viernes, 18 de mayo de 2012

¿Por qué no soy de Izquierda?

En el fondo es una cuestión de confrontar la ética con la lógica instrumental. Autores como Saramago, González Casanova, sobre todo para diferenciarse de los gobiernos de los llamados socialismos reales, dicen que ser de izquierda en sentido amplio es una cuestión ética -por supuesto- tendría que aclararse de una cierta ética que presupondría, de acuerdo con Immanuel Wallerstein, al menos los principios de la revolución francesa que marcan la tradición liberal: igualdad, libertad y fraternidad. La diferenciación socialista y comunista estaría supuestamente basada en la no explotación del trabajo muerto sobre el vivo, cuando menos.
El conflicto viene porque la cultura política y la actividad real de quienes se identifican, actúan en colectivos bajo el rubro de izquierda, aún cuando las bases teóricas para la crítica de la ética y lógica instrumentalista aparecen en los manuscritos del 44 y otros textos de Carlos Marx, en realidad está regida por la más pesada lógica instrumentalista que niega totalmente la posición ética que dicen mantener.
El origen del dominio del instrumentalismo sobre la gente de izquierda viene de una convicción de tener ya sabido y determinados los deberes seres particulares de cada caso, colectivo, persona, etc. con base en la mera deducción desde principios ideológicos que no vienen de los criterios de no explotación, igualdad, respeto, fraternidad, etc. sino del "saber" "científico", de lo deseable y posible para la sociedad humana, en los términos más burdos de las leyes de evolución del materialismo dialéctico, de la lógica de los modos de producción, y en sentido amplio de derivar y al mismo tiempo enviar y leer absolutamente todo bajo la lente de las "ideologías" como elementos sobredeterminantes de todo, negando con ello toda procesualidad y por ende toda dialéctica, y de paso, por cierto, el núcleo de la "metodología" usada por Marx para estudiar a las sociedad humana.
Además tiene que ver con la idea de, por usar un concepto hegeliano, "reificar" la política, o lo político, como el campo privilegiado de determinación de lo humano, pero no diciendo que todo finalmente resulta político (un poco a lo Foucault), sino imponiéndo burdamente el campo político de la sociedad sobre todo el resto de los campos sociales. Lukacs es muy claro en esto al separar la vida cotidiana como el campo de la necesidad donde no se logran las altas aspiraciones humanas, del campo de la vida política donde esto sí ocurre, y al negar una dialéctica donde ambos campos interaccionen con sus diferentes sentidos; contra lo que reaccionaría en principio Agnes Heller señalando la importancia de ver, considerar, entender, vivir, y actuar en el campo de la vida cotidiana. Esta imposición de lo político sobre lo social y lo cotidiano viene por supuesto de una mera extrapolación de la idea del Hegel criticado por Marx de la sociedad civil como reino de las necesidades.
Por suerte al final del siglo XX, junto con los socialismos reales se han visto derrotadas (salvo en Cuba y China) las ideas de organizaciones estatales-políticas basadas solamente en el campo formal de lo político. A eso es a lo que en general nos referimos realmente cuando se habla de un predominio de la democracia (que éstas democracias sean corporativas dominadas sectores financieros es otro problema a otro nivel). Y teóricamente desde Gramsci, Mannheim, Toni Negri, José Nun, Foucault, Maffesoli, y un larguísimo etcétera. Esa visión unitaria está superadísima. Por eso desespera la cortedad de visión y lectura de quienes se identifican con "la izquierda".
Por eso, entendiendo que la sociedad es siempre un palimpsesto en el cual conviven elementos de muchas épocas con más o menos extensión y de manera diferente según países, regiones, niveles sociales, etc., podemos y debemos entender que la idea de izquierda ya está históricamente superada, y que la vitalidad de acciones, colectivos, movimientos y acciones, en realidad resultan de condiciones donde conviven visiones mixtas y contradictorias y con malentendidos, que lo mismo actúan sobre las necesidades, perspectivas y situaciones actuales con más o menos comprensión actual de la situación aún cuando usen lenguajes viejos de los tiempos de la izquierda.
Finalmente la comprensión de esta disyuntiva entre una ética de justicia, liberación, igualdad, a la que hoy abría que agregar solidaridad, sustentabilidad y otras cosas, contra esta lógica instrumental que somete a los individuos a la historia, en lugar de convertirlos en sujetos de sus propias historias, explica las tempranas deserciones de gentes como Sartre, Camus, y más cercanos a nosotros, Cornelius Castoriadis y Edgar Morin.
En conclusión, declararse de izquierda significa someterse a la creencia en una "necesidad", "necesidad histórica" diría el Marxismo vulgar, que al mismo tiempo significa recurrir otra vez a una metafísica para sostener nuestras acciones, a una creencia de algo superior a la fragilidad humana individual y colectiva, que finalmente nos dará la victoria, que se "realizará", y escapar de la angustia propia e inherente de la libertad. Significa olvidar que existe una contradicción fundamental entre la necesidad y la libertad y que la lógica primaria en toda vida humana es la superación de la necesidad para acceder a la libertad, que es en principio y fin lo indeterminado. Ser de izquierda finalmente, es recurrir otra vez a una fe, en lugar de al simple valor de la voluntad razonada, vulnerable y al mismo tiempo potente.
Afirmar todo esto, por supuesto supone una responsabilidad y un compromiso: el tener que revisar cada acción y posición desde la óptica de los criterios fundamentales, lo que tampoco es tan difícil, porque la verdad, basta considerar la consecusión de estados de potencial realización de los objetivos de los derechos humanos, incluidos los de la tercera generación, para tener una guía.
Basta recordar no ver al otro bajo la lógica de la razón instrumental, o como explica Nietszche, no pensar como político, no ver al prójimo meramente como un enemigo o un instrumento, y para hacerlo tenemos la aportación de los movimientos asociados con el pacifismo, desde Henry David Thoreau, León Tolstoi y Gandhi: trabajar con el otro, ver al otro capaz de su propia subjetividad y trabajar con ella en conflicto y acuerdo, pero cambiando ambos siempre. Es el camino más largo y más duro, pero al mismo tiempo es el de las revoluciones profundas, no el de las políticas que son fácilmente reversibles, sino de las que Gramsci llamaba pacíficas, pero sino sociales si societarias como sería la del 68, y sería también su contrario, la contrarrevolución conservadora hegemónica en el mundo desde los 80 y hasta ahora, que es la que permite sostener a los gobiernos y políticas neoliberales a pesar de su inhumanidad, irracionalidad e insustentabilidad ambiental.

No hay comentarios:

Publicar un comentario