sábado, 15 de noviembre de 2014

¿Otro 68?


"There is a crack in everything". Leonard Cohen.
La analogía de lo que se ha venido viviendo en México desde el 26 de septiembre con el 68 parece demasiado evidente, los jóvenes de la normal de Ayotzinapa buscaban hacerse, como han acostumbrado a hacer los estudiantes desde cuando menos hace 50 años, de camiones para ir a la manifestación conmemorativa del 2 de octubre en la Ciudad de México. Al hacerlo, chocaron con un emblema del México contemporáneo: los narcopolíticos. La reacción inusitada de la policía, los narcos que los apoyaron y el ejército; y el hecho de que el fenómeno, al convertirse en más que asesinatos, una desaparición forzada masiva, se abriera temporalmente de una manera indefinida, ha generado una inusitada, también, pero perfectamente justificada respuesta masiva nacional y mundial, en un reclamo que incluye a los organismos internacionales de la OEA y la ONU y todas las escuelas nacionales. Pero esa sería la semejanza superficial. Citado y explicado por Michel Foucault, Kant, respecto a los grandes cambios, aconsejaba buscar el acontecimiento clave, pero decía: "no esperéis que consista en elevados gestos o hazañas importantes realizadas por los hombres, a raíz de los cuales lo que entre ellos era grande se vuelva pequeño o lo que era grande, pequeño... Nada de eso". Sí reconocemos como hecho emblemático de los cambios el 68, no es por supuesto por la matanza del 2 de octubre, ni algún acto específico del movimiento estudiantil; y sin embargo, hay consenso de que es el momento en que se pueden detectar a nivel nacional cambios importantes. Y sabemos, que no cambió en ese momento el gobierno ni la forma de actuar del gobierno. Pero sí hubo una ruptura, y fue la ruptura en la fe, en la confianza, en la creencia en un régimen que llevaba 40 años siendo bastante eficaz. De ahí, de un lado y otro, a partir de 1982 cuando menos, ya incluso a nivel del partido oficial hubo consenso en que había que hacer cambios en todo, aunque cada quien los pensara de manera distinta, a nivel oficial se definió "que se había agotado el modelo de crecimiento económico", y al mismo tiempo un intelectual oficial, Reyes Heroles, promovió la necesidad de un nuevo modelo de organización política que se traduciría en lo que se llamó la "transición democrática", con los resultados ya sabidos y vividos. Hoy, la profundidad y extensión de la reacción  de la población y de segmentos de población que normalmente no reaccionaban ante crisis de derechos humanos ha sido sorpresiva. Sobre todo si pensamos que se trata de un país que ha sobrellevado dócilmente 2 fraudes electorales brutales en línea a nivel de presidencia de la república. El gobierno intenta revertir la situación haciendo subir la reacción frente a la violencia que en su desesperación, por dolor, por resentimiento de clase, de lo rural saqueado contra lo ostentoso urbano, de sufrir 40 años de guerra sucia, por la impunidad con que se secuestran, desaparecen y matan los líderes sociales y ambientales en su zona, están desarrollando los grupos cercanos a los normalistas. Pero es evidente que hay una ruptura. Una ruptura que ya se había manifestado incipientemente con el inorgánico #132; y que respondía a lo mismo: la insensibilidad de la clase política frente a los derechos humanos. Es una hecho o cuestión muy clara y evidente: el tema es la insensibilidad de toda la clase política frente a los derechos humanos, planteada desde la impunidad con que se hermana toda la clase política y el crimen organizado; hasta la demanda de seguridad ciudadana, que ya en 2011 con el Movimiento Paz y Justicia había pedido un límite, un hasta aquí. No queda ninguna duda que las formas, las maneras de los materialmente responsables, el presidente municipal Abarca y su esposa y familiares del crimen organizado, representan el funcionamiento real del sistema actual que controla al país. Y el hecho de que aparezca retratado desde con Peña Nieto hasta con López Obrador, demuestra la integración de toda la clase política sin excepciones a este sistema, además de su minusvaloración brutal respecto a la importancia que tienen las denuncias de actos criminales, violencia y de financiamiento. El hecho de que la transición del sistema económico hacia nuestra integración subordinada y desmedida a la globalización ha dejado que el único actor económico solvente a nivel regional y nacional sea el narco, ha llevado a que el lavado de dinero descarado y escandaloso, desde el Club Guadalajara o el Queretaro de futbol, hasta los ingresos y gastos de muchos gobiernos municipales,  sea el modo normal actual de funcionamiento de la economía nacional. Del otro lado sólo quedan los sobornos para y por las privatizaciones, las casas regaladas por Televisa y contratistas a la pareja presidencial y el caso de la empresa Oceanía, y las otras contratistas de PEMEX, que son la manera de desangrarlo antes de que se complete la Reforma Energética. Algo se rompió, y el síntoma es la nula credibilidad que tuvo la conferencia de prensa de Murillo Karam, y la sorpresa ante la ineficacia de las viejas maneras, no tuvo mejor manera de manifestarse que ese "estoy cansado". Ya el crítico de medios Álvaro Cueva lo señalaba respecto a la incredulidad social respecto a al aprehensión del Chapo Guzmán. Y claro, tanto lleva el cántaro al agua: mientras más líderes narcos encarcelan, mientras más cuerpos militares y policiacos crean, y mientras más aumenta el gasto en "seguridad", sólo hemos experimentado mayor inseguridad ciudadana y más violencia. Algo se rompió, algo se desgarró, hay una nueva grieta.

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