Estrategias Perversas
de utilización de las políticas de género.
El
centro de investigación está dirigido por una connotada feminista que no sólo
ha hecho y hace investigaciones, incluso, más “con perspectiva de género”, que
de género o feministas en sí mismas, pero su militancia feminista no se ha
quedado en expresiones de abajo firmante o en sus ensayos publicados, sino que
ha intervenido en situaciones, y ha sido parte de un grupo político que sin
decir ha hecho mucho y derrotado dentro de su propio partido con su principal
líder exiliada logró muchos avances que se convirtieron en legislaciones y en
visibilización de situaciones que antes no existía en este país. Su segunda de
abordo, al mismo tiempo es también igualmente una feminista que imparte
seminarios sobre el tema y fomenta el cambio de las relaciones cara a cara y en
espacios cercanos e íntimos. Y de los cuatro altos funcionarios, la tercera,
aunque no es militante feminista es también una mujer y muy apegada a la
Directora.
De pronto un día, los pasillos del
Centro aparecieron adornados con hojas de papel bond tamaño carta con los
letreros: “Alto al hostigamiento sexual en el Centro”, “No porque te salude te
da derecho a besarme o tocarme”. Por supuesto, todo mundo se extraño. Y
todo mundo inmediatamente pensó que si algo había pasado tendría que haber sido
a una de las jóvenes pasantes o de servicio social o contratadas por proyecto
que no conocían al Centro ni mucho menos a su Dirección. Y que además no sabía
que hacía más de diez años ese tipo de cosas se discutía y arreglaban públicamente
en el Centro. Todo mundo dio por descontado que la cosa se arreglara con hablar
con la Directora y una sanción al compañero que hubiera hecho algo del tamaño
de la ofensa. De hecho tan
hiiperconsciente es el Centro que varios compañeros discutían si protestar por
un cartel del Sindicato donde invitaban a los gordos a entrar a una terapia que
iban a impartir que mostraba la caricatura de un gordo ridículo.
Sin embargo, en la siguiente reunión
del Colegio Académico, no fue una mujer la que denunció el caso, sino un
compañero hombre que comenzó diciendo que toda la Universidad estaba
escandalizada por el hecho de que en el Centro -que está en una zona alejada
del resto de las instalaciones- ocurrieran abusos sexuales como los
denunciados. La respuesta general de todos los presentes fue que la compañera
presentara su caso como ya había ocurrido por hechos anteriores varias veces
cada vez que alguien consideraba que pasaba algo que ofendía a las compañeras
como el tipo de pantallas de protección que aparecía en algunas computadoras o
un calendario que tenía un contador en la parte de atrás de la puerta de su
oficina (el escándalo se apagó cuando la jefa de biblioteca, una señora de más
de sesenta años defendió su derecho a tener desnudos en su pantalla de
computadora. Tenía una foto del David de Miguel Angel).
El compañero denunciante explicó que
tomaba la voz de la compañera ofendida para protegerla porque temía la reacción
que podrían tener las autoridades y los compañeros y se presentó a sí mismo
como aliado siempre de las mujeres y como prueba estaba los temas de su
investigaciones que tenían que ver con violencia de género. Y en efecto, se
trata de un investigador que hace trabajos de violencia de género, un reconocido sociólogo “como debe de ser”,
garantizado y legitimado por múltiples premios otorgados por instituciones
oficiales por lo mismo, es decir, alguien que vive de los problemas de la gente
(pobreza, anomia, violencia, etc.) y que siempre recibe los financiamientos de
los programas de investigación de las mismas instituciones porque sus
investigaciones siempre “les gustan”; y que por lo mismo hace política en el
Centro todos los días directamente o a través de su equipo, formado por
mujeres, además extranjeras (dependen los primeros años del contrato con su
investigación para renovar su visa de trabajo) luchando para que la Universidad
no se quede con ninguna parte (15% por reglamento) de los contratos de
investigación que consigue. Con ese fin siempre buscan tener miembros o miembras
de su grupo en los órganos de representación y administración para en los
hechos, como ocurrió con una directora anterior, coptar todas sus decisiones al
mayoritearla en estos órganos, eso sí, a cambio de cederle su parte de
contratos con las otras instituciones. Los resultados de todas estas
investigaciones, por supuesto, siempre terminan coincidiendo con los
diagnósticos y las políticas de las mismas investigaciones y son un insumo
valiosísimo para los funcionarios de esas otras instituciones para justificar
lo que hacen o dejan de hacer y sobre todo para justificar partidas
presupuestales ejercidas o no.
El escándalo se desinfló cuando las
compañeras presentes, la mayoría feministas también, le informaron que lo que
estaba haciendo se conoce en las políticas de género como “patronizing” (tratar
con aparente amabilidad a alguien demostrando la presuposición de la
superioridad de quien ejerce la acción) y “mansplaining” (que el diccionario
Merriam-Webster dice que ocurre cuando un hombre habla condescendientemente a
alguien -especialmente una mujer- acerca de lo que considera que no tiene
suficiente conocimiento con la asunción de que sabe más que la otra persona
puede entender). Y que bastaba que la persona interesada u ofendida, “si
existía”, pasara con toda la discreción que quisiera a hablar con la
directora. Ya en ese momento todo mundo
dudo de que realmente hubiera existido la persona y la acción dada la negativa
del defendedor de invitarla a la reunión para públicamente regañar o proceder
con lo que fuera necesario con el compañero ofensor como había pasado en
situaciones semejantes antes. Y por supuesto no ocurrió pero el daño estaba
hecho porque el mismo personaje se encargó de publicitar en el resto de la
Universidad que en una institución dirigida por feministas había acoso sexual
contra mujeres.
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