Andrés
Manuel quiere que nos traguemos el peje con todo y escamas.
Andrés
Manuel López Obrador ha insistido dentro de su campaña una etapa de pedir que
se vote parejo por su Alianza en todas las boletas, por todos los candidatos de
Morena, PES y Partido del Trabajo. Pero el inicio de las campañas de votación
locales para gobernador, presidente municipal, diputados locales, asambleístas
y alcaldes en el D.F. y demás, que ocurrirá en muchos estados del país, le
impone tanto a los votantes convencidos de que Andrés representa la única
opción de alternativa a la mafia neoliberal que viene destruyendo al país como
a los miembros de su partido un reto enorme por candidaturas de perfiles
cuestionables desde esta idea. Un hecho particular es que la mayoría de los
candidatos no surgieron de los procesos ni militancia del propio partido sino
que fueron invitados por el líder nacional. Igualmente lo resultan las
contradicciones de sus decisiones tanto de propuestas de nombramiento de
gabinete como de algunas políticas que propone.
Así por ejemplo, en Chiapas acaba de decir que
las tierras devastadas por la desforestación e incultas serán cubiertas por
plantaciones de maderables y frutales, olvidando que por una parte esas tierras
eran las más ricas productoras de maíz antes del Tratado de Libre Comercio y
por otra, que las plantaciones forestales no son reforestación ni recuperación
ambiental, antes bien, la mayoría de ellas, las de eucalipto y las de palma de
aceite, por ejemplo, terminan de matar los suelos en períodos de pocos años. No
olvidamos tampoco, que su ahora asesor principal, Alfredo Romo, hizo buena
parte de su fortuna con este tipo de plantaciones y comerciando con semillas
transgénicas. Así, aunque promete recuperar el campo, no permitir que las
semillas modificadas acaben con las semillas naturales, y apoyar a los
campesinos, propone como secretario de agricultura al representante de la
principal corporación multinacional vendedora de estas semillas, Monsanto; y
como secretaria de Ecología a una heredera de los caciques históricos
latifundistas de Chiapas. Por si eso no fuera suficiente, dice que echará atrás
la Reforma Educativa, pero propone para la secretaría de educación a alguien
sin ningún antecedente en el rubro, pero sí en cambio, director de la fundación
cultural de TVAzteca, que entre otras cosas gestionó en Chiapas un programa de
ciudades sustentables con el pretexto de dotar de servicios a la población
“dispersa”, obligó a los campesinos a vivir lejos de sus tierras de labor en
condiciones que terminaron siendo de verdaderos campos de concentración,
mientras que TVAzteca-Electra iniciaba una agresiva política de inversión en
tierras y cultivos de palma de aceite con el gobernador Jaime Sabines. Respecto
a las candidaturas, en todo el país pasó por encima de las románticas formas de
elección que proponía, que incluían el uso de tómbolas, para usar unas
supuestas encuestas que nunca se hicieron públicas para imponer a todos los
candidatos en un partido con desigual vida partidaria en los distintos estados.
En Morelos, donde Morena había recogido una
fuerte tradición histórica de movimientos de clase, obreros, campesinos y de
los pueblos indígenas, impuso a alguien que desde el principio fue rechazado
por éstos, por deber su entrada a la política a una evidente maniobra populista
ampliamente demostrada y documentada y que gracias a la enloquecida soberbia
del gobernador Graco Ramírez, no pudo al final demostrar si trabajaba bien o no
como presidente municipal, el futbolista Cuauhtémoc Blanco (el partido local
Social Demócrata le pagó 6 millones de pesos para representarlo y mantener el
registro, pero sorpresivamente ganó y en los hechos asumió el gobierno su
representante legal de toda su vida futbolística). Finalmente, por sólo mencionar
algunos casos, en la delegación con mayor índice de desarrollo humano del país,
la de mayor índice de educación y formación política del país, la Benito Juárez
del D. F., sorpresivamente, los electores y ciudadanos de tal demarcación
descubren que el candidato es Fablala Abdalá, quien antes ya fuera el anterior
delegado de la demarcación bajo las siglas del PAN y que fue quien permitió y
presumiblemente participo de la especulación inmobiliaria salvaje que entre
otras cosas saturó los drenajes, produjo por primera vez en la historia
carencias en el abaste de agua, pero sobre todo se tradujo en construcciones
sin rigor, varias de las cuales, cosa que no ocurrió en el 85, a pesar de tener
pocos años, se cayeron con el terremoto de septiembre. Además, contra la
voluntad de vecinos organizados en varias colonias, impuso la introducción de
las tuberías de gas natural en toda la delegación y parquímetros en la colonia
Nápoles. Es decir, justo la aplicación perfecta de una política neoliberal a
nivel local. ¿Cuánto dinero recibió de las inmobiliarias para pasar por alto
sus abusos? ¿En qué paraíso fiscal está ese dinero?
¿Por qué promueve Andrés Manuel tan
evidente contradicción? Algo que no se sabe mucho y menos se cree, es que parte
del éxito e incluso la supervivencia política y física de Andrés se debe a su
estrategia de no guardarse, de no esconder, de no quedarse, con nada. Así evita
tener que lidiar con agresiones y espionajes de los órganos e individuos
violentos del poder, que ya desde antes de dejar el PRI y la oficialía de la
Secretaría de Gobierno de Tabasco, lo asediaron a él y a su familia. Y en este
caso, tal vez con la boca chiquita, pero muy claramente, ha dicho que la crisis
que vive México es tan grande que requiere no sólo de todo tipo de sacrificios
sino de acuerdos al nivel más amplio, definiendo así una política minimalista,
reduciéndose cada vez más a su propuesta principal: un gobierno sin corrupción.
Como lo ha demostrado la historia, normalmente los diagnósticos y las
previsiones de Andrés han resultado correctas. En este caso, está haciendo todo
lo necesario para evitar que le vuelvan a robar las elecciones como en 1988 y
1994, ya a su partido en el 2000, en Tabasco, y en 2006 y 2012 a nivel
nacional, entendiendo que -a diferencia de lo que pensaba antes del 2006- las
elecciones se ganan antes de las votaciones porque se gana la voluntad de
actores que apoyarían y sustentarían un resultado fraudulento y porque sólo una
ventaja abrumadora logrará, no sólo superar las estrategias de fraude, sino
evitar que se tome la decisión política de desconocer tanto los resultados o
las propias elecciones (la nueva ley puso condiciones para ayuda que esto
ocurra, como el hecho de que un mismo grupo de gente tendrá que contar los
votos de hasta 6 elecciones en el D.F., por ejemplo, ¿a qué horas van a
acabar?). Pero también el objetivo minimalista tiene el sentido de contar con
un amplio consenso y una alianza política que permita mantener en caso dado la
unidad de la nación frente a las tendencias de destrucción de los estados
nacionales que estamos sufriendo y que tienen mucha relación con la violencia
cotidiana que estamos viviendo. Tiene claro Andrés que la tarea es la de
reconstruir la nación.
Y no es una cosa novedosa que Andrés
imponga candidatos y líderes externos. De hecho, en la progresión del
desarrollo político de Andrés Manuel y su constante contradicción sobre sí es
un movimiento social o un mero bonapartismo a la mexicana, destaca que a
diferencia de la gran mayoría de los movimientos sociales, en los que ha
participado Andrés, antes que crear líderes políticos, siempre los ha cooptado
de otras movilizaciones sociales o los ha rescatado de su paso del
partido-gobierno a la oposición sin importar la razón de su salida del sistema.
El origen
de esta política parece estar en la experiencia primordial de las elecciones
que tuvo en 1988. La madrugada en que se dieron a conocer los resultados, en
las increíblemente precarias oficinas de campaña, en un segundo piso de un
edificio de la avenida Mendez de Villahermosa, había dos actitudes de
incredulidad. Los expriistas recién convertidos a la oposición no podían creer
lo burdo y salvaje de las trampas, suciedades y abusos cometidos por el
prigobierno en la elección. La gente que venía de la izquierda y de los
movimientos de reclamantes de derechos humanos y democracias desde antes, no
podían creer que los otros no supieran que eso era exactamente lo que definía
al gobierno y una de las principales causas de la necesidad de luchar contra él.
Recuerdo mucho una escena en donde, tras
expulsar a un soldado provocador que drogado y borracho intentaba generar
violencia, la gente de izquierda reunió al resto, incluido al candidato, para
pedirles que dejaran de llorar, y se rehicieran, que entendieran que
precisamente por eso era la lucha, porque el enemigo eran las trampas y los
abusos que cometían los del partido en el poder, y que recordaran que ellos
mismos habían hecho o avalado lo mismo cuando estaban en él. Antes de esos
hechos Andrés había estado al tanto de la política de dos caras seguida por el
gobierno contra los afectados petroleros agrupados en el Pacto Ribereño que por
un lado, incluía sus servicios y los de su cuñado José Eduardo Beltrán
promoviendo la reparación mediante proyectos de desarrollo local; pero por el
otro incluyó la represión pura y dura con toda la violencia habitual de los
gobiernos priístas. Quizás apenas ese era el momento en que, aunque había
estado cobijado y cultivado discretamente desde un año antes por la Corriente
Democrática de Cárdenas y Muños Ledo, Andrés asumió plenamente lo que era
convertirse en opositor. Y por eso en los primeros años en Tabasco, del 88 al
91, la alianza opositora formada, que iba desde organizaciones de origen
religioso a favor de los derechos humanos hasta incipientes movimientos de
autonomía indígena, se llamaría Movimiento por la Democracia.
La campaña del 88 en Tabasco avanzó
con gran entusiasmo sobre todo entre los sectores educados y los pequeños
productores de los municipios, en donde tradicionalmente existen los personajes
que son reconocidos por su calidad moral como líderes de opinión cuyo peso era
semejante al que ahora tienen los opinadores de los medios de comunicación. En
todo el estado este tipo de personajes, reconocidos a nivel municipal por su
conducta, su moralidad y muchas veces su desempeño económico y hasta político,
se sumaron a su campaña. Por estas características, normalmente se trataba de
hombres mayores de edad y de talante pacífico. El partido y en ese entonces, por
lo tanto, el gobierno desató una violenta campaña de agresión física,
económica, moral y mediática, que llevó a la mayoría de estos a desistir y
declarar retóricamente, otra vez, su lealtad al partido. El gobierno les hizo
sentir de todas las maneras posibles como su supervivencia y status económico
dependía de su relación con él (empleos, compras, subsidios), además de su
seguridad física (agresiones físicas por parte de elementos policíacos u
omisión frente a supuestos actos de la delincuencia – este mismo sector, al
aplicarse las políticas neoliberales desde los años 90 que destruyeron la
economía no petrolera local, sería, bajo los mismos mecanismos, seducido,
cooptado y luego atacado por la delincuencia organizada en su proceso de
expansión territorial desde Veracruz, viviendo actualmente bajo la zozobra
permanente de la violencia, extorsionados, chanteajeados, secuestrados).
Desde ese proceso y de ahí para
adelante, una característica del movimiento de Andrés, sería el de definir como
política deliberada la no definición ideológica y manejar una idea de
democracia como de mera suma de las demandas de la sociedad civil (recordar que
sociedad civil originalmente para Gramsci significa los grupos organizados por
fuera del gobierno, tanto empresariales como religiosos, básicamente, como los
de clase y todo tipo de reclamantes; es decir que hoy cuando AMLO rechaza la
sociedad civil se refiere a las organizaciones gremiales y empresariales de
presión que siempre han actuado sobre el estado mexicano; que es lo contrario
al uso común de sociedad civil a la mexicana que acuño Carlos Monsiváis tras el
terremoto del 85: las organizaciones fuera de las instituciones públicas o
privadas).
Esto por
un lado le sirvió para diluir y saquear el capital social, político y humano de
las organizaciones de defensa de derechos humanos, de las organizaciones de
defensa campesina, de autonomía indígena y de las organizaciones ideológicas
que hasta entonces habían mantenido la oposición local al PRI, centralizando
todo en su nuevo movimiento-partido (ambigüedad que mantendrá a propósito hasta
1997). Llegaría incluso a vetar los proyectos de democracia participativa que
se intentaron tras el reconocimiento de gobiernos del PRD en Cárdenas y
Nacajuca, argumentando que al hacer esos proyectos liberaba a los gobiernos
estatal y federal de su obligación de aportar el presupuesto y con eso se
ayudaba al PRI, sin importarle las mejoras que eso hubiera reportado en las
condiciones de vida inmediata de la población, pero sobre todo el cambio que se
hubiera dado en las relaciones y prácticas entre gobernados y gobernantes a
nivel local. Eso acentúo el carácter gestionario, “protestatario”, del
movimiento, y la definición de los líderes locales como “gestores”, siempre
sometidos a la presión de la represión y el soborno.
Esto tipo de líderes resultaron entonces muy
volátiles, o para usar el lenguaje petrolero tabasqueño, muy “transitorios”. El
tener que adaptarse a esta condición de este tipo de líderes convenció a Andrés
de la idoneidad de mantener una informalidad organizacional en la que al final
se centralizaron las decisiones en su persona evitando que las diversas
vicisitudes de los líderes locales arrastraran con ellas a la organización.
Aunque el costo de todo esto fue el no desarrollo político cultural de la
organización ni de sus líderes hacia formas políticas y objetivos alternativos.
Esta experiencia con los líderes
naturales le llevaría a ser receptivo a la integración de líderes que podemos
decir por vocación o profesional locales, con su propia idea de desarrollo
político, con sus propias ambiciones, y no pocas veces infiltrados por el propio
PRI para espiar (cosa que no tenía sentido dado lo antes explicado) y abortar
los procesos ya avanzados. Tenían cabida estos líderes también gracias a la
indefinición ideológica deliberada, pero eso también llevó a generar una oportunidad
precisamente para los oportunistas, pero que tenía sentido en que eran los
únicos que estaban dispuestos a actuar localmente organizando y aguantando las
presiones y la violencia del estado y aceptar quedarse en una función meramente
gestionaria, aunque en algunos casos, fuera sólo por algún tiempo antes de
ceder e integrarse como ocurrió en muchos casos. Sin embargo, en 1997, la falta
de coherencia ideológica llevaría a una crisis en la que muchos dirigentes y
militantes estarían ya casados con la idea de llegar a ocupar los puestos que
con tanto sacrifico se ganaban, y cuando tras el fraude en las elecciones
intermedias (diputados locales y presidente municipales) del 97, ordenó que por
dignidad y coherencia no se aceptaran las curules que concedía el gobierno madracista,
hubo una rebelión (recordemos que Madrazo en 1994 se impuso en el gobierno
mediante un golpe de estado ocupando violentamente los puntos clave de
Villahermosa no sólo en contra del plantón perredista local, sino de la opinión
del presidente Zedillo y el Congreso de la Unión, pero con el apoyo de los
poderes fácticos del grupo de Hank González). Paradójicamente esto coincidiría
con el salto de Andrés a la dirigencia del partido y a que bajo su conducción
el PRD ganara la mayoría en la cámara de diputados y la primera elección para
jefe de gobierno del D.F., aún teniendo la oposición interna de casi todas las
tribus de la vieja izquierda, sobre todo la llamada en los 80 “paraestatal”,
como los provenientes del Partido Socialista de los Trabajadores como los
“Chuchos” y Graco Ramírez. Para los triunfos del D.F. del 97 y el 2000, Andrés
contaría con la ayuda de las organizaciones corporativas de parte de la vieja
izquierda y también de la surgida localmente tras el terremoto del 85 -y sus
líderes como René Bejarano, a quien para controlar mejor, bajo el viejo axioma
político, mantiene cerca como secretario privado nominal-, quienes exactamente
igual que el PRI mantienen la lealtad de las masas bajo esquemas de
participación en la inclusión en servicios públicos, repartos de vivienda, etc.
Y que ahora en 2018 reaparecen como los grupos de porros del PRD que
violentamente impiden las campañas locales de los candidatos de Morena.
La lógica de imponer candidatos
externos pero con personalidad política y grupos propios se profundizaría
cuando en el 2000, por un lado confluirían la decisión de las grandes familias -sobre
todo terratenientes- de todos los estados del sureste de repartir a sus
miembros entre todos los partidos, no sólo porque ahora ya los otros partidos
estaban ganando las elecciones locales, sino en buena parte, como estrategia
contra el levantamiento neozapatista del 94, por eso, por ejemplo, en pocos
años, los enemigos del zapatismo en del 94 al 97 pasarían en adelante a dirigir
el PRD chiapaneco, y en Tabasco además, los descontentos con el monopolio
político de Madrazo y su decisión de reelegirse a través de Manuel Andrade, que
los llevaron a pactar con Andrés y de ahí, César Raúl Ojeda sería el candidato
a gobernador y Humberto Mayans a senador por Chiapas. Más adelante se repetiría
la situación con la incorporación de Arturo Nuñez y el grupo Pino Suárez que
llevaría al primer triunfo reconocido a la oposición por la gubernatura de
Tabasco.
Y tenemos además que una
característica excepcional como movimiento social o político es que los
procesos de Andrés no han generado sus propios líderes políticos. Al menos
desde los años 90, Andrés se negó explícitamente a generar procesos de
formación de cuadros, pero tampoco hubo ese proceso natural en el que en el
propio movimiento se forman líderes o políticos que puedan asumir las tareas de
representación en los niveles más altos. Quienes aparecen como líderes y por
tanto candidatos, siempre han tenido su formación en otros procesos, partidos y
movimientos sociales, salvo personajes altamente dependientes de Andrés como
sus propios hermanos e hijos.
El caso es que uno puede entender
las causas y situaciones que han llevado a Andrés a integrar a líderes externos
con ideologías y objetivos diferentes a los del movimiento, incluso llegando a
casos de sketch carpero como el de Juanito en Iztapalapa y al final a
traiciones abiertas como las de Mancera o la diputada local de Morena en
Veracruz que se prestó al montaje de recibir dinero para Andrés, y otros muchos; el riesgo es enorme, y en casi todos los
casos, en cada circo que ha puesto Andrés le han crecido los enanos y los
sacrificados han sido, paradójicamente, los operarios y los activistas
convencidos y entregados al proyecto de Andrés, que en sí, en otro artículo,
merecería ser discutido en sí mismo, ya que se presenta más bien como un
sentido común que está en el ambiente ideológico mexicano más que como un
proyecto organizado, con ese grave riesgo de saber si finalmente es -como diría
Gramsci- “orgánico” a las necesidades nacionales o meramente circunstancial
para un particular bonapartismo mexicano.
Andrés quiere que nos traguemos el
peje con todo y escamas. Temo que tras las elecciones, en el caso de que no se
imponga el fraude electoral o algo peor, quienes se interesan por un proyecto
nacional, de equidad social y de sustentabilidad ambiental, se vean obligados a
luchar por quitarle las escamas al peje.
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