domingo, 24 de enero de 2021

 



En las épocas de silencio uno creería que no se oye nada.

Sin embargo, claramente se escuchan, uno por uno, como aparecen nuevos silencios que se sobreponen. Se acumulan.

Al final es necesario un esfuerzo de memoria para recordar porque se guardaba silencio desde el inicio. Cuál había sido la razón para el primer silencio, el silencio que abarca, aloja y enmarca a los nuevos silencios.

Al mismo tiempo, poco a poco, parecen quedar menos cosas en las que fijar la mirada,

de pronto hay demasiado espacio para mirar.

Es como despertar al frío del amanecer y encontrar que los demás han desmantelado el campamento y

preguntarse que hace uno ahí escuchando meramente la propia respiración,

con un embotamiento como el que queda después de un festival.

Sabe uno que algo grande aconteció sólo porque ahora no pasa nada, se reconoce el vacío que dejó.

No es una mera sensación, es real, no hay nada que escuchar y sin embargo, los silencios son nítidos, 

 transparentes, apareciendo, pero al mismo tiempo, indiferenciándose, fluyendo como una corriente.

Queda claro que cada persona es una red, un tinglado, sentidos, afectos, relaciones, otras personas,

lugares, espacios, cosas,

y al irse, jala el punto central de un tejido y deshilvana  las tramas, no queda apenas 

sino el espacio de silencio donde estaba todo lo que la rodeaba.

No hay duda. El silencio, como la obscuridad. Nos alcanza a todos.

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