jueves, 27 de diciembre de 2018

Borges visita Puebla.
                                                           
Él y su esposa tenían todo el horizonte abierto para pasar a dirigir seis años del partido ahora en oposición, para su regreso al poder federal: el presupuesto público del estado que va a comenzar a gobernar su esposa que acaba de superar las denuncias del evidente fraude electoral; y él, una curul en el senado. Además de aparentes vínculos con el más lucrativo negocio ilegal del país, la extracción de gasolina de los oleoductos, que floreció con toda impunidad en su estado mientras él fue gobernador (también creció el secuestro de mujeres jóvenes y como gobernador interino entre ambos esposos dejó al principal empresario de centros nocturnos en Cholula y Cancún, donde se sospecha que trabajan víctimas de la trata). Su genealogía apoyada, como es de tradición, en usar apellidos dobles, es fuerte: el abuelo un gobernador removido del cargo por violento y un padre procesado por fraude en el extranjero, entre otras cosas. Resentidos por definición, sus compañeros de partido, adversarios apenas el año pasado por la candidatura presidencial, quienes cuando estaban en el poder perdieron a dos funcionarios en sendos accidentes de helicóptero que nunca se aclararon, pueden perfectamente presentarlos como mártires y víctimas del nuevo gobierno para iniciar una campaña golpista contra éste aprovechando la irracionalidad que ellos mismos han promovido entre sus seguidores y la histeria de las clases aspiracionistas que se sienten amenazadas en sus privilegios por una propuesta política populista. Ellos llegaron a la presidencia tras un fraude electoral, con el lema de que el actual presidente era un peligro para el país. Para más intriga el primer hombre en llegar al lugar del incidente con un celular, menciona que no se puede hacer nada: “los cuerpos están ahí quemándose”. Lo que se traduce en que en un país donde ya nadie cree nada, o sea, se cree cualquier cosa, no hay cadáveres para confirmar lo que hubiere que confirmar. Así como tampoco aparece en las fotos el fuselaje completo del aparato. El dueño del predio, la milpa donde aparecen los restos, dice que “la avioneta ya venía cayéndose” y acusa a la pareja de políticos de fraudes y abusos y del estado de inseguridad que se vive en la zona donde ocurrió el suceso. Apenas la mañana siguiente, en reiteración o duplicación de lo anterior, abonando al surrealismo, se anuncia que los cuerpos -ya quemados- fueron cremados -no dice quién lo ordeno- y se realiza una ceremonia fúnebre de estado en la que el orador oficial se contradice hablando de un accidente, y al mismo tiempo, pidiendo “justicia”. Se inicia inmediatamente una campaña en redes virtuales acusando al presidente federal de asesinato y la acusación la encabeza el antiguo socio del exgobernador en el estado, con quien luego públicamente se enemistó, y que ha pasado por todos los partidos y todos los puestos, excepto el de gobernador del estado. ¿El es quien hace en esta representación el papel de Macbeth? Instantáneamente, como suceden ahora las cosas, circula en la red un video que se presenta como tomado desde dentro del aparato accidentado, lo reproduce algún periodista enemigo del gobierno federal. A las pocas horas se demuestra que el video era de un accidente ocurrido un año antes en Ucrania. Pero estuvo convenientemente a la mano presentando un paisaje semejante (excepto por la falta de volcanes), y con una trayectoria semejante: el aparato se vuelve de cabeza antes de caer. Mientras tanto, los partidarios del actual gobierno federal acostumbrados a las mentiras y las simulaciones en torno a los crímenes de estado (incluyendo las muertes de los grandes capos de la delincuencia organizada, que ya de hecho asumen ese nivel), dudan que en realidad la pareja de políticos hayan muerto, como se dice del “Señor de los Cielos”. Y en las redes sociales se refresca la memoria de otros magnicidios, recordando que al final los principales sospechosos nunca han sido los enemigos declarados sino los correligionarios. Incluso alguna nota señala -no lo he podido confirmar- que el exgobernador se había reunido una semana antes con Carlos Salinas de Gortari.
            En el Tema del Traidor y el Héroe, Jorge Luis Borges, que siempre rehúye la autoría de las hipótesis que presenta, muestra como los magnicidios siempre son útiles, e incluso esa sospecha de que siempre hay vaticinios anteriores, que se trata de montajes, e incluso, que son operados por y a favor de quien sufre el atentado, como quedaría evidente -quien sabe si él llegó a conocer el documento- en uno de los rollos del Mar Muerto, de Qumrán -según la interpretación de Eliette Abecassis- donde se explica como “el señor de la luz” (se entiende Jesucristo), complotó con Judas su entrega a los romanos y su muerte para que se insurreccionaran “las fuerzas de Dios” (no queda claro si se refería al pueblo o a una manifestación divina). Explica Borges como los orquestadores se inspiran en la historia y la literatura y queda la sospecha de que “hay una forma secreta del tiempo, un dibujo de líneas que se repiten”.

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