martes, 3 de marzo de 2015


No te burles de un Nerd.

El microbús estaba desusualmente vacío en un día agradablemente soleado, de los primeros del adelanto de primavera. El trayecto sería corto, tomó el microbús ya cerca de la terminal del metro, pero igual se desplomó placenteramente a lo largo del asiento longitudinal, casi encima de la llanta, cerca de la mochila de un muchacho que la retiró para hacerle más espacio aunque no era necesario. Estaba un poco cansado, había caminado desde avenida universidad y había aprovechado para atravesar caminando los Viveros y luego las calles normalmente silenciosas y arboladas de las viejas colonias. El microbús se detuvo en la esquina donde normalmente suben los jóvenes de la prepa, la misma en la que 30 años antes él había estudiado. Nada que poner atención salvo que de pronto, frente a él dos jóvenes tardaban demasiado en sentarse en el asiento transversal que quedaba frente a él. De pronto pareció una escena de “el gordo y el flaco” tratando de acomodarse en el estrecho espacio. Le dio tiempo de ver que además de sus mochilas cargaban grandes portafolios de plástico y enormes reglas T que estaban saturadas de calcomanías que decían Bazinga! O directamente Big Bang Theory; “unos perfectos nerds de preparatoria”, pensó recordando a "Antimateria", el nerd del salón, ¿501 o 612?. Que importa. Además de su portafolios duro y grueso siempre lleno de importantes documentos (mientras él era un hippie con su morral grande de tela pintada de todos colores) y que se inmortalizó al intentar dar unas clases de las patadas de karate que estudiaba en las tardes, al tener le más memorable caída que pudiera recordar. La vio claramente en la memoria. Vestido con su saco blanco y pantalón negro, levantando una pierna y luego aterrizando limpiamente en el suelo porque sus zapatos de calle resbalaron lastimosamente. La mortal patada de Karate se convirtió en paso de ballet y luego caída estrepitosa. Imposible no volver a reír. 
       De los seguidores de Big Bang Theory, el más bajito, de pelo negro, anteojos de pasta gruesos, finalmente se acomodó quien sabe como haciéndose bolas con su mochila, una bolsa de lona y el gran portafolios, al fondo del asiento mientras el otro; enorme, de pelo chino castaño y cara mofletuda, de más de uno ochenta, grueso, quizás ochenta, noventa kilos -calculó con la experiencia de quien lleva más de 20 años controlando su peso, lo esperaba haciendo equilibrios sobre las dos piernas sobre unos zapatos grandes y pesados, y…entonces lo notó y tuvo que controlar la carcajada que dio mentalmente: unos verdaderos nerds: pantalones de casimir. ¿Quién en pleno siglo XXI va a una preparatoria de la UNAM con pantalones de casimir?. Los dos. No, no, no, no. Se agachó para esconder la risa que le ganaba. Levantó la cabeza cuando sintió el jalón del microbús al arrancar de golpe. Y entonces lo vio. Se dio cuenta de que tenía ambas manos ocupadas y no se estaba agarrando de nada, al mismo tiempo que le parecía que volaba. Apenas tuvo tiempo de poner duro el cuerpo y adelantar y poner fuerte el brazo derecho para recibir de lleno el cuerpo del muchacho. Quien sabe como rebotó que inmediatamente ya estaba de pie pidiendo disculpas mientras él se sentía aplastado y como atontado, como lejos, pudo perfectamente sentir como los demás pasajeros lo veían con curiosidad y al mismo tiempo se escuchó internamente agradeciendo estar igual de gordo y grande que el muchacho, y el haber estado haciendo ejercicio. Con el poco apoyo con que había adelantado el brazo temía haberse lastimado, sólo sentía el dolor. Apenado, pero el muchacho finalmente se acomodó en el asiento aplastando a su compañero. Rió pensando en lo chusco que había sido la situación, ver al muchacho con los brazos abiertos cayendo hacia atrás, buscó apoyo en las caras de los otros pasajeros, pero no lo encontró; expresiones raras, quizás no les hizo gracia como a él su torpeza o realmente se espantaron más que él. En los dos semáforos que faltaban para el metro fue comenzando a sentir dolor en el brazo y en el pecho. Se pudo levantar sin problemas y fue de los primeros en descender del microbus en la terminal. Junto con los otros pasajeros entraba ya en el edificio del metro cuando se escuchó un grito. Todos voltearon atrás: el otro muchacho no terminaba de bajar cuando ya arrancaba el microbús, casi se cae encima del grande. Pero ya no se volvió a reir de su torpeza. Había aprendido su lección. No hay que burlarse de los Nerds. Siempre te pueden caer encima. Aunque, lo de "Antimateria", treinta años después, no deja de ser gracioso.

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