jueves, 12 de abril de 2012

La Ciencia como Conjura contra la Voz Viva, los Actores Sociales, la Gente.


Revisando los criterios de dictaminación y juicio que dominan hoy a las ciencias, en particular las ciencias sociales y las metodologías de investigación, redacción, coinciden finalmente en algo: descalificar la visión del propio investigador o redactor, y poner múltiples condiciones o candados a los testimonios o expresiones de las personas participantes de los hechos o eventos. Se trata de descalificar como elementos a considerar dentro de una visión científica los testimonios tanto del observador, como de los participantes, y finalmente, se trata de negar la experiencia como fuente de información, evidencia y análisis. Esto se hace bajo el supuesto de que asì se conjura la falta de objetividad: la subjetividad, que es por supuesto, el fundamento y contenido esencial de toda actividad humana. Hay detrás de ello, cuando menos, una preconcepción, una predefinición, un prejuicio de definir lo social, lo histórico, como un acto no subjetivo, es decir, que lo único que sería visible para los esfuerzos científicos sería la parte no subjetiva de la acción /vida social. Y como hecho establece la negación de la experiencia como elemento central de la relación de conocimiento. Pero tiene también una importantísima implicación política inmediata y que puede estar en la intencionalidad implicita evidente de hacer hegemónicos estas perspectivas y opciones normativas teóricas, metodológicas y de evaluación: se desvaloriza, se descalifica y en última instancia se elimina la voz de actores, de sujetos, de individuos; quedándo como voces, exprsiones válidas las de los meros sistemas. Es como la reificación de la lectura Luhmanniana de la sociedad: no subjetividad sino sistemas. Sólo los sistemas y sus expresiones tienen validez, y en la investigación práctica, concreta, se manifiesta como la imposición de los discursos teóricos, disciplinarios -finalmente normativos- sobre los elementos emergentes, vivos, cotidianos y contingentes de la vida social, y por supuesto de los actores no institucionales, los no constituidos por poderes establecidos.

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