Javier
Sicilia y López Obrador, ¿hermanos gemelos?; No votar o votar por Morena, el
dilema.
(Ensayo en proceso de construcción)
El
problema (la numeración no implica un orden jerárquico)
1) Tenemos
la necesidad de recuperar ciertos niveles de seguridad ciudadana (la
probabilidad de ser asesinado, secuestrado, extorsionado o robado en casa,
calles o carretera) de los que se gozaba de manera relativa al menos entre 1960
y el año 2000 cuando menos. Aunque el gobierno ha intentado manejar el altísimo
grado de asesinatos (más de 100 mil) y desapariciones (alrededor de 26 043) de
la vida cotidiana de los “ciudadanos”, como hechos de una “guerra” o “lucha”
contra el narcotráfico que supuestamente no involucra a los “ciudadanos”, hay
demasiada evidencia que tales males, incluso los directamente relacionados con
acciones de cárteles y fuerzas de la seguridad han terminado afectando
directamente a toda la población y generado un ambiente que favorece en general
y en todo ambiente del país que ocurran estos hechos, sobre todo por el
totalmente demostrado carácter universal y perfecto de impunidad total y falta absoluta de eficacia
institucional para investigarlos y detenerlos, que los ha encubierto. Otro
elemento de desesperación ha sido la total y absoluta inefectividad e
intrascendencia de las demandas, protestas y acciones ciudadanas que en reacción
a crímenes ejemplares (Martí, Wallace, Vargas, Sicilia, Muertas de Juárez,
Ayotzinapa, Guardería ABC, Salvarcár, migrantes de San Fernando, etc.)
2)
Tenemos que parar los asesinatos selectivos de
líderes indígenas y comunitarios que han venido ocurriendo de manera sistemática
cuando menos desde 2006.
3)
Concomitantentemente con lo anterior
necesitamos que se hagan valer los derechos ciudadanos, urbanos, comunitarios y
humanos al agua, el medio ambiente y a una vida urbana digna parando los abusos
destructivos de las grandes corporaciones sobre ciudades, pueblos, colonias,
comunidades y zonas de conservación ambiental. Los asesinatos del punto dos han
estado asociados a este esfuerzo.
4)
Estamos al borde de la peor crisis económica y
de gasto público a nivel nacional desde 1929. Esta crisis no sólo la determina
la caída del precio de petróleo, que históricamente ha sostenido el gasto público
del cual ha dependido la actividad económica nacional; sino también el
desmantelamiento irresponsable de la industria petrolera y una, ya por los
efectos visibles, irresponsable y defectuosa reforma financiera que está
destruyendo las formas reales y prácticas de subsistencia de grandes masas de
población.
5)
Dadas la formas totalmente abiertas e
irresponsables de las reformas estamos al borde de perder cualquier posibilidad
de tener ya no la soberanía o sustentabilidad, sino la propia subsistencia con
relación a recursos básicos como el agua, la energía y la producción de
alimentos.
6)
Estamos al borde de la crisis de funcionamiento
de los sistemas complejos (urbanísticos, energéticos, hidrológicos, ambientales
y de tráfico) que sostienen nuestras enormes concentraciones metropolitanas que
ya albergan a casi 80% de la población.
7)
Estamos frente a los mayores casos de evidente
y cínica corrupción de todo tipo de funcionarios públicos desde la presidencia
hacia abajo, en buena parte sustentadas en profunda ignorancia sobre valores
humanos sociales, legales y de convivencia.
8)
Vivimos una situación crónica de crisis
institucional en sentido profundo dada la inoperancia de las instituciones
respecto a sus fines supuestos. El ejemplo más grave es el de la total
inoperancia hacia los ciudadanos de todas las instancias relacionadas con el
sistema de justicia que dejan a cada uno de los ciudadanos con nula expectativa
de recibir justicia a menos que pueda movilizar la cantidad suficiente de
formas de influencia económica y política y que no sean superados por alguna
contraparte.
9)
De manera increíble y espantosa vivimos de
manera callada y sin que la gran población lo asuma púbicamente y salvo
aisladas acciones locales, nadie haga nada frente a un estado permanente de
genocidio, explotación, tortura, abuso de todo tipo respecto a los migrantes
que por millones cruzan nuestro país desde Centro América.
10) Vivimos
una aguda crisis moral donde cínicamente se exhiben públicamente los fraudes
electorales, la corrupción y todo tipo de abuso y crimen de manera impune y sin
consecuencias.
Normalmente en política hay dos maneras de
tomar decisiones respecto a alguna coyuntura: la ideológica o la pragmática. La
ideológica puede implicar grandes cambios pero siempre con base en iguales
sacrificios que deben ser sopesados, tanto como el sentido de los cambios. Y la
pragmática que lo mismo puede ser cínica (que todo cambie para que nada
cambie), o responsablemente puede ajustarse a decidir y actuar para resolver
las problemáticas presentadas sin prejuiciarse respecto a preferencias ideales
propias. El gran mérito de la estabilidad que con todos sus asegunes tuvo la
situación mexicana de 1940 a 1988, se debió a que siempre la dirección política
actuó sin descuidar la parte pragmática respecto a “los grandes problemas
nacionales” a que pesar de tener como objetivo principal la mera continuidad
política.
La situación actual nos obliga a decidir y
actuar pragmáticamente en referencia a estos 9 ( y más) puntos de problemática
que nos amenazan.
El
dilema
Todos
aquellos que no quieren que se reproduzca el sistema de gobierno o quieren
parar la corrupción, la violencia, cambiar las cosas, confrontan el dilema de
votar por un nuevo partido que se presenta como externo a la clase
narcopolíticacorrupta que domina el país, o, como lo expresa en sus palabras,
en su último artículo de la revista Proceso, Javier Sicilia, “boicotear las
elecciones”, para lo cual equipara, erróneamente según mi apreciación,
abstenerse, romper el voto dentro de la casilla o anular el voto en cualquier
otra forma. Con esa frase queda ambigüedad respecto si se considera, como lo
están haciendo en Guerrero los normalistas de Ayotzinapa y el sindicato de
maestros, impedir de hecho la realización de comicios.
Quizás, y por particularidades culturales o
subdesarrollo político, las dos opciones aparecen netamente personalizadas por
dos líderes que han abiertamente procurado mantenerse distantes; y en el caso
de Sicilia, ha manifestado su disgusto respecto al otro personaje cuando menos
porque se trata de un político profesional. López Obrador, exactamente, más
político, no ha personalizado las diferencias y las mantiene en el ámbito de
las diferencias opcionales en cada caso.
Sin embargo, si uno los ha conocido
medianamente respecto a su actuar como líderes, en realidad, lo que llama
poderosamente la atención es que son tremendamente semejantes. Un politólogo
del ITAM (la cantera de los funcionarios e intelectuales del régimen actuales,
Videgaray, Meade, Andrade, Ugalde, etc.), por ejemplo; quizás lo explicaría
meramente por el hecho de que ambos son líderes
carismáticos, una tipología claramente establecida desde Max Weber cuando
menos. Pero vistos de cerca, la verdad es que pareciera que hay algo más de
semejanzas que la simple determinación de ser personalidades carismáticas o de
encabezar movimientos carismáticos.
Habría que comenzar con que son personas que a
pesar de estar encabezando de manera y por razones y procesos muy distintos
movimientos carismáticos, coinciden en ser en lo personal y en lo político, individuos
reconocidos, en contraste con el funcionario y el político del régimen anterior
y el actual, como honestos y honrados. El prestigio personal a nivel de quienes
los conocen del trato cotidiano no pasa por esas sombras o versiones oficiales
con que normalmente se cobijan los asegunes de quienes se dedican
profesionalmente a la política, si bien esta condición exista en el caso de
Obrador. Y por lo mismo, una coincidencia externa, es que ambos son
sistemáticamente atacados por la no total transparencia sobre los fondos con
que se realizan las actividades de sus organizaciones, al no comprender, o
distorsionar perversamente, el componente de la colaboración, contribución y
hasta sacrificio de esfuerzos y recursos de los propios participantes. Esto ocurre
también algunas aportaciones de los respectivos movimientos sin ser ilegales,
de origen delictivo o amarradas a negocios; no han sido suficientemente
transparentadas, sea porque provienen de políticos como diputados, senadores,
etc., empresarios simpatizantes u organizaciones, y también en ambos casos,
cercanas a las distintas iglesias o grupos confesionales católicos y
evangelistas existentes en el país. Lo que es evidente es que esos recursos no
se traducen en formas de vida ostentosas ni revelan asociaciones comprometidas
con posibles formas de conflictos de interés, lavado de dinero o corrupción;
como nos hemos acostumbrado a ver en la clase política y que efectivamente han
sido utilizadas para organizar actividades políticas públicas. Pondría el
ejemplo extremo de que incluso los dineros aportados por Carlos Ahumada al PRD
en la campaña por la jefatura del D.F., entregados a René Bejarano y a Carlos
Imaz, fueron usados precisamente para actividades electorales por lo que
ninguno de los dos personajes fueron procesados legalmente al no haber delito
que perseguir; sólo sufrieron la defenestración pública orquestada, como haría
público Carlos Ahumada, por el grupo en el poder (Fernández de Cevallos y
Carlos Salinas) y sus medios monopólicos de comunicación.
En este mismo sentido, ambos han llevado una
vida personal normal alejada de escándalos personales; y en formas muy
diferentes, ambos han perdido por la violencia seres muy queridos. De Javier
Sicilia, es muy conocido el hecho central del asesinato de su hijo por
delincuentes de Cuernavaca en medio de una ola de violencia que ha durado en
esa ciudad ya 8 años, y que para cuando fueron asesinados Juan Francisco y sus
acompañantes, ya computaba el Centro Independiente de Derechos Humanos alrededor
de 1200 asesinatos, sobre todo de jóvenes. En el caso de López Obrador, aunque
él se ha manejado con total hermetismo público sobre el caso, el desarrollo de
la condición de enfermedad autoinmune (lupus) que llevaría a la muerte a su
primera esposa, Rocío Beltrán, puede perfectamente deberse a las condiciones de
asedio violento en que vivía la familia de manera permanente, al menos entre
1994 y 1997, pero que ya había tenido situaciones graves en 1988 cuando Andrés
dejó al PRI y contendió por primera vez por la gubernatura. Particularmente en
la campaña local de Tabasco de 1993-94 y el primer año de Roberto Madrazo, el
acoso a la casa de la familia donde se quedaban solos diariamente Rocío y los 3
hijos fue del tipo del que por sólo
pocos días resistió el general panameño Noriega cuando el ejército de EU lo
arrinconó en la casa del nuncio del vaticano, vigilancia evidente y grosera
desde la casa de enfrente, llamadas telefónicas insistentes a toda hora,
helicópteros volando por largos períodos sobre la casa, presión sobre los
vecinos para expulsar a la familia, etc. Y además, las giras de Andrés por todo
el estado por muchos años, estuvieron siempre salpicadas de provocaciones y
agresiones cuyas noticias por supuesto afectaron la salud de Rocío. El hecho de
que tales situaciones no trascendieran o recibieran respuesta sólo puede
explicarse por la poco difundida vocación Gandhista de López Obrador y su
practicado catolicismo al estilo de la teología de la liberación. En la campaña
electoral por la gubernatura estatal era común que cada paso fuera discutido en
contraposición a la doctrina y ejemplos Gandhistas y que se aprovechara toda
reunión para capacitar a los militantes en esa perspectiva e ideología.
La
Coyuntura.
Dos
sombras pesan duramente como un gran cielo nublado sobre el horizonte del
contexto en el cual se van a dar elecciones. Por un lado el ya evidente fracaso
de la propuesta económica del actual gobierno, que apostó todo a los recursos
que ingresarían por las reformas económicas, sobre todo, por supuesto, la
petrolera. Su concentración y dependencia de las reformas y particularmente
ésta, fue tal, que en una entrevista del 17 de febrero el Secretario de
Hacienda, Luis Videgaray, confesó que en aras del reformismo se había
descuidado la confianza de la ciudadanía (encubriendo que tal pérdida de
confianza, si la hubo, se debió sobre todo al conocimiento público de que tanto
él como el presidente y el consejero jurídico de la presidencia ocupan casas
propiedad de importantes contratistas
del gobierno estatal del cual proceden y del federal que ahora forman parte).
La reforma energética se ve ahora como un mero desmantelamiento de la industria
nacional sin ninguna red de protección ni financiera, al no verse posibilidades
de lograr conjuntar un amplio capital en el nuevo Fondo Mexicano del Petróleo,
ni técnica o logística industrial, al ampliarse con los recortes presupuestales
el desmantelamiento de las estructuras de producción y distribución de energía
eléctrica y de hidrocarburos. Con la caída de los precios del petróleo y de la
inversión internacional en este rubro, no se ve cómo se van a fondear los
proyectos de gobierno, al grado que ya se renunció a los proyectos de
infraestructura salvo el muy discutible nuevo aeropuerto sobre el Lago de
Texcoco. Ya en febrero el gobierno ha reaccionado a la nueva situación
anunciando una mayor reducción presupuestal para el año 2016, ampliando las
condiciones favorables para la inversión petrolera privada y extranjera en la
llamada primera ronda, el director financiero de PEMEX ha propuesto abandonar
la producción de derivados petroleros para sólo rentar las refinerías a las
empresas extranjeras; y al mismo tiempo la cámara de diputados aprobó en
primera instancia una nueva ley de aguas que la entrega totalmente al sector
privado desapareciendo el derecho público de comunidades, pueblos y ciudades
sobre la misma, y que en parte se explica por la necesidad de brutales
cantidades de agua para el fracking. Itema más: el peso llega en marzo a su
valor histórico más bajo al cotizarse a $15.72 por dólar.
Por otro lado, por supuesto, está la gran
crisis de seguridad pública y seguridad ciudadana que desde el principio fueron
minusvaloradas, sobre todo la segunda, que todavía no ha sido aceptada en el
discurso y práctica política por el gobierno. Siguen los aparatosos actos de
violencia directamente relacionados con las grandes organizaciones
delincuenciales y al mismo tiempo el alto nivel de actos contra la seguridad,
integridad y patrimonio de ciudadanos (secuestro, robo, extorsión,
desapariciones y asesinatos) con una ya absoluta sensación de impunidad contra
la que al contrario, las acciones de los cuerpos públicos de seguridad desde el
ejército para abajo, han creado más dudas, desconfianza y reprobación
internacional con los hechos de Tatlaya, Iguala, y el encarcelamiento de
guardias comunitarias de Guerrero y Michoacán, y de líderes de las autodefensas
michoacanas; y la continuidad de los asesinatos selectivos de líderes sociales,
populares e indígenas de organizaciones locales de defensa de la tierra y
derechos humanos. El caso parece ya el de una continua e imparable tragedia como
la del Tito Andrónico de Shakespeare, el hombre virtuoso cuya situación sólo se
profundiza en nuevos bucles de mayor crueldad y violencia en el que da la
impresión que la nación se hunde más en un sumidero sin fondo y donde cada caso
individual o colectivo supera más lo que la imaginación más enferma hubiera
creído insuperable. Un caso ejemplar sería el asesinato en los primeros días de
marzo del contralmirante José Luis Corro, capitán de puerto en Lázaro Cárdenas,
Mich. y encargado de confrontar al crimen organizado para recuperar la operación
del puerto: no murió confrontando a la organización criminal, sino que fue
asesinado para robarle el coche. Como para tener claro que el gran problema
social no es la mediática lucha entre carteles y el control de la venta de
drogas sino la recuperación de la seguridad ciudadana, para lo cual, el actual
gobierno no ha tomado ninguna medida efectiva.
Lorenzo Meyer resume muy bien lo que la
ciudadanía está pensando respecto a las elecciones: “El mecanismo electoral de
ahora francamente mostró su fracaso. Ése es un punto a discutir: ¿valen la pena
las elecciones? Son carísimas, como todos lo sabemos; se trata de uno de los
procesos electorales más caros del mundo y, ¿realmente influyen en algo, o están
ya bastante predeterminadas?.En México –agregó–, durante muchas décadas, ya
todos lo sabemos, las elecciones estaban vacías de contenido. Eran pura forma y
nada más; bueno, ahora se sospecha que sirven básicamente para reafirmar a la
partidocracia en sus posiciones, pero no sirven para llevar adelante un proceso
efectivamente democrático, es decir, que ligue al ciudadano, a sus necesidades,
a sus deseos, con la maquinaria del poder. La maquinaria del poder está
actuando bastante despegada de lo que son las realidades del ciudadano y de las
comunidades”.
Patricia Gutiérrez-Otero, a su vez, expone muy
bien en una carta a la revista Proceso (1984,9
de nov., 2014) las dudas que suscita la opción del “boicot electoral”:
“¿En
qué condiciones lo que Javier Sicilia llama “boicot electoral”, y con el que
estoy profundamente de acuerdo, serviría para demostrar nuestro enojo,
descontento y repudio contra los partidos políticos mexicanos, sin que esto se
confunda con un abstencionismo debido a la desidia y sin que, aún peor –como sucedió
en el 2012-contribuya a llevar al poder a los dinosaurios hambrientos del PRI?
Si no
tenemos la respuesta adecuada, temo que el “boicot electoral” se vuelva otra
vez más contra el pueblo, como sucedió en el 2006 con el llamado a no votar del
estimado EZLN y en el 2012 con tu llamado a no votar por López Obrador.
Mi
pregunta en suma es: ¿Cómo hacer que el “boicot electoral” tenga un efecto real
en las elecciones sin favorecer al partido en el poder regalándole
negativamente nuestros votos?
…No
podemos darnos el lujo de mantener en los altos mandos de México a gobernantes
espurios. La responsabilidad que pesa sobre quienes tenemos conciencia de lo
que está pasando es aún mayor dada la falta de sistemas de comunicación masivos
que sean críticos, honesto y autónomos.
Hacer
un llamado al “boicot electoral” es un primer paso, y se agradece , pero no
basta. Ahora hay que pensar en los cómos para que rinda los frutos que queremos.”
A esto Javier Sicilia respondió en la misma
revista de manera principista: “Yo tampoco lo sé”. Argumenta que la masacre de
Iguala y las miles de muertes y desapariciones de los últimos dos sexenios “son
fruto de las urnas y de esas elecciones ignominiosas” y que el boicot es para él
un asunto de “moral política y de higiene cívica”. Sentencia: “Quien vaya a las
urnas ahora sólo irá a convalidar el crimen”. Y abre un espacio para la acción
política: “Ojalá y pudiera consensuarse, acompañando el boicot con un pliego de
exigencias muy claro para evitar que aquél [supongo que se refiere al régimen]
continúe en 2018”.
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