La verdad es que las
palabras recibidas
Se quedan guardadas por
mucho tiempo
Como granadas con
temporarizador o minas olvidadas
De una guerra que hace
mucho caducó.
No importa el tiempo ni
la intención con que fueron dichas.
Despiertan memorias,
imágenes, personas o simplemente emociones.
A solas, un día o una
noche, resurgen,
Con motivo o sin él,
haciéndose eco de algo que ocurre o no.
Muchas más veces
meramente llenando un hueco o un vacío.
Nuestros pechos y
cerebro son campos minados donde coleccionamos
Lugares peligrosos que
después tratamos de evitar avanzando, avanzando siempre,
Sin voluntad ni deseo,
inevitablemente, hacia la muerte.
Obedecemos órdenes que
nadie dio con la convicción de una especie de nacionalismo que tampoco existió.
O, peor aún, esperamos
escondidos, paralizados, sentados
Con la espalda apoyada
en una pared fría y la cabeza entre las piernas,
En el fondo aterrador
de una trinchera cuya construcción,
Escarbando y
consolidando muros, nos llevó toda la vida,
La energía, la alegría
y el valor.
Llegará con el tiempo o
quizás solamente soñaremos un armisticio.
O simplemente
desaparecerán el miedo y la angustia sin que nos demos cuenta
O nos enteremos.
Desaparecerémos y lo demás
seguirá igual, como un vehículo sin conductor,
Su propio camino sin
sentido.
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