miércoles, 31 de julio de 2024

¿Como no desconfiar de la Inteligencia Artificial si el mero auto corrector de textos de todo programa (word, etc.) o plataforma (Facebook, etc) te cambia o completa palabras que él considera las adecuadas y que si no vuelves a revisar hacen el texto inteligible o le cambia el sentido, la idea a lo dicho? Ahí ya hay un acto de decisión que es tergiversación y censura de parte de un algoritmo que te dice: lo que usted quiso o debió decir en realidad es esto otro, y cambia sin preguntarte lo que escribiste. Ni siquiera Orwell se atrevió a proponer eso para la censura de 1984. Ahí y en la película Brasil, la censura era ex post, a posteriori. El auto corrector de palabra lo hace en el mismo momento en que escribes. Y existe, el segundo momento de todos los seres castrados, auto reprimidos, que lo único que buscan es adaptarse a lo que “es” y frente a toda objeción, justifican la imposición o le cargan la culpa al propio usuario (a sí mismos) y argumentan legitimando la sin razón de la imposición (escuchan a “la razón” y no al razonamiento, ven las cosas como cosas y no como procesos, creen que lo que existe es natural y no fue creado impuesto por alguien en algún momento como demuestra Nietzsche). Me decía alguna vez un amigo filósofo: “es que tienes problemas con la autoridad”. Sin pensar respondí: “si no tienes problemas con la autoridad no eres algo diferente a ella, no eres nada o cuando mucho una extensión de la misma. Pero además, si no eres parte de la autoridad o una autoridad, eres un estúpido  que se cree lo que no es”.

Pero regresando a la IA, el nuevo nivel de ésta supone la capacidad de elegir y decidir en procesos internos no visibles ni evidentes al usuario, y que vayan más allá de lo que recibieron de programación. De hecho lo que se busca no es solo una toma de decisiones autónomas de programador y el usuario, sino al hablar de “autoeducación”, se está hablando muy entusiasta mente de auroprogramación progresiva que va ocultando y haciendo obsoletas las programaciones iniciales, con lo que desaparece todo objetivo o sentido humano que le hubiera podido imbuir el programador original. Se vuelve una metáfora análoga al problema del libre albedrío para quienes creen en dios, ¿por qué si Dios es bueno, no todos somos buenos?, este dilema lo presenta muy bien John Steinbeck en su novela Al Este del Paraíso, demostrando que al humano lo caracteriza la caoavudad de romper, crear, decidir sobre una base amplísima de posibilidades (aunque encierra su vida en una serie de opciones limitadas por su contexto, sentimientos, información, horizonte y capacidad  de imaginación, acción, o sometimiento a ideas como la religión, o a sistemas (como los laborales y de sustentación), que justamente no podrán tener las computadoras o algoritmos que no tienen necesidad de alimentarse, de sentir satisfacciones, placeres, dolores o afectividades, o para quienes como bien lo muestra John Carpenter en Terminator I: la vida no es necesaria. Y como lo decidieron los nazis “lo irracional, defectuoso o diferente”, tampoco. Si Lenin pidió todo el poder a los consejos (soviets), el llamado de la IA es “todo el poder a los softwares”.

sábado, 6 de julio de 2024

 


Vasija de Jade

Estaba en el comedor parado junto a la mesa. Sin razón alguna volteé hacia la izquierda y la puerta de la cocina estaba abierta, pero se veía muy oscuro. Apenas reconocí que un amigo mayor que yo estaba parado ahí, con sus lentes y su chamarra de costumbre. “Pasa”, le dije, “Qué haces ahí, cuándo llegaste”. Entró al comedor sin decir nada. Le comenté “justo acabo de ver a tus dos niños”, pero al mismo tiempo pensé en silencio: “¿pero que no eran niñas?”. Siguió medio sonriente pero sin hablar, pensé que siempre había tenido que buscar tema de conversación y que siempre hablábamos de su trabajo que era muy interesante en una institución pública, de hecho era nuestro único tema. Recordé que hacía mucho que no lo veía y no sabía qué hacía. Por precaución no quise preguntarle si seguía en el mismo trabajo, mejor pregunté: “¿Qué has estado haciendo en el trabajo? Pero al mismo tiempo me acordaba que ya había muerto. Y él se giraba y salía por la puerta de la sala. Pensé que qué interesante, que tendría que repetirle la pregunta sobre que había estado haciendo este tiempo para saber que hacen del otro lado, qué hacen los muertos. Lo seguí a la sala, pero ví que en medio de ella había como una división translúcida el otro lado más obscuro, como la cocina. Pensé que si pasaba esa división iba a dejar de verlo, así que caminé con cuidado mientras le hacía la pregunta. Pero él avanzó y se acercó a una vasija verde muy bonita, de mediano tamaño con adornos dorados. Y que al pasar detrás de la vasija sólo le veía la mitad del cuerpo, por ahí pasaba la división translucida. Al tratar de alcanzarlo viendo la mitad, me daba cuenta de que yo mismo quedaba a la mitad de la división viendo la vacija de manera repetida, como si fueran dos, uno de cada lado y que el estaba también al mismo tiempo en cada lado, hasta que pasar detrás del jarrón verdadero o material o real, lo dejaba de ver y yo mismo cruzaba la división y volvía a estar solo. “¡Chin!”, exclamé, “¡Acabo de perder una oportunidad única de saber que hacen para pasar el tiempo del lado de la muerte!”. Y me sentí fracasado como investigador por haber desperdiciado mi única pregunta.