sábado, 7 de marzo de 2015


Javier Sicilia y López Obrador, ¿hermanos gemelos?; No votar o votar por Morena, el dilema.
(Ensayo en proceso de construcción)
 

El problema (la numeración no implica un orden jerárquico)

1)    Tenemos la necesidad de recuperar ciertos niveles de seguridad ciudadana (la probabilidad de ser asesinado, secuestrado, extorsionado o robado en casa, calles o carretera) de los que se gozaba de manera relativa al menos entre 1960 y el año 2000 cuando menos. Aunque el gobierno ha intentado manejar el altísimo grado de asesinatos (más de 100 mil) y desapariciones (alrededor de 26 043) de la vida cotidiana de los “ciudadanos”, como hechos de una “guerra” o “lucha” contra el narcotráfico que supuestamente no involucra a los “ciudadanos”, hay demasiada evidencia que tales males, incluso los directamente relacionados con acciones de cárteles y fuerzas de la seguridad han terminado afectando directamente a toda la población y generado un ambiente que favorece en general y en todo ambiente del país que ocurran estos hechos, sobre todo por el totalmente demostrado carácter universal y perfecto de impunidad  total y falta absoluta de eficacia institucional para investigarlos y detenerlos, que los ha encubierto. Otro elemento de desesperación ha sido la total y absoluta inefectividad e intrascendencia de las demandas, protestas y acciones ciudadanas que en reacción a crímenes ejemplares (Martí, Wallace, Vargas, Sicilia, Muertas de Juárez, Ayotzinapa, Guardería ABC, Salvarcár, migrantes de San Fernando, etc.)

2)    Tenemos que parar los asesinatos selectivos de líderes indígenas y comunitarios que han venido ocurriendo de manera sistemática cuando menos desde 2006.

3)    Concomitantentemente con lo anterior necesitamos que se hagan valer los derechos ciudadanos, urbanos, comunitarios y humanos al agua, el medio ambiente y a una vida urbana digna parando los abusos destructivos de las grandes corporaciones sobre ciudades, pueblos, colonias, comunidades y zonas de conservación ambiental. Los asesinatos del punto dos han estado asociados a este esfuerzo.

4)    Estamos al borde de la peor crisis económica y de gasto público a nivel nacional desde 1929. Esta crisis no sólo la determina la caída del precio de petróleo, que históricamente ha sostenido el gasto público del cual ha dependido la actividad económica nacional; sino también el desmantelamiento irresponsable de la industria petrolera y una, ya por los efectos visibles, irresponsable y defectuosa reforma financiera que está destruyendo las formas reales y prácticas de subsistencia de grandes masas de población.

5)    Dadas la formas totalmente abiertas e irresponsables de las reformas estamos al borde de perder cualquier posibilidad de tener ya no la soberanía o sustentabilidad, sino la propia subsistencia con relación a recursos básicos como el agua, la energía y la producción de alimentos.

6)    Estamos al borde de la crisis de funcionamiento de los sistemas complejos (urbanísticos, energéticos, hidrológicos, ambientales y de tráfico) que sostienen nuestras enormes concentraciones metropolitanas que ya albergan a casi 80% de la población.

7)    Estamos frente a los mayores casos de evidente y cínica corrupción de todo tipo de funcionarios públicos desde la presidencia hacia abajo, en buena parte sustentadas en profunda ignorancia sobre valores humanos sociales, legales y de convivencia.

8)    Vivimos una situación crónica de crisis institucional en sentido profundo dada la inoperancia de las instituciones respecto a sus fines supuestos. El ejemplo más grave es el de la total inoperancia hacia los ciudadanos de todas las instancias relacionadas con el sistema de justicia que dejan a cada uno de los ciudadanos con nula expectativa de recibir justicia a menos que pueda movilizar la cantidad suficiente de formas de influencia económica y política y que no sean superados por alguna contraparte.

9)    De manera increíble y espantosa vivimos de manera callada y sin que la gran población lo asuma púbicamente y salvo aisladas acciones locales, nadie haga nada frente a un estado permanente de genocidio, explotación, tortura, abuso de todo tipo respecto a los migrantes que por millones cruzan nuestro país desde Centro América.

10) Vivimos una aguda crisis moral donde cínicamente se exhiben públicamente los fraudes electorales, la corrupción y todo tipo de abuso y crimen de manera impune y sin consecuencias.

 

Normalmente en política hay dos maneras de tomar decisiones respecto a alguna coyuntura: la ideológica o la pragmática. La ideológica puede implicar grandes cambios pero siempre con base en iguales sacrificios que deben ser sopesados, tanto como el sentido de los cambios. Y la pragmática que lo mismo puede ser cínica (que todo cambie para que nada cambie), o responsablemente puede ajustarse a decidir y actuar para resolver las problemáticas presentadas sin prejuiciarse respecto a preferencias ideales propias. El gran mérito de la estabilidad que con todos sus asegunes tuvo la situación mexicana de 1940 a 1988, se debió a que siempre la dirección política actuó sin descuidar la parte pragmática respecto a “los grandes problemas nacionales” a que pesar de tener como objetivo principal la mera continuidad política.

La situación actual nos obliga a decidir y actuar pragmáticamente en referencia a estos 9 ( y más) puntos de problemática que nos amenazan.

 

 

El dilema

Todos aquellos que no quieren que se reproduzca el sistema de gobierno o quieren parar la corrupción, la violencia, cambiar las cosas, confrontan el dilema de votar por un nuevo partido que se presenta como externo a la clase narcopolíticacorrupta que domina el país, o, como lo expresa en sus palabras, en su último artículo de la revista Proceso, Javier Sicilia, “boicotear las elecciones”, para lo cual equipara, erróneamente según mi apreciación, abstenerse, romper el voto dentro de la casilla o anular el voto en cualquier otra forma. Con esa frase queda ambigüedad respecto si se considera, como lo están haciendo en Guerrero los normalistas de Ayotzinapa y el sindicato de maestros, impedir de hecho la realización de comicios.

Quizás, y por particularidades culturales o subdesarrollo político, las dos opciones aparecen netamente personalizadas por dos líderes que han abiertamente procurado mantenerse distantes; y en el caso de Sicilia, ha manifestado su disgusto respecto al otro personaje cuando menos porque se trata de un político profesional. López Obrador, exactamente, más político, no ha personalizado las diferencias y las mantiene en el ámbito de las diferencias opcionales en cada caso.

Sin embargo, si uno los ha conocido medianamente respecto a su actuar como líderes, en realidad, lo que llama poderosamente la atención es que son tremendamente semejantes. Un politólogo del ITAM (la cantera de los funcionarios e intelectuales del régimen actuales, Videgaray, Meade, Andrade, Ugalde, etc.), por ejemplo; quizás lo explicaría meramente por el hecho de que ambos son líderes carismáticos, una tipología claramente establecida desde Max Weber cuando menos. Pero vistos de cerca, la verdad es que pareciera que hay algo más de semejanzas que la simple determinación de ser personalidades carismáticas o de encabezar movimientos carismáticos.

Habría que comenzar con que son personas que a pesar de estar encabezando de manera y por razones y procesos muy distintos movimientos carismáticos, coinciden en ser en lo personal y en lo político, individuos reconocidos, en contraste con el funcionario y el político del régimen anterior y el actual, como honestos y honrados. El prestigio personal a nivel de quienes los conocen del trato cotidiano no pasa por esas sombras o versiones oficiales con que normalmente se cobijan los asegunes de quienes se dedican profesionalmente a la política, si bien esta condición exista en el caso de Obrador. Y por lo mismo, una coincidencia externa, es que ambos son sistemáticamente atacados por la no total transparencia sobre los fondos con que se realizan las actividades de sus organizaciones, al no comprender, o distorsionar perversamente, el componente de la colaboración, contribución y hasta sacrificio de esfuerzos y recursos de los propios participantes. Esto ocurre también algunas aportaciones de los respectivos movimientos sin ser ilegales, de origen delictivo o amarradas a negocios; no han sido suficientemente transparentadas, sea porque provienen de políticos como diputados, senadores, etc., empresarios simpatizantes u organizaciones, y también en ambos casos, cercanas a las distintas iglesias o grupos confesionales católicos y evangelistas existentes en el país. Lo que es evidente es que esos recursos no se traducen en formas de vida ostentosas ni revelan asociaciones comprometidas con posibles formas de conflictos de interés, lavado de dinero o corrupción; como nos hemos acostumbrado a ver en la clase política y que efectivamente han sido utilizadas para organizar actividades políticas públicas. Pondría el ejemplo extremo de que incluso los dineros aportados por Carlos Ahumada al PRD en la campaña por la jefatura del D.F., entregados a René Bejarano y a Carlos Imaz, fueron usados precisamente para actividades electorales por lo que ninguno de los dos personajes fueron procesados legalmente al no haber delito que perseguir; sólo sufrieron la defenestración pública orquestada, como haría público Carlos Ahumada, por el grupo en el poder (Fernández de Cevallos y Carlos Salinas) y sus medios monopólicos de comunicación.

En este mismo sentido, ambos han llevado una vida personal normal alejada de escándalos personales; y en formas muy diferentes, ambos han perdido por la violencia seres muy queridos. De Javier Sicilia, es muy conocido el hecho central del asesinato de su hijo por delincuentes de Cuernavaca en medio de una ola de violencia que ha durado en esa ciudad ya 8 años, y que para cuando fueron asesinados Juan Francisco y sus acompañantes, ya computaba el Centro Independiente de Derechos Humanos alrededor de 1200 asesinatos, sobre todo de jóvenes. En el caso de López Obrador, aunque él se ha manejado con total hermetismo público sobre el caso, el desarrollo de la condición de enfermedad autoinmune (lupus) que llevaría a la muerte a su primera esposa, Rocío Beltrán, puede perfectamente deberse a las condiciones de asedio violento en que vivía la familia de manera permanente, al menos entre 1994 y 1997, pero que ya había tenido situaciones graves en 1988 cuando Andrés dejó al PRI y contendió por primera vez por la gubernatura. Particularmente en la campaña local de Tabasco de 1993-94 y el primer año de Roberto Madrazo, el acoso a la casa de la familia donde se quedaban solos diariamente Rocío y los 3 hijos fue del  tipo del que por sólo pocos días resistió el general panameño Noriega cuando el ejército de EU lo arrinconó en la casa del nuncio del vaticano, vigilancia evidente y grosera desde la casa de enfrente, llamadas telefónicas insistentes a toda hora, helicópteros volando por largos períodos sobre la casa, presión sobre los vecinos para expulsar a la familia, etc. Y además, las giras de Andrés por todo el estado por muchos años, estuvieron siempre salpicadas de provocaciones y agresiones cuyas noticias por supuesto afectaron la salud de Rocío. El hecho de que tales situaciones no trascendieran o recibieran respuesta sólo puede explicarse por la poco difundida vocación Gandhista de López Obrador y su practicado catolicismo al estilo de la teología de la liberación. En la campaña electoral por la gubernatura estatal era común que cada paso fuera discutido en contraposición a la doctrina y ejemplos Gandhistas y que se aprovechara toda reunión para capacitar a los militantes en esa perspectiva e ideología.

 

La Coyuntura.

Dos sombras pesan duramente como un gran cielo nublado sobre el horizonte del contexto en el cual se van a dar elecciones. Por un lado el ya evidente fracaso de la propuesta económica del actual gobierno, que apostó todo a los recursos que ingresarían por las reformas económicas, sobre todo, por supuesto, la petrolera. Su concentración y dependencia de las reformas y particularmente ésta, fue tal, que en una entrevista del 17 de febrero el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, confesó que en aras del reformismo se había descuidado la confianza de la ciudadanía (encubriendo que tal pérdida de confianza, si la hubo, se debió sobre todo al conocimiento público de que tanto él como el presidente y el consejero jurídico de la presidencia ocupan casas propiedad de  importantes contratistas del gobierno estatal del cual proceden y del federal que ahora forman parte). La reforma energética se ve ahora como un mero desmantelamiento de la industria nacional sin ninguna red de protección ni financiera, al no verse posibilidades de lograr conjuntar un amplio capital en el nuevo Fondo Mexicano del Petróleo, ni técnica o logística industrial, al ampliarse con los recortes presupuestales el desmantelamiento de las estructuras de producción y distribución de energía eléctrica y de hidrocarburos. Con la caída de los precios del petróleo y de la inversión internacional en este rubro, no se ve cómo se van a fondear los proyectos de gobierno, al grado que ya se renunció a los proyectos de infraestructura salvo el muy discutible nuevo aeropuerto sobre el Lago de Texcoco. Ya en febrero el gobierno ha reaccionado a la nueva situación anunciando una mayor reducción presupuestal para el año 2016, ampliando las condiciones favorables para la inversión petrolera privada y extranjera en la llamada primera ronda, el director financiero de PEMEX ha propuesto abandonar la producción de derivados petroleros para sólo rentar las refinerías a las empresas extranjeras; y al mismo tiempo la cámara de diputados aprobó en primera instancia una nueva ley de aguas que la entrega totalmente al sector privado desapareciendo el derecho público de comunidades, pueblos y ciudades sobre la misma, y que en parte se explica por la necesidad de brutales cantidades de agua para el fracking. Itema más: el peso llega en marzo a su valor histórico más bajo al cotizarse a $15.72 por dólar.

Por otro lado, por supuesto, está la gran crisis de seguridad pública y seguridad ciudadana que desde el principio fueron minusvaloradas, sobre todo la segunda, que todavía no ha sido aceptada en el discurso y práctica política por el gobierno. Siguen los aparatosos actos de violencia directamente relacionados con las grandes organizaciones delincuenciales y al mismo tiempo el alto nivel de actos contra la seguridad, integridad y patrimonio de ciudadanos (secuestro, robo, extorsión, desapariciones y asesinatos) con una ya absoluta sensación de impunidad contra la que al contrario, las acciones de los cuerpos públicos de seguridad desde el ejército para abajo, han creado más dudas, desconfianza y reprobación internacional con los hechos de Tatlaya, Iguala, y el encarcelamiento de guardias comunitarias de Guerrero y Michoacán, y de líderes de las autodefensas michoacanas; y la continuidad de los asesinatos selectivos de líderes sociales, populares e indígenas de organizaciones locales de defensa de la tierra y derechos humanos. El caso parece ya el de una continua e imparable tragedia como la del Tito Andrónico de Shakespeare, el hombre virtuoso cuya situación sólo se profundiza en nuevos bucles de mayor crueldad y violencia en el que da la impresión que la nación se hunde más en un sumidero sin fondo y donde cada caso individual o colectivo supera más lo que la imaginación más enferma hubiera creído insuperable. Un caso ejemplar sería el asesinato en los primeros días de marzo del contralmirante José Luis Corro, capitán de puerto en Lázaro Cárdenas, Mich. y encargado de confrontar al crimen organizado para recuperar la operación del puerto: no murió confrontando a la organización criminal, sino que fue asesinado para robarle el coche. Como para tener claro que el gran problema social no es la mediática lucha entre carteles y el control de la venta de drogas sino la recuperación de la seguridad ciudadana, para lo cual, el actual gobierno no ha tomado ninguna medida efectiva.

Lorenzo Meyer resume muy bien lo que la ciudadanía está pensando respecto a las elecciones: “El mecanismo electoral de ahora francamente mostró su fracaso. Ése es un punto a discutir: ¿valen la pena las elecciones? Son carísimas, como todos lo sabemos; se trata de uno de los procesos electorales más caros del mundo y, ¿realmente influyen en algo, o están ya bastante predeterminadas?.En México –agregó–, durante muchas décadas, ya todos lo sabemos, las elecciones estaban vacías de contenido. Eran pura forma y nada más; bueno, ahora se sospecha que sirven básicamente para reafirmar a la partidocracia en sus posiciones, pero no sirven para llevar adelante un proceso efectivamente democrático, es decir, que ligue al ciudadano, a sus necesidades, a sus deseos, con la maquinaria del poder. La maquinaria del poder está actuando bastante despegada de lo que son las realidades del ciudadano y de las comunidades”.

Patricia Gutiérrez-Otero, a su vez, expone muy bien en una carta a la revista  Proceso (1984,9 de nov., 2014) las dudas que suscita la opción del “boicot electoral”:

“¿En qué condiciones lo que Javier Sicilia llama “boicot electoral”, y con el que estoy profundamente de acuerdo, serviría para demostrar nuestro enojo, descontento y repudio contra los partidos políticos mexicanos, sin que esto se confunda con un abstencionismo debido a la desidia y sin que, aún peor –como sucedió en el 2012-contribuya a llevar al poder a los dinosaurios hambrientos del PRI?

Si no tenemos la respuesta adecuada, temo que el “boicot electoral” se vuelva otra vez más contra el pueblo, como sucedió en el 2006 con el llamado a no votar del estimado EZLN y en el 2012 con tu llamado a no votar por López Obrador.

Mi pregunta en suma es: ¿Cómo hacer que el “boicot electoral” tenga un efecto real en las elecciones sin favorecer al partido en el poder regalándole negativamente nuestros votos?

…No podemos darnos el lujo de mantener en los altos mandos de México a gobernantes espurios. La responsabilidad que pesa sobre quienes tenemos conciencia de lo que está pasando es aún mayor dada la falta de sistemas de comunicación masivos que sean críticos, honesto y autónomos.

Hacer un llamado al “boicot electoral” es un primer paso, y se agradece , pero no basta. Ahora hay que pensar en los cómos para que rinda los frutos que queremos.”

 

A esto Javier Sicilia respondió en la misma revista de manera principista: “Yo tampoco lo sé”. Argumenta que la masacre de Iguala y las miles de muertes y desapariciones de los últimos dos sexenios “son fruto de las urnas y de esas elecciones ignominiosas” y que el boicot es para él un asunto de “moral política y de higiene cívica”. Sentencia: “Quien vaya a las urnas ahora sólo irá a convalidar el crimen”. Y abre un espacio para la acción política: “Ojalá y pudiera consensuarse, acompañando el boicot con un pliego de exigencias muy claro para evitar que aquél [supongo que se refiere al régimen] continúe en 2018”.

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