sábado, 27 de agosto de 2011

Un cigarrito en lugar público: La "politicización" del movimiento de Sicilia, ¿callejón sin salida?


¿Quién enciende un cigarro en un lugar público comete un acto de rebeldía que reivindica a una minoría explotada, o impone un capricho al resto de los participantes de la reunión? En un acto o actitud que aplaudiría un tabaquista autodeclarado obradorista como es Octavio Rodríguez Araujo, durante el diálogo en el Castillo de Chapultepec entre el presidente y la Red por la Paz con Justicia con Dignidad, Javier Sicilia preguntó de manera retadora si podía encender un cigarro sabiendo que en el Distrito Federal está prohibido fumar en lugares públicos cerrados, y siendo él el único que fumaría entre alrededor de 100 personas. Al ser una ley impulsada y aplicada por dos gobiernos perredistas del Distrito Federal, el guiño compartido con Felipe Calderón al encender el cigarro pudo leerse también como un reto a un tipo de gobierno en particular pero eso no es lo más importante.
Rodríguez Araujo directamente ha denunciado esta prohibición como una imposición contra la libertad individual, y sin argumentación clínica o científica niega la teoría del mayor daño contra el fumador pasivo que sin ser consultado tiene que inhalar las sustancias contaminantes emitidas por el fumador. Aquí lo importante es el problema de una concepción asimétrica y atomista o aislacionista de la libertad individual frente a una noción de corresponsabilidad o de inclusión del otro en nuestros juicios y acciones, como promovería el filósofo Emmanuel Levinas. Es muy sencillo, por supuesto que la libertad individual es que cada quien se haga responsable de sí mismo incluyendo el hecho de correr los riesgos de salud que sus gustos conlleven. Pero otra cosa muy distinta es imponerle a los asistentes correr riesgos de salud que no están dispuestos a correr. Es el caso típico de que la libertad se limita donde afecta a terceros. No hay contradicción por ejemplo en promover la liberación del consumo de las sustancias judicialmente consideradas drogas por decisión del gobierno de los Estados Unidos a inicios del siglo XX con limitar su consumo en espacios abiertos o destinados a lo mismo donde los asistentes saben que van a eso. ¿Qué no es lo que se hace con el alcohol que provoca directa e indirectamente más muertes por violencia y enfermedad que la cocaína y la marihuana juntas? Y por supuesto superando la nunca demostrada relación directa entre consumo de drogas y delincuencia. Por ejemplo, si el consumo de cocaína provocara directamente conductas violentas o ilícitas, la mayor parte de los altos ejecutivos de las empresas trasnacionales, las caras públicas de los medios electrónicos de comunicación, comenzando por los lectores de noticias mal llamados periodistas, y de los artistas por no mencionar a los políticos, cometerían actos criminales. En los hechos vivimos en una sociedad asimétrica donde estas personas son premiadas por lo que hacen cuando están bajo la influencia de las drogas, mientras los ciudadanos de a pie son encarcelados por consumirlas.
Quien enciende un cigarro en un lugar público cerrado pretende hacer una acto de rebeldía individual, pero, en realidad, como un adolescente buscando atención, está imponiendo una situación, su prioridad, su situación personal, a una mayoría inconsulta. Es un gesto, una anécdota, pero que tiene su significación sobre todo, cuando dentro de la propia explicación explícita de la perspectiva y metodología del Movimiento de acuerdo con su propio líder, los gestos de acercamiento personal tienen sentido, incluyendo en esto actos que llaman la atención por ser poco habituales en la cultura mexicana como son los besos entre hombres adultos desconocidos (aunque recordemos que en el viejo régimen priísta se desarrolló una verdadera semiología para interpretar los saludos de los políticos). Podríamos, no sería difícil, y lo hizo la filósofa Inkram Antaki, rastrear esta actitud de imponer los caprichos personales como reivindicaciones sociales a una actitud y conducta habitual de los intelectuales mexicanos y en general de lo que los mexicanos llamamos clase media.
Pero lo central es por un lado la calidad de la relación que se establece y como se establece entre las diversas personas y el criterio de inclusividad que recogemos de Levinas (pensar al otro al formular nuestro enunciado, calidad de pensamiento que Carlos Lenkersdorf encontró incluso en el habla Tojolobal, donde se diferencia una acción que sólo incluye al enunciante de aquella que incluye al escucha) tanto en los ámbitos políticos íntimos de las organizaciones o colectivos, como en el abierto de lo público que hoy es mediado precisamente por los medios de comunicación. Y por otro lado, la definición del espacio, dimensión y objetivos de un movimiento que se autodefine como “ciudadano”.
En esto, en una sociedad donde no hay acciones, donde ni en lo privado ni en lo público se formulan planteamientos democráticos, no podemos plantear pruritos de democratismo. Es un hecho abierto y claro que dentro de nuestros partidos políticos la toma de decisiones y selección de líderes o candidatos no se hace mediante procesos democráticos (que pueden ser electorales o no), y que cuando se ha tratado de hacer mediante procesos electorales, la enorme experiencia acumulada socialmente de cómo torcer y simular estos procesos los han inutilizado. Pero aún en movimientos emergentes alternativos como el de López Obrador, hemos visto esas enormes asambleas públicas a plaza llena donde en realidad las masas sólo aprueban lo que el líder propone, aunque al mismo tiempo como funcionario público se atrevió a llamar a plebiscitos para la posible revocación de su mandato. En el caso de Sicilia vimos el asombroso espectáculo de cómo la masa de un zócalo lleno de gente que llego sin ninguna clase de cohersión, condicionamiento o expectativa, pedía la renuncia del presidente, y el líder la cambió, como explicaría después, por una solicitud de renuncia del encargado de la guerra que el movimiento denuncia como ilegal, inhumana y fracasada, para encausar el esfuerzo (después también dejaría de lado esta petición). Ambos movimientos se parecen asombrosamente en dos hechos: una persona que era un igual entre todos se convirtió en una persona a la que la gente popular busca “tocar” como si estuviera investido de medievales poderes taumatúrgicos, y ambos, en los hechos, y a veces explícitamente, son definidos tanto por seguidores como por antagonistas, en el buen y en el mal sentido de la palabra, como “profetas” . Y después en Ciudad Juárez, luego de anunciar en el zócalo del D.F. que luego de mesas de discusión en la segunda ciudad se firmaría el Pacto resultante, diría, terminadas las mesas, que el Pacto era el documento leído en el D.F. sin ninguna vinculación con los resultados de las Mesas de discusión terminadas en Juárez por los miembros de la Red. En ambos casos, y esto es lo que interesa en este texto, las masas de los seguidores se enteran de los objetivos y las acciones del movimiento no participando en su decisión, sino mediante una comunicación del líder en un acto público y su función queda reducida a darle cuerpo, masa, volumen a las demostraciones públicas. Esto da la impresión pública, como han sido acusados ambos líderes, de ser “ocurrencias”. De otra manera se interpreta que existe un grupo cercano no públicamente presentado que participa en las deliberaciones cerradas donde se toman decisiones.
Finalmente, mientras el movimiento autodenominado Morena siempre se ha asumido como un movimiento ciudadano dirigido a actuar en el nivel político electoral. Hasta la publicación de una carta en Proceso del 24 de julio, el “Movimiento de Sicilia” se ha manifestado siempre en contra de la “partidocracia”, los políticos e incluso contra los procesos parlamentarios, responsabilizando a todos directamente de la situación actual de violencia por acción y omisión. Esta manifestación anti “política” incluyó una irrupción en la Comisión Permanente de la Cámara de Diputados dirigida por el él junto con lo que se presentó, no como parte de la Red para la Paz con Justicia y Dignidad (nombre inicial del movimiento) sino un grupo de “twitteros” y algunos miembros de un ONG de defensa del consumidor que han sido miembros de la Red desde el inicio. El objetivo de esta irrupción, ilustrada con grandes relojes que le mostraban a los diputados, era que exigirles que aprobaran sin dilación, sin discusión y sin modificaciones la “Reforma Política” que les había enviado el presidente Calderón. Dicha iniciativa incluye la propuesta de aprobar las candidaturas ciudadanas, pero al mismo tiempo la reelección directa de diputados y de presidentes municipales, y excluye propuestas iniciales del Movimiento, como son la revocación del mandato y el referéndum y el plebiscito popular entre otras . Y un detalle importante y nada menor, Sicilia en la carta justifica su prisa en la aprobación de la Reforma Electoral (mal llamada política) tal como está para actuar frente a las elecciones del 2006, para evitar que sean la de la ignominia, pero olvida, que de aprobarse tales leyes, por reglamentación constitucional, no aplicarían para el 2012 sino hasta el 2016. El viernes 29 en entrevista televisiva, el Consejero Presidente del Instituto Federal Electoral, Leonardo Valdéz se encargó de recordárselo a los diputados, y luego pasó algo cuando menos sorprendente sino extraño: al día siguiente el subsecretario de Enlace Legislativo de la Secretaría de Gobernación hizo una declaración interpretando las razones y objetivos del Movimiento, contradiciendo lo expresado por Sicilia en la carta:
“El Movimiento de Sicilia no está pensando en la reforma política con la calentura del 2012 o con la prisa de tener los dedos en la puerta. Sentimos que su planteamiento es de fondo y eso le quita presión al tema”. (La Jornada, 31 de julio, p.6).
Hasta ese momento dominaba la idea de que el “Movimiento de Sicilia” era un movimiento ciudadano cuyo principal objetivo es acabar con el terror de la violencia y las condiciones que lo han impuesto, y hacer justicia a las víctimas de la misma, y se ha supuesto que sus acciones son todas aquellas necesarias para lograr estos objetivos. Por eso la amplitud de los 6 puntos originales del Pacto y la necesidad de las Mesas de Discusión de Juárez para concretizar los pasos de esos puntos y establecer acuerdos de acción por parte de los participantes. Junto con la justa indignación ante la impunidad de la violencia vivida; esa ha sido una de las bases del amplísimo consenso que ha logrado el movimiento y que sostiene a la Red. La carta de René Sánchez Galindo a la que responde en esta ocasión responde Sicilia incide en la discusión de esta temática señalándole a Sicilia que no podrán lograrse los objetivos si no se atacan las causas y formas de lo que se ha llamado la “violencia estructural” y se desplaza a sus operarios. No es la única diferenciación o desmarque respecto al “Movimiento de Sicilia” que se da esa semana: organizaciones afines a la Red como son las ONGs de derechos humanos dedicadas algunas desde hace 20 años a proteger migrantes, en lugar de esperar la realización de la Caravana del Sur y darle mucha fuerza, realizaron su propia Marcha de Acompañamiento de Migrantes Paso a Paso por la Paz, siguiendo los trayectos y subiendo a los trenes al mismo tiempo en Chiapas y Tabasco, pero claramente carecieron de la masiva cobertura mediática que goza cada acción donde participa Javier Sicilia, y siendo hostigada al grado de que la Policía del municipio de Puebla detuvo durante una hora al padre Alejandro Solalinde con el pretexto de las armas que portaban sus escoltas (La Jornada, 1 de agosto, 2011).
En el sentido de movimiento ciudadano bien podría pensarse en mantener una acción, vigilancia y exigencia sobre los políticos y procesos políticos, pero construyendo un nivel institucional o no de acciones ciudadanas. En un inicio claramente se dijo que el objetivo era organizar a la sociedad civil y construir los elementos para hacer eficaz su acción. Sin embargo, en la carta mencionada y en un nuevo artículo publicado en Proceso el domingo 31 de julio, Javier Sicilia explícitamente compromete al Movimiento con una acción a nivel electoral: la construcción de una candidatura ciudadana de unidad, de la que explícitamente en la carta, además excluye la posibilidad que sea la de su “sombra”, el otro practicante de las movilizaciones pacifistas y de la resistencia civil, Andrés Manuel López Obrador (Javier abre la carta mencionada evocando a Morena y Andrés con relación a los argumentos que le propone René Sánchez Galindo). Aunque en el artículo cambia la propuesta y la presenta como una petición a los partidos políticos de que “renuncien a su competencia política” y que “junto con los ciudadanos busquen un candidato moral de unidad nacional y creen una agenda cuyos principios básicos sean el saneamiento de las instituciones”.
Sicilia justifica la propuesta en la carta diciendo que de no contarse con una candidatura ciudadana las cosas no van a cambiar porque seguiría rigiendo el mismo sistema, y afirmando que la candidatura de López Obrador no es de unidad nacional. Mientras que en la carta lo justifica por la emergencia nacional y que en la actual situación nadie podrá gobernar. La pregunta es si al descarrilar el movimiento de la acción política ciudadana e involucrarlo en una propuesta electoral no entra el movimiento en un callejón sin salida que en realidad corta el proceso de construcción de organizaciones ciudadanas autónomas.
La carta tiene, en mi opinión, el problema de presentar una situación con sólo dos opciones excluyentes para la gente que quiere cambiar las cosas en el país, o se vota por López Obrador, lo cual para Sicilia es un error que no va a cambiar nada, o se construye una candidatura ciudadana de unidad nacional. La realidad es que las opciones son más amplias, por ejemplo, entre otras combinaciones posibles, la de voto en blanco y que se cuente para mostrar electoralmente el rechazo a todos los políticos y hacerlos reaccionar, de manera semejante al ¡Que se vayan todos! de los argentinos, que al menos mejoró la situación allá. Y sobre todo mi preocupación es que si el López Obradorismo, que comenzó, sobre todo en Tabasco, apoyado y basado en organizaciones ciudadanas, terminó llevando a éstas y sus cuadros preparados a jugarse todo por lo electoral destruyéndolas y sin dedicar tiempo, espacio y esfuerzo a preparar y generar nuevos tipos de ciudadanos y líderes políticos, el “Sicilianismo”, corre el riesgo de hacer lo mismo pero en tiempos más rápidos. Y por otro lado, que caso tiene ir a elecciones con candidato y con ilusiones si se presenta un panorama de organización electoral tan arreglado y corrupto como el de 2006. Además, ¿por qué jugarse todo al cambio de una ley que sólo tendrá aplicación hasta el 2016 (en la carta), o volviendo a dejar la iniciativa a los partidos (en el artículo)? El propio López Obrador no planteó jugarse todo a el reconocimiento a su triunfo electoral en 2006 sino que siguió el camino de la resistencia ciudadana y la protesta pacífica y se ha dedicado a construir un movimiento ciudadano, este sí, como decíamos, claramente definido como político y con sentido electoral (por no mencionar que en Tabasco en 1991 y 1994 en situaciones semejantes organizó sendas caminatas al D.F. llamadas “Éxodos por la Democracia”. Recordemos que se ha buscado presentar a López Obrador como violento cuando sus métodos de lucha han sido exactamente los preescritos por Gandhi: el plantón, el bloqueo, y las marchas).
El voto en blanco mayoritario y con un movimiento social que obligue a contarlo llevaría, en cambio a una crisis de legitimidad que obligaría a replantear el sistema político frente a un escenario de mera derrota electoral, incluso con fraude, de una candidatura ciudadana de unión nacional que legitimaría al nuevo presidente prianista. Candidatura que, además, sólo se podría presentar dentro de los cauces legales, incluso aprobando hoy la Reforma Electoral (mal llamada Política), en 2016. Y llama la atención que en sentido contrario a la propuesta de Sicilia, el experto en estudios de violencia Eduardo Buscaglia insista en la formación de redes sociales permanentes que incluyan a todas las organizaciones no gubernamentales del país y de lograr una revolución social pacífica, o un verdadero movimiento social (en el sentido amplio del concepto), como únicas formas de frenar la violencia. Insistiendo en la vigilancia, seguimiento, publicidad y control que éstas organizaciones pueden ejercer desde el nivel local (La Jornada, 31 de julio, 2011).
La segunda pregunta evidente es que parece que existen dos cosas diferentes: el “Movimiento de Sicilia” (en las mamparas del Castillo de Chapultepec lo oficializan como “Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad”) y la Red por la Paz con Justicia y Dignidad que caminan paralelamente con respeto (como en los hechos lo ha demostrado que se realicen dos Caravanas promigrantes diferentes o que en Cuernavaca se hable de la separación de funciones entre “activistas” y “dialogantes”), pero –como se demostró cuando Sicilia en un discurso desechó como inútiles las conclusiones de las mesas de discusión de la Caravana al Norte- sin un diálogo entre ambas. Al principio la Red, con su increíble convocatoria y funcionalidad sin estructura jerárquica, su evidente multiclasismo y su masiva presencia en calles, plazas y carreteras parecía el espejo mexicano del M-15 Español, que lo mismo evita desalojos de gente que no puede pagar las rentas exageradas, que defiende a inmigrantes a punto de ser detenidos para su deportación y protesta contra los recortes presupuestales que se hacen para pagar las pérdidas de las agencias financieras que provocaron la crisis del 2008 y que se opusieron a las elecciones para denostar la corrupción del sistema político español y que no tiene una cabeza jerárquica, es multilocal, diverso y simultáneo .
Como se ha demostrado en los diálogos el Movimiento sigue siendo una expresión diversa y plural de numerosos afectados que expresan diferentes niveles y dimensiones de la problemática nacional aunque el presidente y sus funcionarios sólo escuchan y responden a Sicilia tratando de focalizar y reducir todo a un proceso manejable y asimilable a una función burocrática como ocurrió con los anteriores movimientos ciudadanos contra la violencia como el de Fernando Martí y el de México Unido contra la Violencia. Los 6 puntos del Pacto presentado en el Zócalo (aún cuando no sepamos porque llamarlo Pacto porque fue un documento no consensado públicamente por varias partes) aun habiendo tirado a la basura las conclusiones de las mesas de Ciudad Juárez, contienen los elementos suficientes para impulsar un cambio de fondo que permita detener efectivamente la violencia y reconstruir la vida nacional.
Es decir, que sigue existiendo un impulso sano y vital para lograr los objetivos que han logrado la amplia convocatoria nacional, pero el Movimiento hoy corre el riesgo de reducirse meramente a lo que los medios de comunicación llaman el Movimiento de Sicilia y continuar en éstos una existencia privilegiada igual sin estructura pero con una única cabeza y una identidad uniclasista.
Ya durante el último día de la caminata de Cuernavaca a México se había presentado una situación curiosa. En algún lugar del eje central aparecieron para sumarse a la marcha algunos parientes de Javier Sicilia. Con la idea de que todos los deudos de víctimas debían de estar en el primer grupo y protegerlos, se había formado una valla de jóvenes voluntarios que habían recibido la orden de no detenerse y no abrir sino para el saludo a las organizaciones que saludaban o se sumaban a la caminata. Reconociendo a los parientes de Javier, los amigos de Javier que coordinaban la descubierta reaccionaron automáticamente con la compasión que ha guiado todas las acciones de la Red y pidieron que se detuviera la marcha y abriera la valla. Mucha de la gente de Cuernavaca había asumido de manera espontánea por la indignación y simpatía o cercanía de Javier la participación en la Caminata y las Marchas como un ponerse al servicio de los deudos de las víctimas, con una actitud de ejercer un servicio de obediencia solidaria y voluntaria acrítica. Pero esa actitud no alcanza para la sociedad abierta que se sintió igualmente implicada, la relación más allá del círculo próximo forzosamente es política y por tanto tiene que definirse. Contrariados por la contraorden, los jovencitos se resistieron con un argumento que sorprendió y confundió a los amigos de Javier: “¿Qué?, ¿es el movimiento particular de Javier? ¿Es un movimiento de privilegiados?”. Se les convenció fácilmente con el argumento de que los deudos tenían prioridad, pero la pregunta quedó en el aire con una cuestión muy interesante: Una nueva problematización entre lo público y lo privado planteada ahora en el ámbito de los movimientos ciudadanos. Y que manifestaba que el Movimiento reproducía a su interior la exclusión social y la jerarquización clasista del exterior. Una cuestión que no puede resolverse con ninguna frase que comience con un “yo” o un “mi” como quiso justificar Javier en otra carta a Proceso el uso de medios y símbolos religiosos en un país que conoce de guerras por esas cuestiones.
Los problemas y la horrible situación: el terror impuesto y sus operarios siguen ahí frente a nosotros funcionando impávidos. Los objetivos y las causas siguen igualmente siendo justas y pertinentes. El reto y la responsabilidad es más grande que nosotros y eso nos obliga a poner atención en lo que se construye y como se construye.

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