jueves, 2 de febrero de 2017


Otra pequeña crónica urbana.



Otra pequeña crónica urbana.


El hombre no parecía tener nada especial sino fuera porque hubo un poco de exceso de rudeza en la manera en que acomodó su voluminoso cuerpo entre los de los otros hombres en el vagón del metro. Desde que separaron a los hombres de las mujeres se ha hecho más evidente que entrar y buscar lugar es ante todo un acomodo de cuerpos. Desaparecieron esos pequeños micromovimientos que indicaban la persistencia de alguna clase de cortesía entre personas a pesar del hacinamiento. El gesto indicativo de mantener una distancia aunque fuera simbólica. Al poco de que iniciara la marcha el convoy, el hombre comenzó a mover la cabeza de una manera particular, sobre todo al abrirse las puertas en cada estación. Parecía checar a cada persona que entraba, como si quisiera ver qué cosas pudiera traer cada quien, mochila, bolsa, portafolio. Movía el cuello e inclinaba toda la cabeza por lo que se podía notar hacia donde dirigía la mirada a pesar de tener los ojos pequeños y medio ocultos por lo abotargado del rostro. Tal vez es un poco miope. De pronto, uno de esos jalones imprevistos en la marcha del tren lo obligó a levantar violentamente el brazo derecho para sostenerse del techo. Se le corrió la manga de la camiseta y quedó al descubierto un bíceps medianamente modelado pero cubierto de un tatuaje poco usual. A diferencia de una adolescente que junto con su amigo se habían acomodado contra la puerta y los tubos apenas a dos pasos atrás de él, no se veían los típicos manchones azules, ni animales, ni palabras. La jovencita de rostro ingenuo mostraba sobre la piel obscura de su brazo toda una serie desigual de glifos aztecas que lograban darle, a pesar de su edad, una imagen ruda. Pero en el brazo del hombre sólo había líneas horizontales y verticales que alrededor del brazo formaban la imagen de una pared o barda. No había palabras, ni siquiera el típico logotipo de Pink Floyd que uno hubiera esperado para encontrarle un sentido compartido o comunicativo. Eran sólo las rayas de una pared o barda en todo el antebrazo. No había indicación de moda o identidad, lo que en la sociedad actual es una forma profunda de guardar silencio. Y en ese mismo silencio, en ese no significar también incluso podría intuirse alguna forma de una contenida violencia y aislamiento. ¿Quién o para qué se tatúa una pared en un brazo? Sólo una pared construida de ladrillos, ¿qué clase de significación o de expresión podría buscar con ese diseño tan sencillo y sin embargo, si uno lo piensa, tan perturbador?

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