domingo, 11 de abril de 2010

René Magritte: Manifiesto Número 1, oct. 1946


Un cierto surrealismo pretende domesticar lo desconocido. Todo como en una filosofía, no se preocupa más que de conocer al mundo y olvida transformarlo. Un sistema de creencias en "seres" y en "fuerzas" misteriosas ha reemplazado el entusiasmo de los inicios. Así llamados surrealistas, retoman incluso a cuenta "el amor del arte" cuando no es la patria, esperando sin duda convertirse pronto a una religión cualquiera. Este surrealismo no es practicado en el presente más que por pequeños tunantes, gentes ingenuas o fatigadas y comerciantes al día. En cuanto a los antepasados, permanecen en su confortable renombre, o bien se han resignado a abandonar la lucha. Sin embargo, la experiencia continua a pleno sol.
Todo acaece en nuestro universo mental. Por universo mental es necesario entender forzosa, absolutamente, todo lo que podemos percibir por los sentidos, los sentimientos, la imaginación, la razón, la iluminación, el sueño, o por cualquier otro medio. Somos responsables del universo, esta evidencia nos permite juzgar las filosofías no dialécticas (idealistas o materialistas) en su justo nivel de juegos en el vacío, puesto que los filósofos intentan lograr el pensamiento perfecto que debe confundirse con el objeto al extremo de negarlo.
El sentimiento que tenemos de no poder huir del universo mental nos obliga, por el contrario, a afirmar la existencia de un universo extramental, y la acción recíproca de uno sobre el otro no llega a ser más cierta.
Nosotros no podemos percibir ninguna "sombra" ni "luz" del universo extramental. Como no podemos conocer nada del universo extramental, no existe misterio. No conocemos sombras irreductibles, pues una visión atenta revela que en toda sombra física o espiritual hay luces, colores que lo animan. (El pensador desgraciado se atemoriza por las tinieblas del infinito, otro escucha la música de las esferas)
Si no hubiesen estado tant miserablemente dominados por sus medios en un mundo tan miserable, los factor Cheval, los Aduanero Rosseau, los saltimbanquis, los niños y los locos serían capaces de realizar espectáculos maravillosos que no nos dejarían indiferentes. Son tentativas a retener. Se oponen a la concepción cristiana del mundo que quiere instaurar un valle de lágrimas, y a la de ciertos surrealistas actuales que hacen una poesía fraudulenta y temen toda luz un poco viva.
No es necesario temer la luz del sol bajo el pretexto de que casi siempre ha servido para iluminar un mundo miserable. Bajo trazos nuevos y encantadores, las sirenas, las puertas, los fantasmas, los dioses, los árboles, todos esos objetos del espíritu serán restituidos a la vida interna de las luces vivas en el aislamiento del universo mental.

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