran mayoría de los movimientos sociales, en los que ha participado Andrés, antes que crear líderes políticos, siempre los ha cooptado de otras movilizaciones sociales o los ha rescatado de su paso del partido-gobierno a la oposición sin importar la razón de su salida del sistema.

 El origen de esta política parece estar en la experiencia primordial de las elecciones que tuvo en 1988. La madrugada en que se dieron a conocer los resultados, en las increíblemente precarias oficinas de campaña, en un segundo piso de un edificio de la avenida Mendez de Villahermosa, había dos actitudes de incredulidad. Los expriistas recién convertidos a la oposición no podían creer lo burdo y salvaje de las trampas, suciedades y abusos cometidos por el prigobierno en la elección. La gente que venía de la izquierda y de los movimientos de reclamantes de derechos humanos y democracias desde antes, no podían creer que los otros no supieran que eso era exactamente lo que definía al gobierno y una de las principales causas de la necesidad de luchar contra él.

Recuerdo mucho una escena en donde, tras expulsar a un soldado provocador que drogado y borracho intentaba generar violencia, la gente de izquierda reunió al resto, incluido al candidato, para pedirles que dejaran de llorar, y se rehicieran, que entendieran que precisamente por eso era la lucha, porque el enemigo eran las trampas y los abusos que cometían los del partido en el poder, y que recordaran que ellos mismos habían hecho o avalado lo mismo cuando estaban en él. Antes de esos hechos Andrés había estado al tanto de la política de dos caras seguida por el gobierno contra los afectados petroleros agrupados en el Pacto Ribereño que por un lado, incluía sus servicios y los de su cuñado José Eduardo Beltrán promoviendo la reparación mediante proyectos de desarrollo local; pero por el otro incluyó la represión pura y dura con toda la violencia habitual de los gobiernos priístas. Quizás apenas ese era el momento en que, aunque había estado cobijado y cultivado discretamente desde un año antes por la Corriente Democrática de Cárdenas y Muños Ledo, Andrés asumió plenamente lo que era convertirse en opositor. Y por eso en los primeros años en Tabasco, del 88 al 91, la alianza opositora formada, que iba desde organizaciones de origen religioso a favor de los derechos humanos hasta incipientes movimientos de autonomía indígena, se llamaría Movimiento por la Democracia.

            La campaña del 88 en Tabasco avanzó con gran entusiasmo sobre todo entre los sectores educados y los pequeños productores de los municipios, en donde tradicionalmente existen los personajes que son reconocidos por su calidad moral como líderes de opinión cuyo peso era semejante al que ahora tienen los opinadores de los medios de comunicación. En todo el estado este tipo de personajes, reconocidos a nivel municipal por su conducta, su moralidad y muchas veces su desempeño económico y hasta político, se sumaron a su campaña. Por estas características, normalmente se trataba de hombres mayores de edad y de talante pacífico. El partido y en ese entonces, por lo tanto, el gobierno desató una violenta campaña de agresión física, económica, moral y mediática, que llevó a la mayoría de estos a desistir y declarar retóricamente, otra vez, su lealtad al partido. El gobierno les hizo sentir de todas las maneras posibles como su supervivencia y status económico dependía de su relación con él (empleos, compras, subsidios), además de su seguridad física (agresiones físicas por parte de elementos policíacos u omisión frente a supuestos actos de la delincuencia – este mismo sector, al aplicarse las políticas neoliberales desde los años 90 que destruyeron la economía no petrolera local, sería, bajo los mismos mecanismos, seducido, cooptado y luego atacado por la delincuencia organizada en su proceso de expansión territorial desde Veracruz, viviendo actualmente bajo la zozobra permanente de la violencia, extorsionados, chanteajeados, secuestrados).

            Desde ese proceso y de ahí para adelante, una característica del movimiento de Andrés, sería el de definir como política deliberada la no definición ideológica y manejar una idea de democracia como de mera suma de las demandas de la sociedad civil (recordar que sociedad civil originalmente para Gramsci significa los grupos organizados por fuera del gobierno, tanto empresariales como religiosos, básicamente, como los de clase y todo tipo de reclamantes; es decir que hoy cuando AMLO rechaza la sociedad civil se refiere a las organizaciones gremiales y empresariales de presión que siempre han actuado sobre el estado mexicano; que es lo contrario al uso común de sociedad civil a la mexicana que acuño Carlos Monsiváis tras el terremoto del 85: las organizaciones fuera de las instituciones públicas o privadas).

 Esto por un lado le sirvió para diluir y saquear el capital social, político y humano de las organizaciones de defensa de derechos humanos, de las organizaciones de defensa campesina, de autonomía indígena y de las organizaciones ideológicas que hasta entonces habían mantenido la oposición local al PRI, centralizando todo en su nuevo movimiento-partido (ambigüedad que mantendrá a propósito hasta 1997). Llegaría incluso a vetar los proyectos de democracia participativa que se intentaron tras el reconocimiento de gobiernos del PRD en Cárdenas y Nacajuca, argumentando que al hacer esos proyectos liberaba a los gobiernos estatal y federal de su obligación de aportar el presupuesto y con eso se ayudaba al PRI, sin importarle las mejoras que eso hubiera reportado en las condiciones de vida inmediata de la población, pero sobre todo el cambio que se hubiera dado en las relaciones y prácticas entre gobernados y gobernantes a nivel local. Eso acentúo el carácter gestionario, “protestatario”, del movimiento, y la definición de los líderes locales como “gestores”, siempre sometidos a la presión de la represión y el soborno.

Esto tipo de líderes resultaron entonces muy volátiles, o para usar el lenguaje petrolero tabasqueño, muy “transitorios”. El tener que adaptarse a esta condición de este tipo de líderes convenció a Andrés de la idoneidad de mantener una informalidad organizacional en la que al final se centralizaron las decisiones en su persona evitando que las diversas vicisitudes de los líderes locales arrastraran con ellas a la organización. Aunque el costo de todo esto fue el no desarrollo político cultural de la organización ni de sus líderes hacia formas políticas y objetivos alternativos.

            Esta experiencia con los líderes naturales le llevaría a ser receptivo a la integración de líderes que podemos decir por vocación o profesional locales, con su propia idea de desarrollo político, con sus propias ambiciones, y no pocas veces infiltrados por el propio PRI para espiar (cosa que no tenía sentido dado lo antes explicado) y abortar los procesos ya avanzados. Tenían cabida estos líderes también gracias a la indefinición ideológica deliberada, pero eso también llevó a generar una oportunidad precisamente para los oportunistas, pero que tenía sentido en que eran los únicos que estaban dispuestos a actuar localmente organizando y aguantando las presiones y la violencia del estado y aceptar quedarse en una función meramente gestionaria, aunque en algunos casos, fuera sólo por algún tiempo antes de ceder e integrarse como ocurrió en muchos casos. Sin embargo, en 1997, la falta de coherencia ideológica llevaría a una crisis en la que muchos dirigentes y militantes estarían ya casados con la idea de llegar a ocupar los puestos que con tanto sacrifico se ganaban, y cuando tras el fraude en las elecciones intermedias (diputados locales y presidente municipales) del 97, ordenó que por dignidad y coherencia no se aceptaran las curules que concedía el gobierno madracista, hubo una rebelión (recordemos que Madrazo en 1994 se impuso en el gobierno mediante un golpe de estado ocupando violentamente los puntos clave de Villahermosa no sólo en contra del plantón perredista local, sino de la opinión del presidente Zedillo y el Congreso de la Unión, pero con el apoyo de los poderes fácticos del grupo de Hank González). Paradójicamente esto coincidiría con el salto de Andrés a la dirigencia del partido y a que bajo su conducción el PRD ganara la mayoría en la cámara de diputados y la primera elección para jefe de gobierno del D.F., aún teniendo la oposición interna de casi todas las tribus de la vieja izquierda, sobre todo la llamada en los 80 “paraestatal”, como los provenientes del Partido Socialista de los Trabajadores como los “Chuchos” y Graco Ramírez. Para los triunfos del D.F. del 97 y el 2000, Andrés contaría con la ayuda de las organizaciones corporativas de parte de la vieja izquierda y también de la surgida localmente tras el terremoto del 85 -y sus líderes como René Bejarano, a quien para controlar mejor, bajo el viejo axioma político, mantiene cerca como secretario privado nominal-, quienes exactamente igual que el PRI mantienen la lealtad de las masas bajo esquemas de participación en la inclusión en servicios públicos, repartos de vivienda, etc. Y que ahora en 2018 reaparecen como los grupos de porros del PRD que violentamente impiden las campañas locales de los candidatos de Morena.

            La lógica de imponer candidatos externos pero con personalidad política y grupos propios se profundizaría cuando en el 2000, por un lado confluirían la decisión de las grandes familias -sobre todo terratenientes- de todos los estados del sureste de repartir a sus miembros entre todos los partidos, no sólo porque ahora ya los otros partidos estaban ganando las elecciones locales, sino en buena parte, como estrategia contra el levantamiento neozapatista del 94, por eso, por ejemplo, en pocos años, los enemigos del zapatismo en del 94 al 97 pasarían en adelante a dirigir el PRD chiapaneco, y en Tabasco además, los descontentos con el monopolio político de Madrazo y su decisión de reelegirse a través de Manuel Andrade, que los llevaron a pactar con Andrés y de ahí, César Raúl Ojeda sería el candidato a gobernador y Humberto Mayans a senador por Chiapas. Más adelante se repetiría la situación con la incorporación de Arturo Nuñez y el grupo Pino Suárez que llevaría al primer triunfo reconocido a la oposición por la gubernatura de Tabasco.

            Y tenemos además que una característica excepcional como movimiento social o político es que los procesos de Andrés no han generado sus propios líderes políticos. Al menos desde los años 90, Andrés se negó explícitamente a generar procesos de formación de cuadros, pero tampoco hubo ese proceso natural en el que en el propio movimiento se forman líderes o políticos que puedan asumir las tareas de representación en los niveles más altos. Quienes aparecen como líderes y por tanto candidatos, siempre han tenido su formación en otros procesos, partidos y movimientos sociales, salvo personajes altamente dependientes de Andrés como sus propios hermanos e hijos.

            El caso es que uno puede entender las causas y situaciones que han llevado a Andrés a integrar a líderes externos con ideologías y objetivos diferentes a los del movimiento, incluso llegando a casos de sketch carpero como el de Juanito en Iztapalapa y al final a traiciones abiertas como las de Mancera o la diputada local de Morena en Veracruz que se prestó al montaje de recibir dinero para Andrés, y otros muchos;  el riesgo es enorme, y en casi todos los casos, en cada circo que ha puesto Andrés le han crecido los enanos y los sacrificados han sido, paradójicamente, los operarios y los activistas convencidos y entregados al proyecto de Andrés, que en sí, en otro artículo, merecería ser discutido en sí mismo, ya que se presenta más bien como un sentido común que está en el ambiente ideológico mexicano más que como un proyecto organizado, con ese grave riesgo de saber si finalmente es -como diría Gramsci- “orgánico” a las necesidades nacionales o meramente circunstancial para un particular bonapartismo mexicano.

            Andrés quiere que nos traguemos el peje con todo y escamas. Temo que tras las elecciones, en el caso de que no se imponga el fraude electoral o algo peor, quienes se interesan por un proyecto nacional, de equidad social y de sustentabilidad ambiental, se vean obligados a luchar por quitarle las escamas al peje.

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